La obra de Roberto Bolaño está conectada a través de una red de personajes, motivos y ciudades.
Mucho se ha hablado de Los detectives salvajes, la célebre novela del también célebre Roberto Bolaño. Se ha hablado de la vitalidad que desprende, que llevó a muchos jóvenes a iniciarse en la literatura tras leerla; del sino de los poetas latinoamericanos, comparable al sino de los simbolistas franceses del siglo XIX; del carácter posmoderno de la obra, con una estructura rizomática, en red pero sin centro. Excepto del último punto y su carácter formal, no hablaré de nada de eso en esta entrada.
En el vídeo que acompañaba al magnífico volumen de ensayos Bolaño salvaje (Candaya, 2008), coordinado por Edmundo Paz Soldán y Gustavo Faverón, Rodrigo Fresán advierte de que la fascinante biografía personal de Bolaño puede apantallar la importancia de su obra. Han pasado más de doce años desde la muerte de este genio de las letras y, aunque su figura sigue obnubilando, es su obra lo que se mantiene para los que disfrutamos de su escritura. De ella será de lo que hablemos.
En una columna dedicada a la estética del enlace, publicada hace ya tiempo, quien esto escribe mencionaba la obra completa de Bolaño como uno de los ejemplos de esa estética contemporánea del enlace, o lo que es lo mismo, de la interconexión sistemática y generalizada de contenidos. Hacía esa observación después de presenciar la exposición “Archivo Bolaño”, comisariada por Ignacio Echevarría. Un libro como Los detectives salvajes, elevado a los altares de la literatura posmoderna contemporánea y narrado a partir de esa escritura rizomática antes mencionada debería contradecir mi hipótesis. Pero una lectura detallada del libro confirma mis palabras y demuestra que ese rizoma, estructurado a partir de complejas y potentes simetrías envuelve toda la obra del autor chileno, dándole otra significación.
Es cierto que a Bolaño se le ha calificado como el gran escritor posmoderno en lengua española por el uso de estructuras rizomáticas, por la fragmentación de sus obras y por el carácter metaficcional de sus tramas, protagonizadas por escritores en la mayor parte de los casos. Los detectives también cumple esas premisas, al narrar la historia de un grupo de poetas que pretenden fundar un movimiento literario en el México de la década de 1970 como si fuera una novela policíaca. Pero esas características no son óbice para que encontremos muchos enlaces entre la novela y otros textos de Bolaño. No solo me refiero a la aparición de Auxilio Lacouture, narradora de Amuleto, testimonio único del capítulo 4 de la segunda parte de Los detectives salvajes. En el libro nos encontramos también con el escritor francés Arcimboldi (170), primer intento de materializar al escritor alemán Benno von Archimboldi, el protagonista de la trama metaliteraria de 2666 junto con los desiertos de Sonora, que también figuran en Los detectives salvajes cuando los protagonistas se lanzan a la búsqueda de Cesárea Tinajero, la primera poeta del realismo visceral. De hecho, existen paralelismos notables con la otra gran novela de Bolaño, como la mención a Santa Teresa (408), la ciudad imaginaria en donde se desarrollará la acción principal de una de las partes de 2666, del que la propia Tinajero apunta el título: “allá por el año 2600” (596), hasta el punto de observarse una simetría creativa. En este sentido, muchos son los críticos que han tratado de explicar la novela póstuma del escritor chileno en una búsqueda a veces infructuosa. Por eso se ponen los pelos de punta cuando, al llegar a la página 397 nos encontramos que: “el meollo de la cuestión es saber si el mal (o el delito o el crimen o como usted quiera llamarle) es casual o causal. Si es causal, podemos luchar contra él, es difícil de derrotar pero hay una posibilidad, más o menos como dos boxeadores del mismo peso. Si es casual, por el contrario, estamos jodidos. Que Dios, si existe, nos pille confesados”, que es a mi entender el tema principal de 2666.
Lo más interesante del caso es que las conexiones no se circunscriben solo a las dos grandes novelas de Bolaño, o a una secuela de Los detectives salvajes, como es Amuleto. También se extiende a otras piezas menores como el relato “Clara”, publicado en Llamadas telefónicas, que surge de una supuesta relación sentimental autobiográfica de Arturo Belano, y que en Los detectives se cita de forma parcial y con un desenlace distinto a través del testimonio de María Teresa Solsona Ribot (511-525). Son estos enlaces los que me permiten afirmar, dado el breve tiempo en que Bolaño desarrolla la mayor parte de su obra (entre 1996 y 2003, la fecha de su muerte), que ésta ya se encuentra más o menos desarrollada en su mente y es una imagen TAC de esta, aunque es cierto que también sufrirá variaciones en el momento de concretarse en el negro sobre el blanco de la página.
En este sentido, si comparamos la obra de Bolaño con las posmodernidad tardía, en particular con la cinematografía de Quentin Tarantino, autor canónico de la posmodernidad fílmica, y más concretamente, con su película bélica: Inglourious Basterds (Malditos bastardos en España), en este film encontramos los elementos tópicos del posmodernismo tardío. En especial, el desinterés por el realismo, el uso del pastiche, el gusto por los géneros y la inclinación por la parodia. A Tarantino lo que menos le importa es el rigor histórico de la película. Prefiere decantarse por el juego metaficcional. Esto se observa a las claras en el tercer capítulo de la película: “German Night in Paris”, donde toda la trama es cinematográfica hasta la inversosimilitud (difícilmente se sustenta desde el realismo que una judía adolescente huida de la Lorraine acabe regentando un cine ella sola en el París ocupado en tan solo tres años). Pero eso no le importa en absoluto a Tarantino, y la historia se aguanta bien porque en todo momento se ha narrado desde esa perspectiva y el espectador está preparado para las menciones a directores alemanes de cine y al cine bélico norteamericano.
Podemos hacer un paralelismo entre Inglourious Basterds y Los detectives salvajes. Ambas, se sustentan por una trama meramente metaficcional. Pero los enlaces que se observan en Los detectives con el resto de la obra de Bolaño brillan por su ausencia en la película de Tarantino pese a que este sea autor de una extensa obra. La película de Tarantino es claramente posmoderna, Los detectives resulta ser una obra más que posmoderna, pues anticipa toda la obra futura de su autor, desde su otra gran novela: 2666, hasta algunos de sus relatos menos comentados. Se puede afirmar que toda la obra de Bolaño está conectada por una red de personajes, motivos, ciudades… Y de esta forma, el autor construyó un gran relato de su contemporaneidad a partir de relatos parciales y fragmentarios de distintos géneros y estilos, lo cual es significativamente distinto al posmodernismo canónico.