En Ecos migrantes, el periodista salvadoreño Soudi Jiménez ofrece una recopilación de 27 textos que dan voz a las experiencias, luchas y contribuciones de la comunidad migrante latina en Los Ángeles. Las historias que componen esta obra surgieron de su labor periodística en el diario Los Angeles Times en Español, y han sido seleccionadas no solo por su valor narrativo, sino también por su vigencia y profundidad humana. A través de esta entrevista, Jiménez reflexiona sobre su motivación para publicar el libro, la influencia de su propia historia migratoria en su enfoque profesional, y la importancia del periodismo como herramienta de representación y resistencia. Lo que emerge de esta conversación es un testimonio honesto y comprometido con la memoria colectiva de quienes, desde el exilio, siguen construyendo comunidad y dejando huella en el tejido social de Estados Unidos.
¿Qué lo motivó a recopilar estas historias de la comunidad migrante latina en Los Ángeles?
Todas las historias del libro Ecos migrantes han sido publicadas en la sección en español del diario Los Angeles Times. Pero, debido a que en 2019 nuestra publicación, entonces llamada Hoy Los Ángeles, dejó de imprimirse y pasamos a ser una plataforma digital completamente, casi todas las historias han aparecido solamente en la web. Entonces me pareció oportuno seleccionar aquellos relatos que tienen vigencia en el tiempo. Estas historias que aparecen en el libro tienen un valor cultural, histórico, sociológico y antropológico. Mi idea es documentar esas luchas de la comunidad migrante y darle mayor visibilidad a sus contribuciones. Este libro es un espejo de todas y todos los migrantes, y podemos decir que somos parte de la riqueza cultural, económica, científica, social y política de Estados Unidos.
En su experiencia como periodista, ¿cuál ha sido el mayor reto al contar historias de migrantes?
Al vivir y trabajar en una ciudad multicultural como Los Ángeles, el mayor reto que tenemos —no solo yo— todos los periodistas es contar las historias con profunda sensibilidad. Es decir, mostrar esa riqueza cultural y los testimonios humanos de cada comunidad con el valor que merecen, escribir sobre su sufrimiento pero sin ser sensacionalistas. Pienso que eso es clave para hacer periodismo. No puedo decir yo que haya logrado alcanzar ese cometido, eso es algo que deben juzgar los lectores. Sin embargo, eso es lo que me propongo cada día en cada historia. Esa es mi aspiración permanente: escribir con empatía.
¿Cómo ha influido su propia historia migratoria en la forma en que narra los relatos del libro?
Esta pregunta es clave. Antes de ser reportero, soy migrante y lector. Por ejemplo, cuando llegué en 2005 me convertí en un lector de Hoy Los Ángeles, la publicación que precedió a LA Times en Español. A mí me encantaba leer las historias de este diario porque veía a mi comunidad representada, es decir a los salvadoreños y centroamericanos. Había una diversidad en el contenido, era un medio inclusivo. Cuando me convertí en reportero de este medio, en mayo de 2012, traté de continuar ese legado. Sin duda, para escribir es fundamental colocarnos en los zapatos de las otras personas. Pero como migrante y periodista, siempre pienso en la manera de abordar una historia con respeto a mis fuentes. Y me pongo a pensar cómo me gustaría que me trataran a mí, buscando la manera de evitar los estereotipos y enfocarme en la humanidad. Eso me ha llevado a darle voz a comunidades latinas poco representadas. En mi cobertura periodística he abordado historias sobre las naciones centroamericanas, entre ellas las comunidades maya y garífuna; en cuanto a México le he dado visibilidad a las luchas de la comunidad oaxaqueña y afrodescendiente, igual he escrito sobre Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia. Eso es algo evidente en los relatos del libro Ecos migrantes.
¿Cuál de los 27 relatos incluidos en el libro considera el más significativo y por qué?
Es difícil contestar esta pregunta. En verdad, cada uno de los 27 relatos son significativos. Ahora, la historia que tiene mayores antecedentes es la que se llama El pequeño El Salvador. Sucede que yo comencé a monitorear este tema desde 2007, en ese momento yo trabajaba como funcionario diplomático en el consulado de El Salvador en Los Ángeles. En 2012, cuando comienzo a trabajar como reportero de Los Angeles Times le di seguimiento hasta que me autorizaron hacer el reporteo de la historia. Y lo inédito de este caso es que en una ciudad agrícola llamada Mendota, ubicada a tres horas al norte de Los Ángeles, se estableció una comunidad salvadoreña que proviene principalmente del departamento de Cabañas, en la zona central de El Salvador. En la actualidad, la ciudad californiana de Mendota tiene entre 60 y 70 por ciento de habitantes salvadoreños. Este relato tiene mucho valor porque hasta el momento en que fue publicada mi crónica, en junio de 2022, no había sido documentado lo que pasaba en Mendota. Ahora, gracias a mi trabajo periodístico y al libro Ecos migrantes existe un relato sobre este enclave salvadoreño que es un caso excepcional.
¿Qué mensaje espera transmitir a los lectores con esta obra?
En verdad esta obra tiene muchos mensajes. Cada lector incluso va a extraer un mensaje diferente al que yo estoy pensando que tiene. Pero respondiendo a tu pregunta te puedo decir que Ecos migrantes tiene un mensaje fundamentalmente de resiliencia. Desde los ángulos que se vea, uno puede darse cuenta que todas las personas que han dejado su tierra y se han asentado en un territorio desconocido, se enfrentan a un proceso complejo de adaptación. Y a pesar de las adversidades, los migrantes se levantan y salen adelante. Esa capacidad de resistencia y lucha es digna de admirar.
¿Qué papel cree que debe jugar el periodismo en la visibilización de las comunidades migrantes en Estados Unidos?
Es trascendental, sin duda alguna. A través del periodismo no solamente informamos a nuestra comunidad latina que vive en Estados Unidos. Y solamente cuando vivimos en este país nos podemos dar cuenta del valor que tiene la representación. Es por medio de esa representación cultural que le damos visibilidad a la comunidad migrante. Cuando estábamos en nuestras naciones de origen y hablábamos de cultura e identidad no tenía el mismo valor que tiene cuando vivimos en suelo extranjero. En ese sentido, los periodistas hispanos tenemos un gran desafío de mostrar esa riqueza cultural de nuestras comunidades latinoamericanas. Al exponer el legado cultural estamos dándole un rostro propio a cada comunidad y estamos actuando con sensibilidad y respeto, algo que tanto se necesita para difundir información sin estereotipos.