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#Futbolit: Juego de pelota: de Monte Albán a Rusia

Nuestra guía, Noelia, nos llevó al punto más alto de la plataforma norte de Monte Albán, ciudad cumbre de la cultura zapoteca, que creció y floreció en un punto estratégico del Valle Central de Oaxaca. Por trece siglos, entre 500 a.C. y 800 d.C., los zapotecas desarrollaron en esta ciudad su principal vida política y religiosa.

Desde la plataforma contemplamos todo el trazado urbano de la ciudad, cuidadosamente calculado para que puntos simbólicos coincidieran con los movimientos del Sol, la Luna y Venus. Observamos templos, palacios, altares, cuadra del juego de pelota y varios patios a diferentes niveles de diferente acceso según jerarquías sociales. 

Observamos además todo el entorno del Valle Central de Oaxaca. Desde la mesa que los zapotecas crearon al aplanar la cima del cerro del Jaguar para construir su gran ciudad capital, se domina todo el valle y se observan todas las montañas circundantes.

Había poca gente en la ciudad por lo que la sensación de comunión con la naturaleza y el legado cultural y espiritual zapoteca pegaba fuerte.

Por un rato me enfoqué en la cuadra del juego de pelota zacateca. El terremoto de setiembre pasado dañó uno de sus muros pero en general se encuentra en muy buenas condiciones. Es una cancha en forma de I con dos taludes de piedra a los lados que parecen graderías.

Los zapotecas no colocaban un aro de piedra en los muros de la cuadra, como en el caso de los mayas por ejemplo, sino un círculo en el medio de la cancha. Supongo que el objetivo era hacer la pelota rebotar en el círculo, aunque no le consulté a Noelia si las reglas son conocidas.

Disfruté imaginar un juego en esa cancha. Por medio de la pelota los zapotecas dirimían mucho más que una competencia deportiva. Muchas de las culturas prehispánicas de México practicaban alguna versión del juego. En el caso zapoteca, las comunidades vecinas de Monte Albán resolvían sus disputas y desacuerdos a través de él.

Cada comunidad escogía a su mejor jugador. Jugaban uno contra uno. A los jugadores los acompañaban apenas sus jefes. Se jugaban el destino de su sociedad.

La cuadra, una pelota, dos jugadores, dos testigos, el cielo abierto y los dioses: este juego era sagrado.

Mientras proceso la experiencia en Monte Albán, se ha iniciado el campeonato mundial de fútbol en Rusia. Costa Rica ha comenzando practicando un fútbol mezquino y sin imaginación contra Serbia. Queda muy poco de nuestro ludismo y buen trato colectivo del balón del mundial anterior en Brasil. México por dicha le ha ganado con ideas, juego en equipo y agallas a Alemania. Ellos sí llegaron a jugar fútbol, no a enfrentar partidos como si fueran trámites burocráticos.

Sin embargo, a pesar de los desvaríos de la fanaticada y las exageraciones mediáticas, o quizá por causa de ellas, estas competencias deportivas no significan nada sagrado para mí. En otra época, me lo hubiera tomado muy en serio, como si mi sociedad se jugara algo importante en la cancha. Ahora estoy harto de países, nacionalidades, banderas, camisetas, escudos. Representan fronteras. Me interesan las personas. We are the real countries, not the borders drawn on maps, le dice Katharine a Almásy en la novela The English Patient de Michael Ondaatje.

Yo no quiero ver partidos entre países sino juegos compartidos por personas. Espero que sean una fiesta pagana y alegre. Mi corazón apoya a la tricolor tica y al tri mexicano porque quiero a mucha gente tica y mexicana, así como a mucha gente latinoamericana y de otras regiones. Sea como sea, lo que quiero es vivir la fiesta junto con gente amable y querida, como la mexicana.

 

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