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Piel inédita de Miguel Ángel Torres Vitolas: entre el silencio, la incomunicación y la percepción del bien esquivo

unnamed-31-383x590-2Hace más de diez años, Miguel Ángel Torres Vitolas (Cusco, 1977) dio a conocer su primer libro de relatos, titulado Animales baldíos (PUCP, 2001). Pese a su extraordinaria calidad, el libro pasó como una estrella fugaz por el mortecino cielo literario limeño. Que yo recuerde, no obtuvo reseña alguna, ni tan siquiera un comentario en cualquier medio de comunicación (por lo general, ávidos de novedades literarias, cuando éstas vienen de grandes e importantes sellos editoriales). La repercusión que tuvo el libro, del cual se imprimieron apenas doscientos ejemplares, distribuidos entre familiares y amigos, se restringió a un reducido aunque entusiasta círculo de lectores. Hay que reconocer que el mismo Torres Vitolas se interesó muy poco en divulgar el libro. Convencido de que la labor del autor es la de escribir con la exigencia que desde siempre se impuso antes que vender un producto, él continuó escribiendo una vez que el libro ya había sido publicado. Después viajó a París y quienes nos quedamos en la Lima de aquel entonces le perdimos el rastro. Del escritor que poco tiempo antes publicara sus cuentos, apenas nos quedaba el libro.

Hace algunos meses, apareció en España el nuevo libro de cuentos de Miguel Ángel Torres Vitolas, titulado Piel inédita (Eclipsa, 2013). Compuesto de once cuentos de extensión similar, estos cuentos son lo que queda de una cantidad mucho mayor escrita por el autor cusqueño a lo largo de todos estos años de silencio. Después de haber leído el libro, escueto y contundente, se me ocurre que bien pudo haber incluido otros cuentos que han aparecido en diversos medios (como el excelente “Uro en París”, con el cual ganó el “Premio de las mil palabras” de Caretas). No obstante, también se me ocurre que, lo mismo que las atmósferas y personajes que nos presenta en Piel inédita, Miguel Ángel Torres Vitolas ha continuado apostando por expresar lo menos posible, hacer de sus palabras el negativo fotográfico del silencio. Un negativo fotográfico que nos presenta diversos rostros de ese silencio, rostros como la amargura y la melancolía en medio de la incomunicación.

4efbb7f9aef70a8c091174.L._V367388772_SY470_-2Poco importa si en los cuentos de Piel inédita se trata de un vínculo de amistad, una historia de amor o de los lazos familiares cuando las relaciones humanas están cicatrizadas de incomprensión. Las anécdotas que aborda Torres Vitolas – una tarde de playa, una llamada telefónica, incluso una cena en un KFC, entre otras – pueden parecer en sí de lo más banales; sin embargo, el arte con el que están contadas, la densidad que se esconde detrás de cada gesto de los personajes, las salva de la banalidad, entregándoles un sentido diferente. Ocurre que en los cuentos de Piel inédita, detrás del suceso anecdótico parece latir algo más que no se dice, ni tan siquiera se sugiere, pero que se deja adivinar. Se trata de algo inminente que no llega. También de algo que no se puede decir porque es la vida misma y ella es inefable. A lo más, la intimidad – como la que tienen las parejas – puede permitir cierto grado de comprensión pero ésta nunca es total. La zozobra que viven los personajes, en medio de las situaciones más cotidianas los lleva a frecuentar los demás sin poder transmitirles nada de nada. Así lo expresa un padre a su hijo en el cuento “Él murió a los 53 años”: “- A veces, yo me pongo a pensar en cómo (la vida) será contigo. Ya sabes lo que irás a hacer, si serás así distinto como pareces./Iba a decir algo más, movió las manos hacia delante, pero llegó entonces el mozo con la bandeja”. (p.24). La providencial llegada del mozo distrae al narrador, quien cuenta en primera persona, pero también permite dejar a su padre en aquel silencio imposible de formular.

El tono con el que están escritos los cuentos evita entregar a lo contado un carácter extraordinario. La desgracia que los personajes sienten sin decir (o sin llegar a formular) no adquiere ningún valor extraordinario o único. Antes bien, lo mismo que la realidad en la que viven, pese a agobiarlos existencialmente, es al mismo tiempo una circunstancia del todo normal, como el tiempo, la vejez inevitable, el amor que se pierde. Pareciera que la vida misma se impone a todos o cada uno, borrando los sueños de juventud (“El tercer cerdo”), la necesidad de un reconocimiento (“La felicidad”) y el amor que alguna vez existió entre dos personas (“Una última vez”). Lo que queda de ellos, de nosotros, es precisamente esa piel inédita a la cual alude el título, una nueva gastada por la experiencia pero nueva – acaso para siempre – para la vida, esa exaltación que todos esperan sin que llegue jamás. (Porque siempre es demasiado tarde o demasiado temprano y nunca es el momento exacto).

Imaginemos tan solo un instante que a la hora de valorar un libro no cuenta quién lo apadrinó, en qué editorial fue publicado, quiénes son los amigos del autor y tantas otras variables completamente ajenas a lo literario pero que contribuyen y determinan su recepción. De ser así, no me queda ninguna duda de que, cuando se trata de literatura peruana, muchos de los libros que en este momento los lectores llenan de elogios, porque uno o dos formadores de opinión los elogiaron perdería visibilidad, acaso ocuparían el discreto lugar que en verdad merecen. No es el caso de Piel inédita, un libro que, de inmediato, ocuparía el lugar que le toca. Sin embargo, se trata solo de una suposición que, estoy seguro, provocaría un levantamiento de ceja en Miguel Ángel Torres Vitolas. Lo mismo que sus personajes, él vive en el silencio, impuesto pero también escogido como forma de vivir; sin embargo, a diferencia de ellos, interroga sin cesar dicho silencio y le da forma mediante la literatura. Gracias a la literatura, el autor de Piel inédita da forma a la vida misma sin atreverse a darle una respuesta, esta no existe, sino mostrándonos cómo ella se  escapa de nuestras manos, las manos de unos animales desamparados, tristes, cansados.

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