A Manuel Zelaya

En el secundario, cuando tocaban el timbre, salíamos al recreo como perros. Algunos compañeros eran pobres y no tenían para el sandwich. Yo sentía por ellos una pena extraordinaria: la tristeza me cubría los huesos como un manto invisible. Si bien es cierto que no provenía de una familia de dinero, tenía los billetes para el refrigerio. En los días de la adolescencia, las diferencias de dinero se acentúan y se marcan a fuego en las manos y en los cuerpos. Todos sabían quiénes tenían y quiénes no.

El timbre iniciaba la corrida hacia el bar. Avanzábamos como locos, atropellándonos, y algunos caían en el último tramo. El pasillo que antecedía al bar funcionaba como una pista de obstáculos.

Yo compraba dos sandwiches. Uno para mí y otro para que se repartieran entre los compañeros. Había algunos que lo escupían para evitar que los otros le pidieran. Era un gesto típico.

Devoraba el sandwich de salame y me perdía en algún rincón del patio a comer solo. Después aparecían Uraga y Zelaya y hablábamos de los comics que consumía Uraga, solitario. Manuel Zelaya siempre tenía alguna novedad musical. Un día vimos por primera vez la tapa del disco doble de Pink Floyd, ese con Syd Barrett, el inolvidable que después se perdió en los túneles de la oscuridad.

Syd Barrett nos seducía porque había fundado “la banda” y después la había abandonado. Creo que sigue siendo un enigma para mí: un personaje que funda un grupo hermético y que después se va, antes del eclipse, antes de la luz ciega que lo haría brillar. Syd renuncia al éxito, uno de los mitos de la sociedad contemporánea. A la vez, el músico concentra los males del artista romántico: él es el perdido por la droga, el excéntrico que abandona la luna y elige la noche.

En los recreos, nos dedicábamos a repetir los ruidos del disco doble, de difusa tapa blanca. Los recreos funcionaban como un laboratorio de lo que queríamos hacer. Y en el aula había ciertas complicidades sobre lo que habíamos hablado antes.

Syd Barrett es la cifra de una época, es el símbolo de una idea del rock y de las cosas. Antes del heavy metal y del futuro, estuvo Syd Barrett, como una especie de anticipación rockera de dos íconos: Artaud y Rimbaud. A ellos los abandoné después.

Pero esa es otra historia.


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Fabián Soberón

es escritor, profesor universitario y crítico. Nació en J. B. Alberdi, Tucumán, Argentina, en 1973. Ha publicado la novela La conferencia de Einstein (1era. edición UNT, 2006; 2da ed. UNT, 2013), los libros de relatos Vidas breves (Simurg, 2007) y El instante (Ed. Raíz de dos, 2011), las crónicas Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (Ed. Culiquitaca, 2013) y Ciudades escritas (Eduvim, 2015) y ensayos sobre literatura, arte, música, filosofía y cine en revistas nacionales e internacionales. El Fondo Nacional de las Artes publicó textos suyos en la Antología de la Poesía Joven del Noroeste (Fondo Nacional de las Artes, 2008). Es Licenciado en Artes plásticas y Técnico en Sonorización. Fue docente de Historia de la Música en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente se desempeña como profesor en Teoría y Estética del Cine (Escuela Universitaria de Cine), Comunicación Audiovisual y Comunicación Visual Gráfica (Facultad de Filosofía y Letras). Fue finalista del Premio Clarín de Cuento 2008. Con su novela Atalaya obtuvo una mención en el Premio de Novela Breve de Córdoba, con el Jurado integrado por Angélica Gorodischer, Tununa Mercado y Perla Suez. Ganó el 2do Premio del Salón del Bicentenario. Actualmente colabora con Perfil (Buenos Aires), Ñ (Buenos Aires), Boca de sapo (Buenos Aires), Otra parte semanal (Buenos Aires), La Capital (Rosario), El Pulso Argentino (Tucumán), La Gaceta Literaria (Tucumán), Los Andes (Mendoza) y Nuevo Diario (Santiago del Estero). Es miembro del consejo editor de la revista Imagofagia (Buenos Aires). Ha dictado talleres de escritura en Santiago del Estero, Tucumán y Buenos Aires. Ficciones de su autoría han aparecido en Ñ (Buenos Aires), El Pulso Argentino (Tucumán), La Gaceta Literaria (Tucumán), entre otras publicaciones. En el 2014 participó en el Encuentro Federal de la Palabra (Tecnópolis) y en el ciclo “Diálogo de provincias”, de la 40º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En 2014 ganó la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes (Argentina). Textos suyos han sido traducidos al inglés y al portugués.

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