Juan Carlos Pérez-Duthie
Que Eduardo Lalo ganara y recogiera en Caracas el año pasado uno de los premios más importantes de la literatura en español, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, fue motivo de sorpresa y de júbilo para muchos.
Sorpresa porque era la primera vez que un puertorriqueño se llevaba semejante galardón. Júbilo porque ponía de relieve una literatura que, aunque de tradición rica y profunda, y de la cual han brotado estrellas como Luis Rafael Sánchez (La guaracha del Macho Camacho), todavía resulta desconocida. Invisible.
Y esa invisibilidad molesta sobremanera a Lalo.
Por ello, más que un triunfo meramente personal, para Lalo, ganar el Rómulo Gallegos por su novela Simone (Ediciones Corregidor), es reconocimiento colectivo, nacional. Es llevar una antorcha para iluminar el camino de quienes no conocen las letras de Puerto Rico. Es gritar a los cuatro vientos que de esta isla caribeña, territorio de los Estados Unidos desde 1898, hay libros que merecen ser leídos más allá de sus costas.
Puerto Rico es parte de un Caribe complicado, diverso y estereotipado, su obra creativa incomprendida y en déficit promocional. Ello ha buscado combatir la casa editorial argentina Corregidor con su nueva colección Archipiélago Caribe, que inauguró la publicación de Simone.
“Archipiélago Caribe pretende poner al alcance del público lector una selección de textos representativos de la literatura caribeña: multilingües, heterogéneos y complejos como las islas y territorios continentales que componen su área cultural”, explica desde Buenos Aires María Fernanda Pampín, de Corregidor.
“Hasta el momento no existía en nuestro país [Argentina], así como en el resto de América Latina (exceptuando a los países caribeños), una colección similar que reúna los textos de la región”, prosigue la directora de Archipiélago Caribe.
Tal ha sido la fe puesta en Lalo por Pampín y por Corregidor, que la publicadora recién sacó al mercado una nueva versión de un trabajo anterior del autor, La Inutilidad, que data del 2004 [Ediciones Callejón publicó el libro en ese entonces]. Esta novela transcurre entre París y San Juan, y cuenta con un narrador y dos mujeres, una de ellas llamada Simone también, como protagonistas.
Pampín adelanta que en otra colección de Corregidor, Biblioteca de Poesía, figurará un poemario inédito de Lalo, Necrópolis, que lleva grabados del además artista plástico.
Biografía
Eduardo Lalo nació en Cuba en 1960, pero a los dos años se trasladó a Puerto Rico con su familia. Novelista, ensayista, fotógrafo, artista, profesor universitario, es autor de los libros La isla silente (2002), Los pies de San Juan (2002), La Inutilidad (2004), donde (2005), Los países invisibles (2008) y El deseo del lápiz: Castigo, urbanismo, escritura (2010).
Al obtener el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2013 por su novela Simone, se convirtió en el primer puertorriqueño en recibir ese prestigioso galardón. El premio, de $100,000, se otorga cada dos años, y entre los escritores que lo han recibido, están Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, y Carlos Fuentes, entre otros pesos pesados.
Simone ausculta el Puerto Rico de hoy desde las miradas de un escritor puertorriqueño y una inmigrante china que entablan una relación romántica. Como tantos de sus coterráneos asiáticos en esa isla, ella pasa desapercibida, invisible, para la mayoría de la población. Algo similar a lo que sucede con la literatura de Puerto Rico.
Dedicado igualmente a las artes visuales, Lalo ha dirigido dos mediometrajes: donde y La ciudad perdida. Es columnista de la revista digital de arte, crítica, cultura, y política 80grados. Estudió en Nueva York y en París, enseña en la Universidad de Puerto Rico, está casado, y es padre de tres hijos.
Caminante empedernido, defensor acérrimo de ese peatón que, como él, es a su vez explorador de las ciudades, Lalo llegó a Puerto Rico a tan temprana edad, que no tiene recolección del lugar en donde nació, ni se considera otra cosa que no sea puertorriqueño 100 por ciento (La geografía no siempre determina la identidad u obliga a la nacionalidad). Tampoco tiene ancestros chinos, si bien son Li Chao, y la comunidad asiática a la que pertenece en Puerto Rico, parte central de la trama de Simone. Y es que, como suele suceder con el Caribe, no todo es siempre de la manera en que se ve.
