Leía hace unos días un texto de Oswaldo Zavala sobre el libro Entre paréntesis del aclamado escritor Roberto Bolaño. Más allá del análisis del género al que pertenece esta obra, y la experimentación formal que el investigador encuentra en ella, me llamó la atención un dato sobre cuánto vendió durante sus tres primeros años Estrella distante (la cuarta novela del escritor chileno y la primera publicada en una editorial de considerable prestigio).
Esto me permitió saber que aunque en ese momento de su carrera Bolaño ya era avalado por la crítica, aun no vendía muchos ejemplares. En este texto titulado “El ensayo Entre paréntesis: Roberto Bolaño y el olvido de la modernidad latinoamericana” Zavala cita que Jorge Herralde (editor y propietario de Anagrama, y quien publicó diferentes obras de Bolaño) “recuerda, por ejemplo, que Estrella distante, una de sus más aclamadas novelas cortas, vendió en todo el mundo, incluyendo Latinoamérica, solamente 951 ejemplares en su primer año, 816 en el segundo y 818 en el tercero”. Al leer esto me pregunté: ¿si estos fueron los números de ejemplares que se vendieron durante los primeros tres años desde su publicación, de una de las novelas que hoy tanto la crítica como los lectores más valora de Roberto Bolaño, qué puede quedar para todos los otros escritores (medio consolidados, poco consolidados, primerizos)? Esta pregunta me la hago teniendo en cuenta que el autor (casi por una convención en el mundo editorial, excepto contadas excepciones donde pagan más) gana (más allá de algún adelanto por la obra) 10 % del valor de cada ejemplar vendido. En el caso de Bolaño, se debe tener en cuenta que la publicación de esta novela fue con una editorial de renombre en España y Latinoamérica, y aun así no logró vender ni siquiera los mil ejemplares en ninguno de esos tres primeros años. ¿Entonces qué queda para los otros escritores; aquellos que publican con editoriales menores que no tienen la estructura de promoción, divulgación y ventas de las editoriales consolidadas?
Sí, muchos responderán que la publicación independiente con una buena gestión es igualmente rentable: en ferias, en eventos artísticos, mediante el boca a boca… pero lo cierto es que aquello en la práctica es más un idealismo que una realidad estimulante, aquella realidad que se puede ver en las cifras que marca la calculadora por ejemplares vendidos. Si hacemos las cuentas, y suponiendo que Estrella distante se vendió a 30 euros, su autor no ganó ni siquiera tres mil euros en su mejor año de ventas, ¿podrá una aventura independiente vender más que esto? Puede ser que sí, pero no son casos comunes. Y así así fuese, estas ganancias no parecen suficientes para cubrir los gastos básicos de una persona durante todo un año.
Bueno, y entonces la pregunta, ¿si no es por ventas de ejemplares, cómo se gana la vida un escritor? Desde ya podemos deducir que el escritor no sólo escribe, o por lo menos no en el sentido literal de la palabra. El idealismo del escritor que sólo esperaba el momento de inspiración para escribir, o que vivía en pos de su creación, se ha tenido que adaptar; disponerse a otras actividades paralelas para “ganarse la vida”: conferencista, profesor, traductor, asesor de trabajos académicos, corrector de estilo, bibliotecario, periodista…
Ahora bien, las anteriores actividades son actividades ligadas mal que bien al oficio de la escritura, pero hay casos, y no son pocos, en los que el escritor se dedica a un oficio totalmente opuesto al mundo de las letras; es decir: un trabajo con horario comercial, de 8 a 12, y de 14 a 18 horas, en una actividad financiera, industrial, etc. Y es que en muchos casos ésta es la única posibilidad de conseguir el sustento económico, pues recibir un jugoso cheque por venta de ejemplares y otro por un adelanto jugoso por derechos de autor, para la gran mayoría de escritores no es más que un sueño, un bonito sueño que más parece una licencia literaria que una realidad tangible.
