En un país donde hoy lo hispano convive con la tensión, Subidos a los anchos hombros nace como un acto de presencia y resistencia. Esta antología —editada con un agudo sentido de lo colectivo y una mirada firme hacia el horizonte— reúne voces diversas que comparten una necesidad común: escribir en español en los Estados Unidos, y hacerlo desde una ciudad tan compleja y vibrante como Chicago.
El título evoca la fuerza de la herencia y el soporte mutuo, pero también señala una geografía literaria en construcción, donde el lenguaje se convierte en herramienta, refugio y testimonio. En esta conversación con su editor, exploramos el origen del proyecto, las implicancias de reunir voces distintas bajo un mismo techo editorial y el valor de esta obra como documento cultural de una ciudad que observa, respira y late en cada página.
¿Qué necesidad concreta dio origen a esta antología? ¿Fue una respuesta a una invisibilidad, una urgencia creativa compartida, o una manera de consolidar una escena literaria que ya venía gestándose?
La necesidad de publicar en español en Estados Unidos es más que concreta, es necesaria, ya que existimos en un ambiente que en estos momentos es bastante hostil en muchos sentidos, y manifestarnos no solo nos hace visibles, nos solidifica en una sociedad a la que le estamos agregando un nuevo paisaje social que es inevitable, guste o no al establishment político. Además, en Chicago hay más de 100 escritores que escriben en español y que necesitan un espacio donde expresarse. Esta antología, de alguna manera, ayuda a cubrir algo de esa necesidad, que por supuesto es mucha.
El título Subidos a los anchos hombros remite al verso de Carl Sandburg, pero también sugiere una idea de sostén colectivo y de herencia cultural. ¿Qué sentido quisiste destacar con esa elección?
Chicago es un lugar especial, muy diferente a otras urbes de Estados Unidos, tiene un aura más cosmopolita. El tipo de inmigrante en esta ciudad busca algo más que el sueño americano; esta es una ciudad industrial, con una vibra muy positiva, donde suceden cosas. El arte y la expresión van de la mano junto al café recalentado del turno de la noche, y el ser latino vive en una fusión de sensaciones cotidianas que lo motiva pero también lo condiciona. El título apunta sin duda a ese espíritu trabajador y creativo a la vez, donde la gente tiene los pies sobre la tierra y sabe que para lograr algo, uno tiene que hacer su juego. En ese ámbito nace Subidos a los anchos hombros: gente que vive con la ciudad a su espalda y que la hace partícipe de su vida en muchos aspectos. En esta antología se trata de traer una realidad, pero también el desafío de crear todos los días un motivo nuevo para seguir adelante.
En el prólogo mencionas que Chicago no es un personaje sino un testigo. ¿Qué implica eso desde tu perspectiva como editor? ¿Qué tipo de mirada sobre la ciudad buscabas reunir y proyectar en este libro?
El ambiente condiciona al ser humano en todas sus dimensiones. Decía Ortega y Gasset que el hombre es el hombre y la circunstancia, y hoy más que nunca, Chicago es esa circunstancia a todo nivel, al menos para aquellos que estamos aquí todos los días. Por eso digo que la ciudad es testigo de lo que hacemos y del momento en que vivimos. Somos resistencia, creatividad, santuario y crimen a la vez. Como editor/escritor eso es excitante y desafiante: ¿cómo podemos retratar esa multiplicidad de facetas al mismo tiempo? Pues creo que una antología es la herramienta perfecta para hacer un muestreo de estilos, de acercamientos, de vicisitudes que nos marcan el día a día.
¿Cómo fue el proceso de editar voces tan distintas en tono, género y enfoque? ¿Hubo algún desafío en equilibrar la diversidad formal y temática sin perder cohesión editorial?
Por definición, toda antología es injusta. Siempre habrá alguien que falta o que sobra, dependiendo de los gustos y esquemas de cada lector. Creo que lograr un balance en lo narrativo es siempre prioridad. Ese balance se encuentra en la diversidad de estilos y en los tipos de acercamientos individuales de cada autor. La idea de Ars Communis es siempre dar espacios a aquellos que no encuentran dónde publicar, por eso veremos que algunos de los autores tienen su primera publicación en esta antología, y es algo que me enorgullece como editor: saber que estamos abriendo un surco donde canalizar esa creatividad en español en Estados Unidos. Desafíos hubo muchos, pero creo que el enfoque de mantener a la ciudad como centro de unidad nos ha servido para que los textos tengan cohesión e hilo narrativo. Esa diversidad en los textos también brinda un gran abanico de posibilidades que hacen a esta antología interesante y necesaria.
¿Qué valor crees que tiene Subidos a los anchos hombros como documento cultural de Chicago y como aporte a la literatura en español que se escribe en Estados Unidos?
Creo que Subidos a los anchos hombros trae una variedad de voces ya consolidadas y otras que hacen sus primeras armas, y eso la constituye en un buen muestrario de lo que está aconteciendo en el ambiente literario de la ciudad. Lo bueno de este trabajo es que, como casi todas las publicaciones de Ars Communis, es un libro que tiene un gran potencial de ser libro de texto en las universidades del medio oeste y del país en general. Como parte evidente de la Literatura del Desarraigo, estos textos dan testimonio de nuestra presencia en este país y de nuestra identidad. Este libro no solo está apuntado a la formación de estudiantes, sino a los futuros maestros y profesores universitarios que serán la futura punta de lanza del español en toda Norteamérica, y creo que eso es un legado válido, conciso y permanente.