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La apertura cubana: un magistral gambito literario

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La trama de La apertura cubana, que mezcla ajedrez en el tablero y verbal, se basa en una confusión de identidades. La pasajera del avión secuestrado, hija de padre cubano y madre judía, que sufre los interrogatorios de un burdo teniente de la Seguridad, ¿tiene o no algo que ver con la adolescente cubana autora de un querido (y esporádico) diario en el que echa pestes de todo lo humano y lo divino, comenzando por su madre y su hermana?

La novela se mueve entre los relatos en las voces de estas protagonistas. Así, las escenas van desde las mortificaciones de la Previa (una especie de boot camp isleño para estudiantes de un preuniversitario militar) a las conversaciones, monólogos más bien, de la viajera detenida en una celda de la Seguridad.

¿Cuál es el lazo que las une? ¿Quién es quién?

La apertura cubana está además sazonada con unos juegos lingüísticos tan jugosos que harán que el curioso lector vacile entre dejar de leer unos segundos para apuntarlos y que no se le olviden…para después soltarlos como si fueran de su propia cosecha. Afortunadamente, su fuerza de succión es tal que resulta difícil cerrar el libro para tomar apuntes. Sugerencia: leer con lápiz y papel  al lado. O si se tiene la novela en Kindle, hacer anotaciones en amarillo.

Entre bromas y veras, La apertura cubana capta dos franjas de tiempo de la vida en la isla, cada una con su propia coloración, léxico y ansiedades. No se pierdan esta partida de ajedrez novelístico con variantes agudas y gambitos inesperados.

Entrevista al autor

Teresa Dovalpage: ¿Cómo surgió la idea para esta novela?

Alexis Romay: La idea de La apertura cubana me asaltó de un golpe en circunstancias que prefiero no revelar pues tienen cierta conexión con la trama. A diferencia de su predecesora, Salidas de emergencia, en la que en muchas ocasiones durante el proceso de escritura no tenía idea de qué pasaría en el siguiente párrafo (e iba, a sugerencia de Machado, haciendo camino al andar), La apertura cubana surgió como Atenea de la cabeza de Zeus: completamente formada. Comencé a escribirla un primero de noviembre, y siete noches después conocía el desenlace y qué piezas debía mover en el tablero para llegar a él. Solo era cuestión de ponerlo en letra de molde. O, si lo prefieres en términos ajedrecísticos, debía proponer un gambito, rechazar otro, y tener siempre presente que en el ajedrez no hay nada tan dramático y bello como un sacrificio de dama.

Teresa Dovalpage: Es un regalo de los dioses cuando las novelas  salen así, ya hechas, y uno no tiene más que transcribirlas. ¿Y por qué decidiste usar una voz femenina para contarla?

Alexis Romay: Jamás consideré valerme de un personaje masculino. Eso es por aquello de que gato escaldado del agua caliente huye. En mi primera novela, el protagonista compartía conmigo ciertas semejanzas: un empleo, algunos códigos generacionales y los dos éramos, como nos definiera la policía cubana de los años 90, “ciudadanos con características”, que era el eufemismo al uso por aquellos días para referirse a jóvenes mestizos o negros. Esa coincidencia hizo que, más allá de mis intenciones, la novela tuviera cierto toque autobiográfico. Y llevo más de un lustro explicando a amigos y parientes que no, que no soy el David Martín de Salidas de emergencia. (Habiendo dicho eso y por otra parte, ¿qué escritura no es autobiográfica?).

En esta ocasión, en la que iba a narrar en primera persona —mediante las transcripciones de un interrogatorio en una unidad de policía y las entradas de un diario de adolescente—, quería evitar escribir desde una óptica masculina. Iba a sonar a que estaba contando mi historia, cosa que no era para nada el caso. Pero hay una razón más poderosa: creo que lo hice por el reto que presuponía narrar desde un punto de vista tan distinto al mío. Fue un acto de libertad creativa casi absoluto, que, además, me dio la posibilidad de explorar y parodiar ciertos textos y contextos que nos inculcara el machismo-leninismo. De ahí que me hiciera tan feliz que en mi ronda de primeras lectoras —entre las que te cuento— a todas les convencieran las voces femeninas del libro. Fue una experiencia inédita e irrepetible. No estoy diciendo que no volveré a escribir desde la perspectiva de un personaje femenino. Pero cuando ocurra, para cantártelo con cadencia de bolero, ya no tendrá ese sabor de la primera vez.

Teresa Dovalpage: A mí me pareció muy convincente la voz femenina. Y ya sabes que desde que leí esta novela te dije que estaba entre mis preferidas. ¿Tienes una rutina para escribir? ¿Cuál es?

Alexis Romay: Eres tú quién debe decirnos algo sobre tu rutina, ya que eres una de las voces más prolíficas de la literatura cubana. Mi rutina de trabajo por estos días es precisamente la falta de una rutina. Hasta hace unos meses, cuando trabajaba en una editorial neoyorquina, escribía en el trayecto al trabajo y de regreso a casa, en un viaje en tren que duraba unos cuarenta y cinco minutos. Ahora que he regresado a la docencia, entre preparar clases, calificar exámenes y el copón divino, no me queda mucho tiempo para esbozar el próximo manuscrito. Apenas si me alcanzan los minutos para mantener mi blog al día. Ah, pero ya se aproximan las vacaciones de verano, y ahí pienso comenzar mi tercera novela…

Teresa Dovalpage: ¡El copón divino, sin dudas! Pero seguro que algo bueno saldrá de estas vacaciones veraniegas porque el escritor no puede dejar de escribir, así de simple. ¿Te sientes heredero de algún autor en particular?

Alexis Romay: Esa pregunta la dejo a los críticos, siempre sedientos de establecer conexiones entre esto y aquello. Te puedo decir a quiénes releo, que al final, supongo, son los autores que más me han marcado. Pero temo que estaría haciendo un listado de los sospechosos habituales. Hay un término muy preciso en inglés, que quizá no hemos sabido trasladar bien al español: namedropping. Traducido, mal y pronto, quedaría como “dejar caer nombres”. (En buen cubano: especular). Pero como Schopenhauer me enseñó a que no anduviera citando en vano, te los ahorro.

Teresa Dovalpage: Me encanta la traducción cubiche del terminacho. Actualmente, los escritores tenemos que ser también promotores de nuestros libros, a la par, y a veces hasta por delante de los editores. ¿Qué planes tienes para ayudar en la promoción de tu novela?

Alexis Romay: Estaba pensando en posar sin camisa para el suplemento literario de El País. ¡Si tienes otra idea, dame un timbrazo!

Teresa Dovalpage: Sí que la tengo: un videoclip en tu website. Ahora no sólo tenemos que “especular” y promover, sino también multimediar…¿qué crees? ¡Buena suerte con La apertura cubana, mi amigo!

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