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Los Estados Unidos superan la cifra de cien mil muertes por el COVID-19

Martes 26 de mayo de 2020: Los Estados Unidos acaban de rebasar la cifra de 100.000 muertes por la pandemia de coronavirus. Es con mucho el país con la mayor cantidad de fallecimientos por el COVID-19 en todo el mundo. También tiene el mayor número de casos activos, 1.144.717 en el momento de escribir este artículo.

En comparación, España tiene 27.117 muertes; Italia, 32.955; Francia, 28.432. El Reino Unido, uno de los países más castigados, ha sufrido 37.048 muertes. China, el país donde surgió el brote, tiene un saldo fatal de 4.634 víctimas, desde hace muchos días no ha registrado ninguna muerte nueva, y actualmente tiene 81 casos activos. La epidemia se ha cebado en los Estados Unidos.

La respuesta del gobierno norteamericano a la amenaza de la pandemia ha sido errática y desastrosa. Desde que China cerró la ciudad de Wuhan al advertir una avalancha de casos de neumonía atípica, incluso desde que muchos países europeos tomaron medidas estrictas para frenar los contagios, en los Estados Unidos hubo tiempo suficiente para determinar un curso de acción y ponerlo en práctica.

Pero al principio el presidente Trump restó importancia al coronavirus, mientras buen número de sus seguidores suscribía una teoría conspirativa: que se trataba de una estratagema de los demócratas para sabotear la reelección del mandatario republicano. Esa pérdida de tiempo costó muy caro: según un estudio de la Universidad de Columbia, se pudieron haber salvado 36.000 vidas en los Estados Unidos si las medidas de distanciamiento social se hubieran aplicado solamente una semana antes de la fecha en que se implementaron, alrededor del 15 de marzo.

No hubo confinamiento. El distanciamiento social es una broma en los supermercados, llenos de gente que no tienen otro lugar a donde ir después que cerraron los centros comerciales y que no respetan las señales para mantener una distancia con los demás clientes. No se tomaron medidas como congelar los precios de los productos básicos y fijar límites a la compra de artículos de primera necesidad, para evitar el acaparamiento y la especulación. Durante muchos días en los supermercados no hubo agua embotellada ni papel higiénico. Los desinfectantes a base de alcohol para las manos desaparecieron como por encanto. No se facilitó al público la adquisición de mascarillas y guantes. Ni siquiera había suficientes equipos para el personal sanitario.

Se permitió que las empresas despidieran a millones de empleados sin un plan de contingencia para las personas que de la noche a la mañana perdieron su medio de vida. La ayuda monetaria de 1.200 dólares por adulto que el gobierno federal entregó en mayo apenas alcanzó –o no alcanzó– para pagar el alquiler o la hipoteca mensual de la vivienda. Entretanto, los multimillonarios norteamericanos aumentaron sus ingresos en 434.000 millones de dólares entre mediados de marzo y mediados de mayo. Jeff Bezos, el dueño de Amazon, la colosal empresa de ventas en Internet, y Mark Zuckerberg, el propietario de la red social Facebook, fueron los más beneficiados, con 34.600 millones y 25.000 millones más en sus bolsillos, respectivamente. La crisis del coronavirus, evidentemente, no afecta a todos por igual.

Ahora, a pesar del saldo trágico de la pandemia, el gobierno vuelve a abrir tiendas, restaurantes, bares, playas. Trump está decidido a poner la economía en marcha de nuevo a como dé lugar. La gente está cansada de tantas restricciones. Es comprensible. Pero la dura realidad es que el sistema norteamericano no supo afrontar la pandemia con eficacia y humanidad, y la consecuencia es visible en la penosa estadística de más de cien mil muertes.

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