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Raquel Abend van Dalen y su propio cuarto azul

La protagonista de Cuarto azul (Kalathos Ediciones, 2017), Zofianka  Kieslowski, es hija de un tiempo ruin. Sobreviviente de muchas guerras pero sobre todo de sí misma, arrastra un peregrinaje por las geografías de Polonia, Rusia y Alemania para llegar finalmente a Estados Unidos donde decidió convertirse al cristianismo y tomar los hábitos para recluirse en un convento de la ciudad de New York.

Al cabo de algunas décadas, cuando Zofianka recibe una misiva, que no es otra cosa que un destello del pasado, quiebra el mundo que ha construido pacientemente alrededor suyo. El nombre de Henri Wozniak otra vez golpea su memoria. Lejos de rechazarlo, decide ir a su encuentro.

Escrita con un estilo simple y elegante, Cuarto azul es un estudio sobre el lazo misterioso que une a los que esperan, entre el observador y el observado, y sobre el amor y las decisiones desafortunadas.

Además de Cuarto azul, la poeta y narradora Raquel Abend van Dalen (Caracas, 1989) es autora de Andor (SED ediciones),  Sobre las fábricas (Sudaquia) y Una trinitaria encendida (Sudaquia), que obtuvo la Mención Honorífica del XIII Concurso Transgenérico Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana. Entre otras distinciones ha obtenido la Mención Honorífica del Concurso de Autores Inéditos (Monte Ávila Editores, 2012) y de la Mención Honorífica del III Premio Nacional Universitario de Literatura (Universidad Simón Bolívar, 2009). Con estudios en Comunicación Social por la Universidad Monteávila y Magíster en Escritura Creativa en Español por la New York University, Abend van Dalen publicó este mes la antología Los topos mecánicos (Editorial Igneo).

En Cuarto azul vuelves sobre un tema que está presente en tu libro de poemas Sobre las fábricas: la condición de emigrante y el éxodo judío en la Segunda Guerra Mundial. ¿Ese interés tiene que ver porque eres inmigrante y una parte de tu familia sufrió la persecución de los nazis?   

Diría que el hecho de que mi familia haya sufrido una persecución durante la II Guerra Mundial me impuso una condición de inmigrante desde antes de mi nacimiento. El hecho de que haya nacido en una ciudad específica, en un país específico, no bastó para darme una identidad lo suficientemente fuerte como para dejar de sentirme inmigrante, es decir, desplazada de mi lugar de origen. Sin mencionar que luego yo también tuve que migrar a otro país. Y, esta búsqueda, este entendimiento de la relocalización, ha sido posible a través de la literatura. Tanto por mis lecturas, como por los libros que escribo.

Al igual que en Andor, tu primera novela, el personaje de Cuarto Azul también espera, hay un espacio bien delimitado donde el tiempo parecería suspendido hasta que irrumpa lo que se desea o una revelación. En Andor es salir de esa especie de limbo; en la nueva novela, del cuarto de hotel.

La espera. Qué agotador es esperar, ¿cierto? Me gusta jugar con el tiempo al escribir, agotando a mis personajes, desesperando a los lectores. A veces pasamos un día escribiendo una página que luego será leída en menos de un minuto. A veces leemos una página que narra algo que está ocurriendo a lo largo de una década. Este tipo de cosas me interesan mucho. Pero, esperar no. Detesto la espera.

El tono que utilizas para narrar la historia es muy íntimo, y no necesariamente porque gran parte esté en primera persona. A. S. Byatt dice que una vez que se tiene el tono, se tiene la novela.

Ciertamente el tono en Cuarto Azul es muy íntimo. La primera persona ayuda mucho, pero sobre todo la personalidad de Zofianka. Ella, tan ensimismada, tan observadora al mismo tiempo. En el presente de la novela está absorta la mayor parte del tiempo, en esa espera, en un limbo tenso que se genera entre lo que ocurre en su interior y alrededor de ella. La intimidad viene porque estamos en una cabeza muy consciente de sí misma.

Los personajes Zofianka Kieslowski y Henri Wozniak nos recuerdan la complejidad de las relaciones sentimentales. ¿Cómo trabajaste a la pareja?

Me interesaba trabajar a través de Zofianka y Henri la complejidad del deseo, de la falta, de la proyección del amor paterno y materno en el otro. El amor religioso. El amor incestuoso. El amor que solo existe porque nunca va a poder concretarse. El amor sin cuerpo. La pérdida.

En Cuarto Azul recreas la atmósfera de Europa de las primeras décadas del siglo XX. Además de la imaginación, ¿recurriste a documentos, entrevistaste a personas: hiciste un trabajo de campo?

Todo comenzó con una larguísima conversación con mi papá sobre sus recuerdos de la II Guerra Mundial. Una conversación de meses que grabé y transcribí y convertí en una crónica y luego destruí. Años después, comencé a escribir Cuarto Azul y utilicé partes de esa conversación para crear el pasado de Zofianka. También entrevisté a su prima hermana Regina, con quien compartió barraca en Siberia. Vi películas y leí libros ambientados en esta época. Escuchar música clásica de compositores alemanes, rusos y polacos también me ayudó a crear la atmósfera que buscaba.

Por estos días salió Los topos mecánicos, antología que compilaste y en la que todo gira entorno al subterráneo. Cuéntame cómo empezó el proyecto.

La editorial Igneo me dio la oportunidad de crear una antología de autores hispanos e inmediatamente propuse el tren subterráneo como tema. Quería usar un escenario que diariamente se llena de historias. Basta subir la mirada adentro de un vagón para que a uno le den ganas de registrar lo que ocurre. Las cosas que uno ve y escucha en un tren son alucinantes.

El índice incluye autores de varias generaciones como países, y muy buenos. Están María Negroni, Lina Meruane, Sergio Chejfec, Giovanna Rivero, Gastón Virkel, Sara Cordón, Mariana Graciano, entre otros. ¿Qué criterio tuviste a la hora de convocar a los escritores?

Quería agrupar y registrar un grupo de autores de distintas edades y nacionalidades cuyas voces considero potentes y lúcidas, todas muy únicas en su estilo. Además, la mayoría de los autores son inmigrantes. En muchos casos hablan de los trenes de sus nuevas ciudades o de las ciudades que dejaron atrás. Me interesaba que hablaran de desplazamiento ya habiendo experimentado el desarraigo.

Los topos mecánicos tiene textos de no ficción, poemas, ensayos personales, crónicas, relatos…

Comenzó siendo una antología de no ficción y a lo largo de la compilación los géneros se fueron abriendo naturalmente. Los autores fueron proponiendo textos que cruzaban fronteras y no tenía sentido que me resistiera. Me gusta cuando los libros toman el control sobre el autor. O, en este caso, la compiladora.

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