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El libro verde

Aunque no soy vegetariana (ojalá pudiera, pero mis instintos carnívoros son demasiado fuertes), desde hace años trato de incorporar la mayor cantidad posible de frutas y vegetales a mi dieta. Hoy me gustaría compartir una receta tomada de unos de mis libros favoritos, Food is Your Best Medicine (La comida es tu mejor medicina). Su autor es el doctor Henry Bieler, uno de los primeros médicos que decidió tomar una ruta diferente a la de los medicamentos para curar a sus pacientes.

El libro, publicado por primera vez en 1965, todavía se encuentra en circulación, y por buenas razones. La premisa fundamental del doctor Bieler es que la nutrición adecuada es la base de una buena salud.

La toxemia

Uno de los principios expuestos en el libro es que la causa primaria de las enfermedades no son los gérmenes, sino la “toxemia,” una condición causada por el estrés, así como por alimentos y estilo de vida inadecuados.

Estas declaraciones fueron novedosas en los años sesenta, cuando la mayoría de los médicos se limitaba a recetar píldoras o inyecciones. Hoy día existen muchas prácticas alternativas que complementan a la medicina tradicional de modo que los planteamientos del doctor Bieler tienen más vigencia que nunca.

Un enfoque holístico

En lenguaje sencillo, sin frases rebuscadas ni términos técnicos, “La comida es tu mejor medicina” ofrece el resultado de cincuenta años de práctica médica. ¡Toda una vida dedicada a sanar a los demás! Y al parecer su autor predicaba con el ejemplo, pues el doctor Bieler vivió hasta los ochenta años, manteniéndose activo hasta el final.

Hay que aclarar que no se trata de un libro de recetas de cocina ni de tratamientos específicos para esta o aquella dolencia, sino que presenta un enfoque holístico sobre el tema de la alimentación. El doctor Bieler explica que cada paciente debe ser tratado individualmente, de modo que su obra contiene muchos principios generales en lugar de remedios particulares.

“La medicina no se puede practicar a partir de un libro, sino partiendo de un estudio cuidadoso del paciente, pruebas de laboratorio, etc.,” escribe el autor. “(El paciente) es un individuo con características particulares y su tratamiento debe ser, por lo tanto, específicamente para él. No puedo intentar, como si fuera un vendedor de ropa, que personas de distintos tamaños se adapten a un abrigo de talla única.”

Dele un descanso a la sartén

Estamos acostumbrados a comer la mayoría de los alimentos cocinados —y muchas veces fritos, ya sea en aceite de oliva (los que se preocupan por su salud) o en manteca de puerco, que será mala para el colesterol, pero vaya que sí es sabrosa. Sin embargo, tal vez sea buena idea darle un merecido descanso a la sartén.

El doctor Bieler recomendaba comer alimentos crudos siempre que fuera factible, ya que se pueden digerir más fácilmente. Hace varios años se puso de moda la llamada dieta crudívora (les juro que es la palabreja existe, no la he inventado yo). Quienes la practican sostienen que consumir alimentos crudos permite conservar todos los nutrientes originales como proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales, al igual que ciertas enzimas que se destruyen en el proceso de cocción. Sin embargo, este enfoque tiene bastantes detractores. Hay que tener en cuenta que cocinar de los alimentos permite la eliminación de las bacterias que puedan contener. Aparte de que la acción del fuego mejora muchísimo el sabor de la comida. (Intenten zamparse un filete o un huevo crudo para que lo comprueben…)

Supongo que un término medio es lo más aconsejable en este asunto. Comer verduras y frutas crudas, pero cocer la carne y el pescado—a no ser que te guste el sushi, claro.

Otro punto importante para el doctor Bieler era ingerir la mayor cantidad posible de fibra por lo que animaba a sus pacientes a usar las hojas, tallos y partes sólidas de las frutas y vegetales.

Un caldo milagroso

Uno de los remedios más populares del famoso doctor es el llamado “Caldo de Bieler.” Es sencillísimo de preparar y muy sabroso.

Se trata de una sopa de vegetales creada especialmente para restaurar el equilibrio ácido-alcalino y los niveles de sodio y de potasio en el cuerpo. Aquí les copio la receta.

Ingredientes:

4 tazas de agua

1 libra de judías verdes picadas en trocitos

4 calabacines cortados en rodajas finas

3 tallos de apio bien picaditos

1 puñado de perejil

Instrucciones:

Pon agua a la candela. Cuando rompa a hervir añade los ingredientes, empezando con los calabacines y terminando con el perejil.

Cocínalos durante 15 ó 20 minutos, o hasta que los vegetales estén tiernos.

Ponlo todo en la licuadora y mézclalo.

En mi licuadora uso la opción de “batido verde”.

El caldo se puede refrigerar y guardar hasta cinco días.

A veces le añado por mi cuenta ingredientes que no están en la receta original, como unas rebanadas de pepino o un puñadito de cilantro.

En algunos sitios en la red he leído que se le puede agregar una cucharadita de ghee (mantequilla clarificada que en la medicina ayurveda se considera un depurador natural) para darle un poco más de sabor.

No lo he intentado todavía, pero me parece un detalle apetitoso por el gustito a nuez que tiene el ghee.

¡Buen provecho!

 

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