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Only in America: un negocio letal

En los últimos 15 meses se han producido por lo menos tres accidentes con armas de fuego en tiendas Walmart, Target, Sam’s Club y Staples.

Un accidente con un arma de fuego interrumpió una boda en el hotel Waldorf Astoria, en Nueva York, el pasado junio. A uno de los asistentes se le disparó la pistola que llevaba oculta en su chaqueta. La bala rozó la cabeza de una mujer e hirió a otras tres personas, por fortuna ninguna de gravedad. Claro, pudo haber sido peor.

La organización norteamericana sin fines de lucro National Gun Victims Action Council (Consejo Nacional de Acción de Víctimas de las Armas, NGVAC) señala que en los últimos 15 meses se han producido por lo menos tres accidentes con armas de fuego en tiendas Walmart, y también en otras como Target, Sam’s Club y Staples.

¿Por qué ocurren estos accidentes con temible frecuencia? Porque a diferencia de otros países desarrollados, en los Estados Unidos la posesión individual de armas no solamente es legal, sino que los fabricantes y vendedores de artefactos para matar la estimulan.

Basándose en una interpretación caprichosa de la Segunda Enmienda de la Constitución, aprobada en 1791 y cuyo objetivo era mantener milicias para defenderse de una posible agresión británica, los políticos se inclinan ante la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), la principal promotora de los negocios de armas. La NGVAC observa que mientras los accidentes con armas de fuego ocurren a menudo, los gobiernos de muchos estados están relajando las leyes de posesión de armas. En Kansas, por ejemplo, desde abril es ilegal exigir a los portadores de armas que pasen un entrenamiento. Para conducir un automóvil, para cortar el pelo, para dar masajes, la ley requiere pasar un entrenamiento. Y para tener un arma, ¿no?

Esto ocurre en el mismo país que inició, por ejemplo, una cruzada muy eficaz contra el hábito de fumar cigarrillos cuando se determinó que el humo del tabaco era mortal. ¿Pero puede haber algo más letal que un arma? Difícilmente. Sin embargo, los políticos permiten que gentes sin entrenamiento anden por ahí con una pistola en el bolsillo, entren armados en establecimientos llenos de personas, y mantengan en sus casas arsenales mortíferos.

¿Para qué quieren tantas armas? ¿Para defenderse de quién? Las pistolas y los fusiles en manos inexpertas no suelen detener a los criminales, sino que terminan matando o hiriendo a víctimas inocentes, causando accidentes –o incidentes– tan trágicos como estúpidos que nunca debieron haber sucedido.

Ya es hora de que los norteamericanos abran los ojos ante las perniciosas consecuencias del negocio de las armas de fuego, cuyos beneficiarios defienden invocando una enmienda constitucional anticuada y despojada de su propósito original.

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