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Historia del chihuahua viejo que se mudó a Alemania

A mi amigo Felipe,

a todos los que, cuando lo vemos, lo extrañamos.

 

—Ale, ¿cómo le digo a Adrián que Cantor se murió?

—Papi, eso fue hace rato…

—Pero no, qué hace rato de qué… se va a poner triste el Adrián…

—No sé. Dile que se perdió.

—Se va aponer a buscarlo por todo el condominio.

—Sí, pero no lo va a encontrar, papi.

—Tiene que haber una mejor manera. Una forma en que no llore y salga por ahí como un loquito con esa linterna sin pilas con la que anda por la noche iluminándolo nada.

—Dile que se lo regalaste a un viejito al que se le había muerto su perro.

—¡No! Pobre viejito.

—¿Qué?

—Nooo, que pobre el viejito, con lo triste que tiene que estar. No creo que el perro de alguien así, un perro ajeno, lo vaya a arreglar, que va…

—Papi.

—Además, el perro del viejito era un Chihuahua y el Cantor es un pastor alemán, que vaaaa…

—Papi, que el viejito es de mentiras, ¿recuerdas?

—¡Oh! ¿Era de mentiras?

—Sí, lo inventaste para regalarle a Cantor, para no decirle a Adrián que se murió de viejo.

—¿El viejo se murió? Qué barbaridad, y yo pensé que había sido el perro…

—¿Papi, olvídalo… quieres que te traiga café?

—¿Y Cantor dónde está, Ale?

—Adrián se lo dio a un alemán que había perdido su chihuahua.

—Pero Adrián no puede ir regalando el perro de la casa así por ahí no más… si solo es un nene…

—Papi, Adrián tiene dos hijos, tus nietos, ¿recuerdas?

—Sí, claro, como no lo voy a saber, Adrián es grande ya, no se rasca las nalgas frente a las visitas. ¿De qué se graduó?

—Es astronauta, papá, ingeniero.

—¿Y tú quién eres?

—Yo soy Cantor, vivo en Chihuahua y te he traído a tus nietos desde Alemania.

—¡Wow! Qué bueno, pues hagamos una fiesta, ¿no?

—Si, papi, claro. Tremenda fiesta. Mira, ahí viene Adrián con el café.

—Hijito… lo siento mucho, pero tengo que decirte que Cantor se murió de viejo.

 

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