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Qué excelente día para un exorcismo

En 1971, la casa editorial Harper & Row publicó la novela The Exorcist (El Exorcista), de William Peter Blatty.

      El escritor estadounidense basó su texto en un caso de posesión demoníaca de 1949 considerado verídico y que tuvo lugar en Washington, D.C. El autor se enteró del mismo en 1950 cuando era estudiante en Georgetown University. De ahí que la novela y la famosa película del mismo nombre que salió en 1973, situaran gran parte de la acción en ese escenario.

      Quien le compartió la historia del caso fue un sacerdote jesuita al que años después, en mi propia alma máter de Nueva York, Fordham University, yo tendría la oportunidad de entrevistar para una de mis clases.

      La novela de Blatty es hoy considerada clásico del horror. En su momento, recibió críticas mixtas, pero triunfó comercialmente, al igual que la versión cinematográfica. El libro copó la lista de los bestsellers durante un año y, hasta el presente, ha vendido sobre 13 millones de ejemplares. La película, mientras, recibió 10 postulaciones al premio Oscar (algo poco usual para una película de horror), y ganó dos galardones en la entrega de 1974. En términos de ingresos de taquilla, y ajustando para la inflación, la cinta The Exorcist ha generado desde entonces casi mil millones de dólares en ganancias.

Una restaurada, una nueva

     Para celebrar el 50 aniversario de The Exorcist, una versión restaurada y extendida (con final alternativo) de este filme dirigido por el recientemente fenecido William Friedkin, y que causó furor, pavor y terror en todo el mundo, engalanará teatros selectos el 1 y el 4 de octubre, en un evento organizado por Fathom Events y Warner Bros. Mientras, el 6 de octubre estrenará en los Estados Unidos una nueva secuela, The Exorcist: Believer.

     A manera de sorna, se ha dicho ya en las redes sociales que Pazuzu, el demonio original en la mitología del libro y de esa primera cinta, y que posesiona al personaje de la niña Regan MacNeil (Linda Blair), fue quien hizo que el director David Gordon Green llevara adelante este proyecto, descrito como primero de una trilogía. Otros, que fue sencillamente la plata.

     Sea Pazuzu, rey de los vientos malignos de origen asirio-babilonio, o el billete verde, la inspiración para revivir el tema, lo cierto es que la nueva película ha causado expectativa y emoción entre los fanáticos del género, pero también quejas y dudas. Se cuestiona cómo puede Green, responsable de haber reactivado la franquicia de las películas Halloween con Jamie Lee Curtis, honrar el clásico de Friedkin sin desmerecerlo a la vez. Que ha sido la maldición de todas las otras secuelas a la cinta original, y las cuales ignorará la trama de este largometraje.

     Para asegurar cierta continuidad entre el clásico original y esta segunda parte, Green logró algo que ninguna de las otras películas había podido hacer: que regresara la actriz Ellen Burstyn a interpretar el papel de Chris MacNeil, la madre de la niña poseída. Salvo por ella y por Linda Blair, las otras dos figuras estelares de The Exorcist, los actores Max von Sydow y Jason Miller, ya han fallecido.

El cura que ayudó a Blatty y a Friedkin

     Aparte de que Friedkin filmara The Exorcist en Washington, D.C. y en Irak, también realizó algunas escenas en el recinto del Bronx de mi universidad, Fordham. Específicamente, en el sótano de un glorioso edificio de inspiración gótica, Keating Hall, centro del campus, en una escena en la que el Padre Karras (Jason Miller), escucha grabaciones de la voz poseída de Regan. Algunas otras escenas se rodaron en el edificio Hughes Hall, pero éstas fueron descartadas, y solo sobrevivieron las de Keating Hall.

     Thomas Valentine Bermingham, el sacerdote jesuita que fue maestro de Blatty en Georgetown, y que luego enseñó latín en mi escuela, fue asesor técnico del filme y tuvo una pequeña participación actoral en el mismo. Lo entrevisté en 1983, cuando él residía en un hogar para sacerdotes de Fordham llamado Loyola-Faber Hall. En mis notas lo describí como un hombre afable, de cabello blanco, ojos azules, gafas y voz suave, que no tuvo reparo en compartir lo que sabía conmigo.

     Bermingham consideraba a Blatty su mejor estudiante, “pero siempre le daba B porque le gustaba escribir estas farsas cada vez que tenía que someter un ensayo”. El padre le dijo al discípulo en una ocasión: “Sé que algún día escribirás algo por lo que te voy a dar una A”. Y eso mismo hizo el futuro autor.

      Blatty acudió al cura para buscar materiales que lo ayudaran con su exploración del tema del exorcismo, y de esa investigación salió su novela. Tiempo después, cuando el director Friedkin se aprestaba a rodar la cinta y se enteró de quién era Bermingham, lo contrató para que colaborara en la producción y hasta le ofreció un papel, que él aceptó.

     Pero cuando Bermingham vio el pietaje inicial del exorcismo, le dijo a Friedkin que estaba errado. El sacerdote volvió a socorrerlo proveyendo esta vez una vídeo grabación que había diseminado el entonces Papa Paulo VI a los religiosos para educarlos sobre el rito a seguir al exorcizar y sobre cómo luce una posesión. El director descartó lo anterior y comenzó a filmar de nuevo de la manera más acertada y verídica posible (si bien, a fin de cuentas, esto es Hollywood y había que amplificar la posesión).

     “El rito del exorcismo hay que tomarlo con mucha precaución, porque no es algo que se comprende del todo”, me dijo Bermingham en nuestra charla de una hora, que abarcó además desde los aspectos filosóficos del mal y la manera de conducir un exorcismo hasta el rol de la psiquiatría y la medicina moderna para descartar supuestas posesiones. “El misterio del mal es uno muy complicado, profundo y difícil de enseñar”.

      Antes de despedirme, le pregunté si él había presenciado alguna vez un caso verídico de posesión. Contestó que no, pero que un colega suyo le había contado de una experiencia que había vivido en España.

     “Me reveló que cuando terminó el exorcismo, una masa negra salió de la boca de la víctima y desapareció”, recordó.

     Al igual que con un exorcismo, una película, por más prometedora que luzca, puede fracasar. Habrá que ver si The Exorcist: Believer, gana entonces la batalla de la taquilla.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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