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#LaBola: amores galácticos

¿Cuántas veces te han dicho que estar vivo es una maravilla? Que si la vida es una sola, que si nacemos y morimos solos, que si la perspectiva es solo la manera de ver tu vida desde distintos ojos. Hace unos días me di cuenta de que era múltiple, y no lo digo con orgullo, pareciera una ventaja, un sino destinado solo a los elegidos, a los clarividentes de esta vida. Verse acojona. Verse te expone, no a los otros, esos puedes pasártelos por donde te dé la gana, te muestra a ti, tal cual eres, despojado de hipótesis sobre conceptos edulcorados, dejándote pensar que en cada circunstancia de tus vidas puedes ser el peor, no el héroe inconstante que todos tenemos dentro y que es más extraño que los otros. Eres otro para ti y mientras no lo sepas menos eres tú. Soñé ese día que mi hijo era un héroe, subía a un autobús dispuesto a inmolarse por sus amigos y yo lo noqueaba de un puñetazo para salvarlo, para tenerlo, para tenerlo vivo y no mártir. La inocencia es el arma más poderosa de la historia… pero cuánto cuesta, cuanto de amor se va en ella, cuánto de semilla quemada en un porro galáctico… me duele el pecho, siento una carroña apoderándose de mi carne y de mi alma amorosa, siento unas manos aferradas a mi carne que me arrastran hacia mí mismo y no me salvan, o sí me salva, me salvan de todo menos de mí.

Al despertar tenía una cara de hule, mis manos tocaron la porcelana de la taza del café y no sentí nada. No sentí nada, no sentí nada.

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