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«La bruja adopta múltiples formas». Entrevista a Nicolás Poblete.

          «La bruja adopta múltiples formas»«La bruja no muere. Puedes perseguirla y masacrarla, pero ella va a reaparecer, tal como el monstruo. La bruja se recicla, se puede vestir con ropajes diversos, pero es omnipresente. Incluso en frases como “ella es una bruja”, “esto es un acto de brujería” o “caza de brujas” vemos que ella ha pasado a formar parte de nuestros imaginarios», afirma el escritor Nicolás Poblete Pardo desde la ciudad de Santiago de Chile. En su libro de poemas, Swimming the witch, las protagonistas son dos brujas que dialogan en una atmósfera habitada por perros, criaturas monstruosas y secretos.

              El aire que se respira es denso pero el estilo transparente, ya que el autor chileno eligió plasmar la historia en inglés. Como Nabokov, Conrad y tantos otros artistas que no eran anglosajones, Poblete Pardo encontró en ese idioma la libertad para expresar un mundo extraño y no menos hermoso.

            «La bruja es un portal fenomenal y, si ves el caso de Macbeth, donde Shakespeare incorpora estéticas del manual en contra de las brujas que escribió el King James (quien también tradujo la Biblia y permitió su expansión en Occidente), comprendes que su poder está unido a la contingencia política», agrega el escritor para Suburbano. «La bruja opera con un poder alternativo, que no es el poder oficial, porque ha tenido que buscar caminos oblicuos para sobrevivir».

             Swimming the witch sale por Cuarto Propio, editorial chilena que publicó los primeros trabajos de Pedro Lemebel y Diamela Eltit, entre otros autores fundamentales de la literatura latinoamericana.

       Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis). Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island. Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE. UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).

                 Cuéntame tu relación con el idioma inglés.

            El inglés no es mi lengua materna, pero he tenido la posibilidad de estudiarla y, también, de enseñarla a estudiantes de pedagogía en inglés y traducción, a través de una serie de cursos que exploran su origen y evolución, desde los primeros poemas épicos, como Beowulf hasta las hablas populares que se extienden por las comunidades angloparlantes. Creo que la literatura latinoamérica dialoga muchísimo con la tradición anglo, que cuenta con pilares fundacionales en la forma de representar estéticas, géneros, tendencias e imaginarios.

                 ¿Qué limitaciones y ventajas encontraste a la hora de escribir los poemas en ese idioma?

                  Algunos surgieron directamente en inglés. Es algo que ocurre con la traducción, donde el desafío es intentar representar un estado de ánimo o la lealtad de un refrán, por ejemplo. A veces es casi imposible. Algunas expresiones, imágenes y giros me surgieron directamente en este idioma. Otros poemas son traducciones más libres de los segmentos más líricos de Dame pan y llámame perro. Más que limitaciones, vi posibilidades para expandir, repasar, reinventar observaciones surgidas de Clara, y de su madre, las protagonistas de Swimming the witch. Yo mismo las pude ver operando más allá de los límites de la novela.

                 Hay una tradición de autores que han elegido el inglés, que no es su primera lengua, como manera de manifestarse creativamente. ¿Qué obras y escritores has disfrutado?

                  Es una locura fascinante lo que sugieres, y no solo en el inglés. Ahora estoy leyendo el monumental estudio de Brian Boyd sobre los años rusos de Nabokov. Obviamente tenemos el revelador ejemplo de Beckett con sus ires y venires entre el inglés y el francés, y, yendo a Europa del Este, el caso de la húngara escribiendo en francés, Agota Kristof, y la paradigmática figura de Herta Müller, quien, como parte de la minoría alemana en Rumania, escribe en alemán, aunque denuncia la opresión del régimen de Ceausescu en Rumania. Ella misma ha dicho que domina el rumano, pero que no se atrevería a escribir en ese idioma. Clarice Lispector, por ejemplo, fue una emigrante ucraniana cuyo destino podría haber sido los Estados Unidos, pero resultó siendo Brasil. ¿Qué hubiera escrito en ese idioma? Es un tema apasionante.

