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Los secuestrados en Matamoros y el turismo médico

El secuestro de cuatro ciudadanos estadounidenses en la ciudad de Matamoros, en el estado mexicano de Tamaulipas el pasado 3 de marzo, y el asesinato de dos de ellos, volvió a destacar el ambiente de violencia en esa región fronteriza con Estados Unidos.

     Tamaulipas está en la lista de «No viajar» del Departamento de Estado de Estados Unidos, debido a la delincuencia y los secuestros. «Los grupos criminales apuntan a autobuses de pasajeros públicos y privados, así como a automóviles privados que viajan a través de Tamaulipas, a menudo tomando pasajeros y exigiendo pagos de rescate», señala el Departamento de Estado.

     En la última década, Tamaulipas se ha convertido en una palestra de organizaciones de narcotraficantes y otros criminales, que se enfrentan en guerras por controlar territorios y aterrorizan a los residentes. También llevan a cabo numerosos secuestros para pedir rescates. En Matamoros opera el Cartel del Golfo, una de las principales entidades del narcotráfico. El Cartel del Golfo pidió disculpas por la muerte de los dos estadounidenses, un hombre y una mujer, y entregó a cinco de sus miembros a las autoridades locales. En el secuestro también murió una ciudadana mexicana que pasaba por el lugar y fue alcanzada por una bala perdida, señaló Ken Salazar, embajador de Estados Unidos en México.

     Los cuatro estadounidenses secuestrados —dos hombres y dos mujeres— fueron desde Carolina del Sur hasta Matamoros al parecer para «comprar medicamentos en México», según dijo el presidente de ese país, Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, familiares de las víctimas dijeron que la mujer que sobrevivió, Lativia Washington McGee, había ido a Matamoros a someterse a una cirugía estética, acompañada por dos amigos y una amiga.

     La tragedia en Tamaulipas también puso de relieve el turismo médico que realizan numerosos estadounidenses y que en ocasiones puede conducir al peligro.

     Antes de la pandemia de la COVID-19, aproximadamente 1,2 millones de estadounidenses viajaban a México anualmente para recibir tratamiento médico, informó Josef Woodman, director ejecutivo de Patients Beyond Borders, una empresa que publica una guía de atención médica en el extranjero. Actualmente, indicó Woodman, «el mercado se está recuperando rápidamente en México, casi al nivel anterior a la pandemia».

     Muchos estadounidenses cruzan la frontera con México o van a países como Costa Rica y la República Dominicana para adquirir las medicinas o recibir los procedimientos médicos o dentales que necesitan. Y también, presionados por el bombardeo publicitario constante que impone un culto a la belleza física y a la imagen hipersexual, para someterse a cirugías que mejorarán su apariencia, por una fracción de lo que les costaría en Estados Unidos.

     Este turismo médico está impulsado por el elevadísimo costo de la medicina en Estados Unidos, donde los precios de los medicamentos y de los tratamientos no están regulados, donde los profesionales de la salud y los hospitales facturan sumas exorbitantes, y donde el cuidado de la salud está en manos de compañías de seguros privadas, que cobran altas tarifas a sus usuarios a la vez que les niegan muchos tratamientos o medicamentos. El sistema de sanidad estadounidense, donde todo está privatizado, excluye a los que no pueden sufragar sus elevados costos; por eso muchos buscan en el extranjero la atención médica que en su país no reciben. La tragedia de los cuatro norteamericanos en Matamoros ha sacado de nuevo a la luz la crisis del cuidado de la salud en Estados Unidos.

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