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Viajar con Alfonsina en el metro

Aquella silenciosa y gris mañana de tardío otoño brooklynense, mientras buscaba un poema del peruano César Vallejo en una antología de poesía hispanoamericana, me entretuve leyendo poemas de Alfonsina Storni. Me detuve en «Cuadrados y ángulos» y lo leí varias veces, incluso en voz alta:

Casas enfiladas, casas enfiladas,
casas enfiladas.
Cuadrados, cuadrados, cuadrados.
Casas enfiladas.
Las gentes ya tienen el alma cuadrada,
ideas en fila
y ángulo en la espalda.
Yo misma he vertido ayer una lágrima,
Dios mío, cuadrada.

Alfonsina me dejó sensibilizado. Al menos, eso creí.

Por la tarde, tras el almuerzo, salí de mi cuevita en Kensington para tomar un café en el barrio de Park Slope. Al subirme al metro en la estación de Ditmas Avenue, vi a una mujer indigente, caucásica, rusa quizás, con la mirada perdida, sentada al final del vagón rodeada de todas sus bolsas. En la siguiente estación, Church Avenue, cambié de carro para ir avanzando, y me encontré con otro hombre indigente, negro, cansado y abatido, también acurrucado al final del vagón con todos sus chunches. En Fort Hamilton avancé un carro más y hallé a una mujer latina con las ropas raídas, la piel sucia y el rostro ajado. Dormía exhausta, con sus ojos cubiertos por su bufanda y su boca entreabierta. Ya en Prospect Park avancé otra vez y vi a una mujer negra, también cansada, también vestida con ropas andrajosas, su mirada derrotada también.

Resurgí al mundo exterior en la estación de Seventh Avenue con el corazón oprimido. Me extrañé al ver que la gente caminaba tranquila por el barrio adinerado. Pero luego, ya sentado en mi café habitual, vi a una de mis actrices favoritas, Parker Posey, guapa y graciosa, tomando un café con dos amigos suyos. Se veía alegre y me alegré. No sé por qué, pero así fue. Leí el resto de la tarde en el café con placer y me desentendí de todo.

Solo después, al repasar las sensaciones del día en la hora calma de la medianoche, caí en la cuenta de lo acontecido.

Esa tarde no vertí lágrimas pero decime, Alfonsina, si las hubiera vertido, ¿me habrían salido cuadradas?

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