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Yo vengo a ofrecer mi corazón

Por María José Navia

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Enough Said es la última película que filmó James Gandolfini. Es una comedia romántica, o eso parece  a primera vista. Porque lo cierto es que ni es tan comedia, ni es tan romántica. Eva (Julia Louis-Dreyfus) es una masajista que vive sus días de cliente en cliente: el hombre mayor que tiene mal aliento, el jovencito guapo que no la ayuda a subir su mesa de masaje por las escaleras, la mujer frívola que le cuenta todos sus problemas. Eva solo escucha y trabaja. Se ha divorciado hace diez años y tiene una hija pronta a marcharse de casa para empezar la universidad. Eso, y el corazón parchado a medias. A penas.

Un día, en una fiesta, conoce a Albert (James Gandolfini), un gordito que no la impresiona pero que tampoco le da miedo. Eva se siente a gusto. Tranquila. Sonríe. Empiezan una relación basada, al parecer, en la confianza de decirse todas las cosas todas, de poner sobre el tapete sus inseguridades y el terror profundo que les produce quedarse sin sus hijas. O eso parece a primera vista. Porque Eva comienza a trabajar para Marianne (Catherine Keener), una poeta que vive quejándose de su ex marido, quien resulta ser, nada más y nada menos, que Albert. Eva escucha y escucha, dejándose influenciar y envenenar por los comentarios de la ex mujer de su novio, sin contarle nada a él. Y con eso, crack-crack-crack se empieza a abrir la grieta en esta historia.

En un momento, Eva le comenta a su mejor amiga, Sarah (Toni Collette), que Marianne se ha vuelto como un Trip Advisor para su relación, a lo que Sarah contesta: ¿estás comparando a Albert con un hotel? Y Eva responde: ¿y tú? ¿No evitarías hospedarte en un mal hotel si pudieras?

Más que comedia romántica, Enough Said es un despliegue de corazones rotos y ansiedades. Y se agradece esa honestidad que, tras el chiste fácil, o la sonrisa, más que ocultar, subraya de todos colores las inseguridades que se esconden en los personajes. Porque Eva y Albert están muertos de miedo. Pero también están desesperados por vivir.

A eso, se le agrega la historia de Sarah y su marido, medio estancados en un matrimonio amargo (con Sarah obsesionada con reubicar sus muebles o enojándose con la muchacha de la limpieza por cualquier cosa), o la decepción con la vida entera de Marianne, así como también la amiga de la hija de Eva que, sintiéndose incomprendida por su madre, busca refugio en Eva como madre sustituta.

La actuación de Gandolfini es una belleza. La primera vez que salió en pantalla, toda la sala del cine soltó un suspiro. Su interpretación de Albert, con ese humor y franqueza simple, sin dobleces ni malos entendidos, con el corazón ahí expuesto, listo para ser roto en mil pedazos otra vez si es necesario, me conmueven de sólo recordarlo.

En una novela que leí hace poco, la maravillosa El Lugar del Cuerpo de Rodrigo Hasbún, la protagonista comenta “Una mujer de mi edad ya no dice tristeza. Una mujer que ya ha sufrido lo suficiente no dice tristeza”. Esta película, o bien una historia de amor entre personajes que ya se han desencantado tanto, ya no cabe en una comedia romántica sino que prueba sus límites, la rebalsa, en el mejor de los sentidos.

 

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