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La derrota de lo real

Lonely astronaut on the beach.

Pablo Brescia. La derrota de lo real. Miami; México DF: SED; Librosampleados, 2017.

Para entrar en la materia de La derrota de lo real, tercer libro de relatos de Pablo Brescia, voy a enfocarme en dos cuentos que resultan ejemplificadores del tono y la temática del libro.

“Gestos mínimos del arte” es un texto que tiene varias lecturas como todos los cuentos que impactan y nos conmueven… Puede ser un relato sobre el arte, el tiempo, la vida, y entonces, voy a Borges. Como si no se pudiera zafar de Borges. En el cuento de La derrota de lo real hay un monje, un artista y un escritor o dos… que encuentran la obra cumbre y la muerte en el mismo momento y de idéntica forma. No son contemporáneos, solo se asemejan en sus situaciones, rompiendo de esta forma una sucesión del tiempo. Esta idea me recordó a “Sentirse en muerte”, un texto filosófico incluido en el ensayo de Borges “Nueva refutación del tiempo”. Cuenta que va caminando sin rumbo una nochecita hacia el sur y se va alejando de los barrios conocidos casi sin darse cuenta: “La vereda era escarpada sobre la calle, la calle era de barro elemental, barro de América no conquistado aún. Al fondo, el callejón, ya pampeano, se desmoronaba hacia el Maldonado. Sobre la tierra turbia y caótica, una tapia rosada parecía no hospedar luz de luna, sino efundir luz íntima. No habrá manera de nombrar la ternura mejor que ese rosado. Me quedé mirando esa sencillez”. Y, después de unos párrafos, concluye: “Me sentí muerto, me sentí percibidor abstracto del mundo; indefinido temor imbuido de ciencia que es la mejor claridad de la metafísica. No creí; no, haber remontado las presuntivas aguas del Tiempo; más bien me sospeché poseedor del sentido reticente o ausente de la in­concebible palabra eternidad”. Creo que “Gestos mínimos del arte” absorbe este texto casi escondido de Borges y lo derrama en una historia como si fuera un arquetipo, como aquel que cuenta sobre los hermanos que se odian y vuelve, incontables veces, a Caín y Abel. Cuando hablamos del tiempo es imposible, después de haber leído a Borges, no cuestionar la sucesión. No sólo es una idea del orden de lo filosófico sino que es profundamente literaria y por lo tanto, constructora de belleza. El cuento de Brescia, me parece, trabaja con esta idea, la cual se extiende por varias páginas de este libro.

El otro cuento que destaco se titula  “Melting Pot”. Aquí un niño migrante, un escritor que escribe y jóvenes en patineta. El cuento respira urbanidad, marginación y peligro; hay un suspenso flotando que indica que algo malo va a pasar. Y pasa… en dos planos: uno aparentemente real y el otro, literario. Y entonces voy a algo personal: en uno de los primeros guiones de cine que escribí contaba la muerte de un hombre, la tristeza de sus días finales y la manera en que se desplomaba su corazón frente al abismo de sentirse solo y viejo. Mi padre murió en circunstancias parecidas y, desde entonces, me asalta el miedo a escribir; las cosas tienen que haber sucedido para que yo las cuente, ya no quiero anticipar muertes de personajes que se parecen a personas que amo. El cuento de Brescia me provocó una duda: grandes cuentistas argentinos han teorizado sobre el status de lo fantástico ligado a lo inquietante y dentro de esto, aparecen los temas más frecuentados: los juegos con el tiempo, el doble, la contaminación de la realidad con el sueño, los fantasmas, la metamorfosis, entre otros. La duda es: ¿será que esto de escribir sobre la tragedia, el horror, la muerte, como una anticipación de lo que va a suceder, es también un hecho fantástico? Aquí aparecería la idea de la literatura como un oráculo, tal vez, un concepto que considero clave para acercarse a la literatura de Brescia y a La derrota de lo real.

De lo que no caben dudas es que Pablo Brescia se afinca en una propuesta que actúa como una llave de lectura para sus lectores. Ante el carácter irreversible del tiempo cósmico, opongamos la maleabilidad del tiempo humano; ante la inexorabilidad de la tragedia, hagamos intentos de ahuyentarla— narrándola.  Así,  La derrota de lo real nos recuerda que, aunque los seres humanos seamos siempre finitos e incompletos, no podemos esquivar la palabra escrita.

 

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