Subo al auto y cargo las mochilas de mis hijos. Ellos se acomodan en los asientos. En el recorrido pasan por la ventanilla los peatones ágiles, los edificios medianos, los cerros distantes y verdes. Mientras recorremos los metros largos de la avenida, mi hija, de seis años, me pregunta si yo me he dado cuenta de que, al leerle un cuento, ella puede inventar los colores y las cosas que son narradas. “Puedo poner los colores a lo que me lees”, dice.

Llevo los brazos en el volante y sonrío. Ella insiste: “¿sabías eso?” Asiento. Mi hija apela a la imaginación y yo refuerzo su idea pensando que con la poesía sucede una experiencia similar. Cuando leemos los poemas tenemos la posibilidad de encontrar en los versos un mundo paralelo creado en la lectura, un orden arbitrario y cierto entre las letras y los silencios de la página. Los lectores somos demiurgos pequeños y poderosos. Tuerzo las manos y giro en la esquina estipulada. Como un Sísifo moderno, conduzco hasta el colegio.

En mi mediana vida, en los últimos diez años, no he hecho otra cosa que cuidar a mis hijos y buscar la poesía. Con mis hijos, la etapa tendrá un fin, una caducidad lenta. Cuando sean adultos seguirán siendo mis hijos pero ellos no estarán en mis brazos como bebés ni los encontraré en la puerta del colegio.

Con la poesía se trata de una búsqueda infructuosa, fracasada. Aunque sé que es así, lo único que he intentado es escribir poesía. Si en algunos de mis textos hay poesía, yo no lo sé. Nadie sabe exactamente dónde está la poesía. Ocurre como con el tiempo, según el santo de Hipona. Sí nadie me pregunta qué es, tengo la impresión de que la poesía me rodea o se me aparece. Sí alguien pregunta, no lo sé.

¿Alguien podría explicar qué es la poesía?

Fabián Soberón

es escritor, profesor universitario y crítico. Nació en J. B. Alberdi, Tucumán, Argentina, en 1973. Ha publicado la novela La conferencia de Einstein (1era. edición UNT, 2006; 2da ed. UNT, 2013), los libros de relatos Vidas breves (Simurg, 2007) y El instante (Ed. Raíz de dos, 2011), las crónicas Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez (Ed. Culiquitaca, 2013) y Ciudades escritas (Eduvim, 2015) y ensayos sobre literatura, arte, música, filosofía y cine en revistas nacionales e internacionales. El Fondo Nacional de las Artes publicó textos suyos en la Antología de la Poesía Joven del Noroeste (Fondo Nacional de las Artes, 2008). Es Licenciado en Artes plásticas y Técnico en Sonorización. Fue docente de Historia de la Música en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán. Actualmente se desempeña como profesor en Teoría y Estética del Cine (Escuela Universitaria de Cine), Comunicación Audiovisual y Comunicación Visual Gráfica (Facultad de Filosofía y Letras). Fue finalista del Premio Clarín de Cuento 2008. Con su novela Atalaya obtuvo una mención en el Premio de Novela Breve de Córdoba, con el Jurado integrado por Angélica Gorodischer, Tununa Mercado y Perla Suez. Ganó el 2do Premio del Salón del Bicentenario. Actualmente colabora con Perfil (Buenos Aires), Ñ (Buenos Aires), Boca de sapo (Buenos Aires), Otra parte semanal (Buenos Aires), La Capital (Rosario), El Pulso Argentino (Tucumán), La Gaceta Literaria (Tucumán), Los Andes (Mendoza) y Nuevo Diario (Santiago del Estero). Es miembro del consejo editor de la revista Imagofagia (Buenos Aires). Ha dictado talleres de escritura en Santiago del Estero, Tucumán y Buenos Aires. Ficciones de su autoría han aparecido en Ñ (Buenos Aires), El Pulso Argentino (Tucumán), La Gaceta Literaria (Tucumán), entre otras publicaciones. En el 2014 participó en el Encuentro Federal de la Palabra (Tecnópolis) y en el ciclo “Diálogo de provincias”, de la 40º Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En 2014 ganó la Beca Nacional de Creación otorgada por el Fondo Nacional de las Artes (Argentina). Textos suyos han sido traducidos al inglés y al portugués.
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