                 Los personajes de la madre e hija del libro mantienen un diálogo en que no se siente el conflicto, más bien son cordiales y de mucho afecto. ¿Qué te seduce de esa relación?

             Sí, el estar entre ellas es bien afectivo, más allá de las dificultades obvias y de las diferencias entre sus posturas existenciales frente a la vida, porque la hija es muy ingenua y bien intencionada; ella sería la hija ejemplar de una madre devota y religiosa. Pero su madre es lo opuesto, una profesora de Historia, con H mayúscula, que representa lo más factible. Su actitud es la de «a mí no me vienen con cuentos». Ella es rebelde, pero aquí aparece como una bruja, un ser que es blanco fácil de los castigos sociales, entonces el costo es caro, y se paga con su alieanción mental. Probablemente lo más importante al relacionarse con otro sea intentar entender a ese otro desde su perspectiva, no de la mía, entonces ahí ellas interactúan con un respeto profundo. Con compasión.

                ¿Por qué abordar la figura de la bruja en el siglo XXI?

               La bruja adopta múltiples formas y está lejos de ser un constructo de la edad media. De hecho, la bruja vive un revival hoy, a través de películas y, también, de reciclajes de distinta índole, como tarotistas, adivinas y hasta terapeutas de prácticas homeopáticas. Asimismo, las mujeres en general están consiguiendo más visibilidad en cargos públicos y políticos. Entonces rápidamente saltan las alarmas frente a una mujer empoderada, autónoma, capaz de controlar los ritmos de su propio cuerpo. Un aspecto clave es que las sanadoras y curanderas (porque la esfera médica gravitaba en las mujeres) practicaban abortos. Si ves que hoy esta lucha se sigue dando, se sigue debatiendo, ves que hay mujeres estigmatizadas como brujas, por estar en esta posición.

               Habitualmente la percepción que se tiene del brujo es diferente a la de la bruja. ¿Cuál será el motivo?

         El motivo es obvio: la misoginia. Si ves las representaciones de los brujos, nunca son hombres feos o degradados, mientras que la bruja ha de ser fea, con los rasgos que se asociaron: nariz grande, verrugas, pelos desgreñados. Esto lo hizo Shakespeare en Macbeth: habla de lo hediondas que son, de lo asquerosas; tienen bigotes, etcétera. Sí que hubo persecuciones de hombres brujos, pero a menor escala. Generalmente estaban relacionados con alguna bruja mujer, o eran acusados en cazas de brujas más numerosas, donde surgía el pánico y se abría una ventana, un estado de excepción, donde se rompía el estereotipo de la bruja mujer y otros caían. Pero en general no eran acusados por hacer brujerías diabólicas y tampoco por interacciones sexuales con el demonio.

               Cuando fuiste con el proyecto de este libro totalmente escrito en inglés a la editorial, ¿cómo lo recibieron?

               Aquí debo agradecer a Marisol Vera, editora de Cuarto Propio, una casa editorial que dio espacio a autores como Pedro Lemebel o Diamela Eltit en sus inicios como escritores, y una de las pocas que publica ensayo, poesía, crítica y teoría. Marisol es también traductora y se mostró muy interesada en este proyecto. Fue algo bien especial, un diálogo muy lindo. De hecho, ella misma reafirmó la idea de expandir estos personajes de Dame pan y llámame perro en otro espacio textual, y así ver cómo se presentaban con esta traducción de estéticas. Su apoyo fue clave.

                Estudiaste en los Estados Unidos. ¿Cuéntame de esa experiencia?

               Fue un total lujo hacer mi MA, PhD y post doc en Washington University in St. Louis, mi alma mater de la que tengo los mejores recuerdos. Nunca había visto un sistema de bibliotecas más espectacular. Podías pasártela investigando, leyendo, enseñando, había muchísimas posibilidades para expandir tus estudios y también para dar clases. Pero sí que era una burbuja y, viviendo en el Midwest, sientes esta disociación, tan solo manejando entre Missouri y Kansas o Illinois. La segregación en mi mismo barrio era feroz, entonces ves que hay muchos más guetos de los que uno podría imaginar viviendo en NY o LA.

 

Vera

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