Novelas de venganza
Nacido en 1954, productor de la televisión británica hasta perder su trabajo, a los cuarenta años James Grant decidió empezar a escribir y decidió también buscarse un seudónimo; eligió Lee Child para que sus libros pudieran ubicarse en las estanterías entre los de Raymond Chandler y los de Agatha Christie. Y no le fue nada mal: ya va por el título número veintiuno de la saga de Jack Reacher –uno al año, que comienza a redactar indefectiblemente los 1º de setiembre–, ha vendido más de sesenta millones de ejemplares y sus historias han empezado a adaptarse al cine, con la actuación de Tom Cruise en el papel del singular investigador.
Ex policía militar, dos metros de estatura y cien kilos de peso –a imagen y semejanza del propio autor, no a la de Cruise, quien mide un metro setenta y pesa setenta kilos–, adicto al café y a los largos silencios, Reacher es prácticamente un vagabundo sin domicilio fijo, que deambula en ómnibus de línea de un lado a otro de Estados Unidos, país al que Child se mudó un año después de publicar en 1997 su primera novela, Zona peligrosa. Nacido en 1960 en Berlín a raíz de las actividades de su padre, un marine finalmente asentado en Corea, Reacher combina la inteligencia de los viejos detectives del género de enigma, la soledad y el desencanto de los detectives noir, y la fuerza bruta de un luchador prácticamente invencible que aparece, a modo de un superhéroe de carne y hueso, allí donde lo necesiten.
Algo así ocurre en las dos breves historias que componen Noche caliente, publicado en Argentina por la editorial independiente blatt & ríos. Ambas podrían leerse como precuelas del Reacher adulto, al que teníamos acceso hasta el momento. La historia que da título al libro transcurre la noche del miércoles 13 de julio de 1977, cuando Nueva York sufrió el apagón más grande de su historia, y cuando a Reacher le faltaban “tres meses y dieciséis días para cumplir diecisiete años”, aunque ya acostumbraba a sacar provecho de su físico formidable. Una agente del FBI, de apellido Hemingway, caída en desgracia; una muchacha, poco más que una adolescente, que lo acompañará en su aventura nocturna; un asesino serial y un traficante de drogas afecto a las peores prácticas mafiosas, son los contertulios de Reacher, quien ya ha comenzado a abrirse camino a golpes de puño y cabezazos. La segunda, “Guerras pequeñas”, de factura acaso más compleja, sucede en 1989, y el joven investigador debe descubrir a un homicida que termina siendo su propio hermano (el lector está informado del asunto desde un principio). Cortante, seco, veloz, en ambas narraciones el lenguaje es parte directa y esencial de personajes y tramas, y los imita y sustenta hasta en sus más sorpresivos giros.
“Reacher proviene de una tradición que se remonta a los mitos nórdicos y que alcanza su máxima expresión en el caballero medieval que era expulsado de la corte, al perder el favor del monarca, y se veía obligado a vagar por los caminos sin dirección ni raíces”, le dijo hace un tiempo Child a un corresponsal del diario español La Vanguardia, en su apartamento de Manhattan. Y en otra entrevista, tratando de explicar los altos montos de violencia de sus obras, el escritor sostuvo que los “buenos” la usan “como una imagen del sistema legal. La gente está frustrada porque sabe que esas soluciones no se pueden aplicar en la vida y aquí encuentran un desahogo. Cuando Jack Reacher pega un tiro en la cabeza a un terrorista estamos ante una metáfora. Escribo novelas de venganza y están bien así”.
Noche caliente. Dos historias de Jack Reacher, de Lee Child, Editorial blatt y ríos, Buenos Aires, 2017, 207 páginas