FICCIÓN

Una pistola escondida

   Es la tarde. Fabián Soberón me busca en el hotel ubicado al frente de la Plaza principal de Tucumán. He dormido una siesta reparadora. Bajo

Amín

     Amín había entrado en el instituto dos años más tarde que yo. Era hijo de marroquí y de catalana. Tenía una sonrisa tímida

La promesa

     Miraba por la ventana los veleros en el horizonte cuando escuché: «Daniel Alejandro», me volteé y la abuela se había quitado la máscara

La ultima sonrisa de Cacho

A Liliana Juárez    La casa abúlica, silenciosa, tenía el frente descascarado. Unas macetas inertes adornaban el patio. El perro circulaba con su habitual parsimonia.

Cockfighter

Un recorrido que empieza en el extremo sur de estado de Florida, lo atraviesa por completo y expone la miseria humana.        La

cel.base{recuerdo3-coliseo]+97

     Un toro camina al borde de la carretera de tierra. Cuando llega a la ciudad, los peatones levantan sus dispositivos y le apuntan.

Así conocí a Elvira Sastre

 La he leído asediado por mis tics. A la velocidad del sistema judicial peruano, quizás, pero la he leído. Sigo sus actividades en Instagram. No

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Una pistola escondida

   Es la tarde. Fabián Soberón me busca en el hotel ubicado al frente de la Plaza principal de Tucumán. He dormido una siesta reparadora. Bajo

Amín

     Amín había entrado en el instituto dos años más tarde que yo. Era hijo de marroquí y de catalana. Tenía una sonrisa tímida

La promesa

     Miraba por la ventana los veleros en el horizonte cuando escuché: «Daniel Alejandro», me volteé y la abuela se había quitado la máscara

La ultima sonrisa de Cacho

A Liliana Juárez    La casa abúlica, silenciosa, tenía el frente descascarado. Unas macetas inertes adornaban el patio. El perro circulaba con su habitual parsimonia.

Cockfighter

Un recorrido que empieza en el extremo sur de estado de Florida, lo atraviesa por completo y expone la miseria humana.        La

cel.base{recuerdo3-coliseo]+97

     Un toro camina al borde de la carretera de tierra. Cuando llega a la ciudad, los peatones levantan sus dispositivos y le apuntan.

Así conocí a Elvira Sastre

 La he leído asediado por mis tics. A la velocidad del sistema judicial peruano, quizás, pero la he leído. Sigo sus actividades en Instagram. No

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