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No más mascarillas, una esperada victoria frente al coronavirus

¡Al fin! El 13 de mayo, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) anunciaron que las personas que se han vacunado completamente ya no necesitan usar mascarillas, ni siquiera en lugares cerrados, con algunas excepciones.

“Pueden volver a hacer las cosas que habían dejado de hacer debido a la pandemia”, dijo Rochelle Walensky, directora de los CDC.

Walensky explicó que después de dos semanas de haber completado su vacunación, las personas pueden quitarse las mascarillas en espacios cerrados bajo techo e incluso en medio de multitudes, como en conciertos o partidos deportivos, y que no tienen que observar la medida de distanciamiento social de seis pies que estuvo vigente hasta el jueves 13 de mayo.

Las nuevas recomendaciones indican que todavía hay que usar mascarillas en hospitales, autobuses y aviones, aunque es posible que esa precaución también cambie pronto.

Este cambio esperado se debe al progreso alcanzado con la campaña de vacunación, a la que el presidente Joe Biden dedicó una gran energía desde el primer día de su gobierno. Aproximadamente el 35 por ciento de la población norteamericana (poco más de 117 millones de personas) ya estaba totalmente inmunizada el 13 de mayo, y se espera que la inmunidad colectiva se alcance en julio.

El presidente Biden y la vicepresidenta Kamala Harris celebraron la noticia en una conferencia de prensa llevada a cabo el jueves en la tarde en los jardines de la Casa Blanca. Ninguno de los dos llevaba mascarilla.

“Si están completamente vacunados y se pueden quitar la mascarilla, se han ganado el derecho a hacer algo por lo que los norteamericanos son conocidos en todo el mundo: saludar a los demás con una sonrisa”, dijo Biden, sonriendo.

El mandatario exhortó a las personas que aún no se han vacunado, que lo hagan cuanto antes.

El 13 de marzo de 2020, el entonces presidente norteamericano Donald Trump decretó el estado de emergencia nacional por la epidemia de coronavirus. En Miami-Dade, donde resido, el entonces alcalde Carlos Giménez había decretado la emergencia en el condado dos días antes, el 11 de marzo. Ese mismo día, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró que el COVID-19 podía “caracterizarse como una pandemia”.

Ha pasado más de un año. En ese tiempo, algunos a regañadientes, otros obedeciendo las disposiciones de las autoridades sanitarias, aprendimos a vivir de una manera insólita. Aprendimos a mantener una distancia física de los demás (el llamado “distanciamiento social”), a cubrirnos la boca y la nariz con mascarillas, a lavarnos las manos con frecuencia, a usar desinfectante para las manos también con frecuencia, a limpiar todo cuanto comprábamos. Aprendimos a trabajar y a estudiar de manera remota, confinados en nuestras viviendas, comunicándonos con colegas, profesores y condiscípulos a través de la pantalla de la computadora o del teléfono móvil. Aprendimos a rehuir el contacto físico, la cercanía, el abrazo y el beso, pero tratando en todo momento de no perder nuestra humanidad, de sonreír con los ojos cuando llevábamos la mascarilla, de sustituir el apretón de manos por un fugaz toque con los codos, de comunicarnos con familiares y amigos mediante todas las tecnologías a nuestro alcance.

Algunos no cumplieron con las normas; hicieron caso omiso a las recomendaciones de los científicos. Esos se contagiaron, o trasmitieron la enfermedad, o estuvieron en grave peligro de ambas cosas. Pero los que aceptamos el cambio temporal en nuestra existencia con el optimismo de que íbamos a salir adelante y que no íbamos a contagiar a ningún familiar, a ningún amigo, a nadie, los que nos vacunamos para no enfermarnos y para no enfermar a los demás, hoy dimos un salto de alegría y nos sentimos vencedores en esta batalla contra el coronavirus.

El triunfo ya está ahí, al alcance de la mano. Ahora nos toca completar la campaña de vacunación en los Estados Unidos, lograr la inmunidad colectiva y ayudar a otros países que tienen menos recursos, por solidaridad y porque esta pandemia es una amenaza mundial que hay que erradicar totalmente para que todos en este planeta estemos a salvo. Y nos toca también exigir que los gobiernos, las empresas, cada uno de nosotros, estemos mejor preparados frente a una nueva epidemia que pueda surgir en el futuro. Que la pandemia del coronavirus que este 13 de marzo estamos derrotando en los Estados Unidos nos sirva de salvadora lección.

 

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