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Vidas cruzadas

El punto más difícil en el proceso de creación literaria es encontrar la técnica que, desde la ficción, permita reproducir a ojos de quien lee, la existencia humana, mucho más en estos tiempos de cinismo y descreimiento.

Panteón familiar, el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2015, obra de la joven escritora mexicana Aura Penélope Córdova (Salvatierra, 1982) y publicado por La Pereza en Miami, con quien presentará el libro durante la primera semana de noviembre en el Instituto Cultural de México en Miami, describe de una forma muy original esa existencia. Se trata de una suerte de biografías ficticias que abarcan todo el siglo XX y solo en un caso, el de Nuria Véguer, alcanzan al XXI. El libro me ha recordado mucho a La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño, y a muchos pasajes de la obra de W. G. Sebald. Precisamente, la misma Nuria Véguer, la última de las biografías que se narran, parece ser la autora de todas las historias de vida que se han leído hasta entonces, cuando afirma: “Escribiré un libro de vidas que abarque a toda mi familia y lo titularé Panteón” (212), si no fuera porque ese recurso, el de la autoría por parte de uno de los personajes narrados, aparece más veces en el decurso de las distintas biografías, como ocurre con Stefan Weger (72), Daniel Albarrán (90) y Eliane Sousa (144). Así que más bien parece que la autora ha creado a una serie de generadores de historias familiares que entrecruzan sus genealogías por esos azares de los que está llena la vida, que reúnen a unas personas y a otras las separan. Como muy bien se afirma en un momento del libro: “Aseguraba, y ese es el ars poetica que recorre su obra, que la realidad no tiene nada que ver con el hombre, los individuos viven en una dimensión estrictamente narrativa para poder existir en eso que llaman realidad, es decir, que el único acceso a la vida era mediante el relato: sólo una narración hacía visibles a los anónimos.” (105) A mi juicio, ese también es el ars poética de la autora, que se complementa con el lugar de donde salen sus historias, que nos descubre este otro fragmento: “La clave que revela la salida es única y radica en la experiencia propia y en la mirada vuelta hacia atrás, en una leyenda oída en la voz de una abuela que muele el nixtamal de día y de noche cuenta historias de brujas.” (40)

La estructura coral de las historias de relatos enlazados, común en esta época de conexiones en red y sobrepoblación, padece a mi juicio la carencia de que cuando se narran esas historias cortas, la mayor parte de las veces se resuelven con el recurso del relato abierto. Eso hace que los textos pierdan fuerza dramática y sean, en los más de los casos, superficiales. No es lo que ocurre con Panteón familiar. El hecho mismo en el que se sustenta el libro, la narración de biografías, permite encarar con todo el dramatismo la existencia humana, como se observa en este terrible pasaje, una clara alusión al Holocausto:

“mientras Sanja monta en Praga su último espectáculo de marionetas, Walter reposa dentro de un ataúd hecho con madera del mismo tronco, a algunos kilómetros de ahí. Cuatro de los niños que aplauden al final de la historia serán huérfanos dentro de los siguientes días, cinco se harán mayores en un país extraño y hablarán en una lengua que ahora desconocen. Dentro de un año, Sanja se encontrará en el mismo vagón de ganado con dos de los niños que celebran el cuento, pero no los reconocerá ni ellos a Sanja. El único que aún estará vivo al cabo de los próximos cinco años, y que ya habrá dejado de ser niño, recordará aquel domingo por la mañana como la última vez que fue feliz.” (173-174)

El texto está dividido en cuatro secciones: “Las naves quemadas”, referido a aquellas personas que abandonan su hogar huyendo o en busca de una vida mejor; “La rama torcida”, en referencia a aquellos que se alejan de su árbol genealógico; “El nudo gordiano”, que resulta el mejor escenario para que se crucen las distintas familias, y en donde la persona que lo lee se hace una composición de lugar del libro completo; y “Ballenas blancas”, en clara alusión a Moby Dick. No es la única referencia intertextual velada. Los escenarios escogidos por la autora: México y Europa principalmente, obligan a numerosas referencias de la literatura universal, como el Gregor Nester de la última sección, que recuerda a Kafka, o las escenas en entornos áridos que traen a la mente a Rulfo.

Se trata de un libro muy pensado, muy bien trabajado y en donde la autora ha puesto muchas horas de esfuerzo. Un texto que se lee de forma muy amena, como si todos esos personajes hubieran existido y que nos hace reflexionar sobre esa existencia humana tan difícil de representar. Mi enhorabuena a la autora.

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