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La era digital y el escribidor (en problemas)

Busco en el diccionario de la Real Academia Española la palabra escribidor y me encuentro con tres definiciones:

  1. m. y f. Escritor prolífico.
  1. m. y f. irón. escritor.
  1. m. y f. coloq. desus. Mal escritor.

Las tres me parecen muy acertadas para aquellos que hemos decidido (con valentía) afrontar los tiempos que corren para este oficio de trabajar y crear con las palabras.

En los últimos meses he buscado trabajo con ahínco. Cuando hablo de buscar trabajo, eso significa uno en el cual tienes un horario y te pagan. Porque desde que dejé un trabajo de esos, no he dejado de escribir, editar y corregir. Ya fueran cosas personales, para medios electrónicos o de papel o para editoriales. A veces se cobra, a veces no.

Pero más allá de eso, se me metió a la cabeza la peregrina idea de buscar un trabajo donde sólo trabaje con palabras. Y me he dado un buen golpe de realidad. Porque eso de escribir bien es algo natural, por lo que entiendo en las diferentes ofertas de trabajo que he visto. Porque más que nada les interesa que sepas utilizar las redes sociales, conocer el funcionamiento de AdWords, de RSS, entre otras cosas. En pocas palabras, lo de escribir es lo de menos. Mientras no cometas faltas de ortografía…

Tendrás que escribir como loco, muchos contenidos, todos bien pensados y en muy poco tiempo. También tienes que saber subir estos contenidos a un gestor, buscar una foto o un vídeo que los complemente o, mejor aún, que ayuden a evitar el aburrimiento del supuesto lector. Y, por cierto, no te olvides de repetir y repetir una misma palabra en un texto y que tenga más de cuatrocientas palabras. Porque si no, el Google (ese Dictador) no te toma en cuenta.

En la mayoría de los casos lo que buscan las empresas, o como dicen los posmodernos, las startups, son chicos muy jóvenes con ganas de aprender y eso sí, que no quieran cobrar mucho y que no les importe firmar un contrato que se renueve, en el mejor de los casos, cada tres meses. Si puede ser becario, mucho mejor. Eso sí: que sepa todo lo anterior, que no moleste y mucho menos que no estorbe.

Es así como ha nacido la generación de los escribidores.

Esos seres que escriben mucho y muy bien (sonrisa irónica). Aunque lo cierto es que la gran mayoría (me incluyo) pertenecemos a la última definición, lo cual implicaría que no está tan en desuso.

Como periodista me siento triste, pues los medios han dejado ser opción y nos han dejado a merced de las empresas de marketing, perdón, startups. Como escritor, me siento ofendido.

En fin, ya he pasado de las cuatrocientas palabras. Puedo ir cerrando este artículo que nace con la esperanza de que la escritura y sus artesanos recuperemos la dignidad que la realidad, nuestra rabiosa actualidad (nunca mejor dicho), nos ha robado.

 

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