Se sabe: evocar a Julio Cortázar (26 de agosto de 1914-12 de febrero de 1984) es evocar al autor que aparentemente no envejecía, que inventaba lenguajes inauditos, que jugaba a la rayuela y a los cronopios, famas y esperanzas, que perseguía utopías políticas y literarias. El espíritu de renovación y la fuga ante las reglas son las características reconocidas de esta “marca registrada”. A treinta años de su muerte y cien de su nacimiento, su lugar en la literatura argentina y latinoamericana está asegurado. Una cátedra en la Universidad de Guadalajara creada por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, su firme presencia en las ferias de libro, la reedición e integración de algunos escritos en varios volúmenes —la “obra crítica”; las cartas— el proyecto de las obras completas en nueve tomos y nueve mil páginas auguran posteridad, es decir, la lectura, la crítica, la re-evaluación y el re-descubrimiento de la obra.
En ese sentido, las efemérides literarias ayudan a la empresa. En centenarios y aniversarios, por un rato nada más, se colectiviza un sistema y un sentimiento, en este caso, cortazariano. El proyecto de Cortázar sampleado. 32 lecturas iberoamericanas aprovechó ese espíritu para hacer un libro alejado de las reverencias y de las celebraciones inertes y más cercano a los encuentros y desencuentros que han tenido algunos escritores-lectores con los relatos, novelas, libros miscelánea, ensayos, poesía, cartas o hasta la misma figura de Cortázar. La idea era preparar una antología de lecturas reuniendo principalmente narradores nacidos en los sesenta, setenta y ochenta, es decir, algo lejos de aquella “marca registrada”. ¿Quiénes de ellos y ellas leen a Cortázar? ¿Por qué y cómo lo leyeron, lo leen?
Y en ese cruce de recuerdo o presente de lectura, práctica autobiográfica o relato de auto o semi-ficción, reflexión literaria y toma de posición estética, comenzaron a llegar ensayos de escritores provenientes de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, España, México, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela; algunos viven en Barcelona, Chicago, Florida, Iowa, Nueva York, París.
Cómo acabar con/en Cortázar. De eso se trata con los escritores que no nos provocan indiferencia. Los ensayos reunidos en este libro hablan de muchas cosas, pero principalmente de dos: por un lado, la fuerte presencia de lo que —a falta de mejor nombre, diría él— podríamos llamar universo o sistema literario; por el otro, las prácticas de lectura —via Cortázar— que se materializan en este libro y nos hablan de cómo nosotros, escritores-lectores, construimos desde un pasado presente no sólo nuestro gusto literario, sino también nuestras posiciones estéticas y nuestra relación con la tradición.
Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato
porque de impaciente que se halla mi alma
se me está saliendo por el pie”.
Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.