Teresa Dovalpage
Verónica Vega nació en 1965 en La Habana. En 2003 obtuvo un premio de ensayo en el Encuentro Provincial de Talleres Literarios y ha publicado en las revistas “El Caimán Barbudo”, “Extramuros”, “Caminos”, del Centro Martin Luther King, y en el proyecto digital de arte y literatura “Esquife”. Trabajó como guionista del espacio infantil de Radio Metropolitana y colabora en el proyecto digital Havana Times y con Diario de Cuba. Su primera novela, Aquí lo que hay es que irse, fue publicada en 2010 en Francia como Partir, un point c’est tout y con ella participó en el festival de literatura latinoamericana Belles Latinas, con sede en la ciudad de Lyon.
Teresa Dovalpage: ¿Cuándo supiste que querías ser escritora? ¿Alguna anécdota especialmente «definitoria»?
Verónica Vega: Escribo desde que tengo memoria. De niña le dedicaba a mi padre cartas larguísimas que eran híbridos de ensayo y cuento. Como también dibujaba, a los nueve años, inspirada en «La cabaña del tío Tom», intenté una novela ilustrada por mí, de la que por suerte me deshice… Pero sentía que necesitaba explorar en otras formas de arte, como la danza, la pintura, y hasta la actuación. El proceso me llevó muchos años y llegó a ser agónico. Veía que todos mis amigos ya habían hallado su camino y hasta empezaban a obtener reconocimiento. Mi familia perdió la fe en mí. Pero no podía traicionarme y, por otro lado, aunque la cabeza me bullía de historias, cuando empezaba un cuento, jamás lograba llegar al final. Mi atención se disgregaba. Esta maldición se prolongó tanto que desistí de escribir «en serio». En el año 2002, me había dedicado a experimentar con la pintura, cuando se me acabaron los materiales. No teniendo dinero para comprar óleo ni lienzo, me pregunté: ¿qué puedo crear que no requiera una inversión? Y automáticamente pensé en escribir. Así que me senté frente a la computadora (teníamos una porque el padre de mi hijo es informático), empecé un cuento y ¡logré terminarlo! Todavía lo conservo. Fue el final de la maldición y el principio de mi vocación definitiva.
Teresa Dovalpage: ¡Triunfo de la voluntad sobre el hábito! Y me imagino que desde entonces no has dejado de escribir porque así es el bichito… Ahora, dime ¿cuál es el mayor reto que enfrenta un escritor?
Verónica Vega: Para mí, el mayor reto es esa elección en la multiplicidad de alternativas para contar que ofrece cualquier historia. Encontrar la expresión exacta en la vida oculta que es, cuando uno trata de sacarla del subconsciente o la imaginación o la memoria universal… Es un proceso donde se alternan la angustia, la perplejidad y la felicidad más pura.
Teresa Dovalpage: La combinación es adictiva, sin duda. Sobre todo por la felicidad, que no se puede comparar con nada. Y volviendo a los retos, ya que Cuba es un sitio tan sui géneris, por llamarlo de alguna forma, ¿cuáles son los de un escritor allá?
Verónica Vega: No sé si el mayor reto de un escritor en Cuba sea contar la verdad. Quizás aún para algunos. Con el periodismo digital donde el único censor en cuanto a contenido es uno mismo, al menos para mí decir lo que pienso o veo, dejó de ser un problema. El verdadero problema es publicar… en papel. Logré publicar en algunas revistas impresas pero los inconvenientes son muchos: la dificultad para acceder a los editores y que se interesen por tu trabajo, el pago simbólico e invariablemente tardío, y la escasa repercusión que tienen en el público. Muchas buenas publicaciones se destiñen en los estanquillos de prensa, las que se venden circulan en el mismo circuito intelectual de escritores-amigos-conocidos. Publicar un libro en la isla requiere de una fe y paciencia que ya no tengo. Recorrer editoriales, pasar por el filtro de la censura y esperar ¡años!, por una obra que ya no te interesa y cuya edición final puede defraudarte. Un libro que probablemente también languidezca en las librerías, por pésimas estrategias de difusión y la alarmante merma de la cultura. Mi primera novela, «Aquí lo que hay es que irse», publicada hasta ahora sólo en francés, por el título sé que no le interesaría a ninguna editorial cubana. Aunque va más allá de esa frase que ni siquiera inventé yo: la escucho desde que era niña.
Teresa Dovalpage: Cierto que es lo que ya se conoce como frase “hecha” del vocabulario cubano. Pasando a otro tema, al terreno sagrado y loco de la escritura, ¿cómo es tu proceso de creación, tienes una rutina especial o dejas que las musas te guíen?
Verónica Vega: Mi rutina es levantarme bien temprano, tratar de ni mirar alrededor para no enredarme con todo lo pendiente en la casa… Tomar café (un ritual cada vez más costoso), y trabajar. Entrar en un texto es ya sintonizarme con él, iniciar el viaje. Si me siento descentrada o fría, me ayuda la música. Algo del barroco o New Age, como Enya.
Teresa Dovalpage: No mirar alrededor me parece una idea excelente. Creo que buscaré tapaojos para poner en práctica esta idea…¿Y a qué autores admiras o quiénes te han influenciado en tu escritura?
Verónica Vega: El primero lo descubrí a los catorce años, y todavía su sombra (más bien su luz) gravita sobre mí: Shakespeare. La amenidad y riqueza del diálogo y esa sed de infinito, de respuesta a la incertidumbre existencial, la pulsación de la nobleza aún debajo de los impulsos más viles. Algo que redescubrí en Exupéry, y en Ernesto Sábato. Pero más que autores hay también obras que me han marcado diametralmente como «Las Olas», de Virginia Wolf. En ella verifiqué un recurso que ya había intentado y me es indispensable: el monólogo interior. La vida interna tan o más poderosa que los actos porque el pensamiento es también un acontecimiento. De Cuba debo mucho a Reina María Rodríguez, por esa libertad para enlazar estados, tiempos, sensaciones… Con el poeta Ángel Escobar aprendí el poder incalculable de la síntesis, la palabra como un golpe, que me ha sido muy útil en el periodismo.
Teresa Dovalpage: “La palabra como un golpe.” Me encanta la frase. ¿En qué estás trabajando en estos momentos?
Verónica Vega: Mi conflicto siempre ha sido abarcar demasiado. Estoy trabajando en una segunda novela, de ficción, es muy ambiciosa y mi homenaje a «Las Olas». Llevo en ella ya cuatro años por el tiempo que me ocupa el periodismo, es decir, la supervivencia. También trabajo en un libro de cuentos para niños con la aspiración de publicarlo como eBook o libro interactivo, fue idea de un amigo que vive en Maryland, es él quien hará la interactividad, mi esposo, que es pintor, hace las ilustraciones. Pero además recién empecé una tercera novela que sería la continuación de «Aquí lo que hay es que irse». No es ficción, sino lo que yo llamo «documental literario», incluye fotos como parte activa de la narración. Es mi visión interna y externa de mí y de Cuba. No sé cuánto tarde porque esa sí depende directamente de mi propia vida.
Teresa Dovalpage: ¡Pues espero leer pronto alguna! Muchas gracias, Verónica, por acceder a esta entrevista.