P. Cuando se habla de novela, hay ciertas reglas del género con las que usted juega. Al comienzo de Simone, por ejemplo, el libro es como un cuaderno de notas, pero cuando comienza la relación entre los personajes centrales, la estructura cambia y se vuelve más hilvanada. ¿Por qué concibió esto así para desarrollar la trama?
R. Fundamentalmente lo que usted describe es muy correcto, sólo haría la siguiente aseveración, y es que sigue siendo un cuaderno. El mismo narrador es quien narra toda la novela. En un momento dado, en la medida en que desaparece el personaje [de la china Li Chao], él comienza a pasar las noches escribiendo en el cuaderno, rehaciendo la historia. En ese sentido, se vuelve más, vamos a decir, tradicionalmente narrativo, porque está ocupando esa ausencia con el relato. Lo que pasa es que eran dos momentos diferentes que de esa relación que tiene el personaje con la escritura. La primera era una cosa incidental, pero ahora queda obsesionado con buscarle un sentido a esa historia que le une a Li Chao. Entonces, la redacta.
P. Se sabe de la influencia de la cultura china en Cuba, de su Barrio Chino. En Puerto Rico permanece invisible, aunque han salido algunas novelas recientemente, incluyendo la suya, que tocan el tema de los chinos en la isla. ¿Qué se ha dado en estos últimos años como para que esta comunidad genere cierto interés? ¿Cuánto inventó y cuánto conocía de los chinos en Puerto Rico?
R. Sí, ha habido un interés, y novelas que también abordan la cuestión de la inmigración china a Puerto Rico. Y ha habido otras instancias de esto, incluso creo desde el siglo XIX. Pero no hay duda que no ha tenido la dimensión como ha tenido en la sociedad cubana. Mi interés, no fue que me propuse escribir una novela sobre esta comunidad, sino en el mismo proceso de construirla, el personaje que se fue desarrollando, que fue surgiendo, ese personaje que se llama Li Chao, pues yo no sabía nada. En un momento dado, casi orgánicamente salió que tenía que ser china. ¿Por qué? Pues porque en cierta medida identificaba todavía más la invisibilidad. Esa china es también puertorriqueña. Es una mujer que ha vivido en Puerto Rico y que ha tenido esta vida, y es otra posibilidad más de ser puertorriqueño. En términos de investigación de esta comunidad, iba a restaurantes chinos, los vemos en cada esquina en San Juan, en cualquier pueblo. Es una cosa muy común. Tiene que haber miles de esta comunidad, y sin embargo, parecen totalmente invisibles. Sí leí algunos textos, algunos testimonios, sobre todo del período de la Revolución Cultural en China, porque me interesaba en sí mismo, y también porque no quería cometer grandes imprecisiones históricas. Ambientar mínimamente con corrección histórica esas circunstancias.
P. San Juan es una ciudad que ya no se puede caminar como antes, salvo en el Viejo San Juan, aunque se ha intentado recuperar en algunos años ese carácter peatonal. Pero, caminando es que se descubre una ciudad, y usted hace mención de algunos lugares que ya no existen, como librerías y cines pequeños. ¿Lo hace por nostalgia?
R. Yo veo a San Juan tal como es. Es una ciudad impactada, que le fue casi impuesta desde afuera la cuestión ésta del desarrollo suburbial estadounidense, impidiendo un desarrollo orgánico de una ciudad que hasta los años 50 y 60 iba siendo una ciudad muy caminable, porque todavía hoy todo lo que es Santurce, Condado, Isla Verde, es peatonal. Pero contrario a lo que se dice y lo digo por experiencia propia, San Juan camina. Yo la he caminado siempre. No es una ciudad agradable de caminar, de eso no hay duda. A veces no hay ni dónde caminar en una acera. Pero, por años, por gusto personal, y por conocer esa ciudad, se camina. Y me he dado cuenta también que hay mucha gente que camina. Esta idea que se tiene de que todo el mundo en Puerto Rico tiene automóvil, eso no es real. Y otros, por las razones que sea, la caminan. Es una experiencia de la ciudad, con muchos aspectos dolorosos, negativos, que incluso dan rabia porque pudo ser de otra manera. Todos pudimos vivir en una ciudad mejor, pero tenemos lo que tenemos. Creo que lo que sí hay es un intento de validar esa ciudad, ¿no? Verla como una ciudad literaria, que puede producir literatura, y que tiene unas particularidades importantes. Yo hablo a veces de que San Juan, más que una ciudad, es una condición. Es decir, es algo que puede ser hasta importante para otros pueblos entender, porque es en cierta medida una cultura de la resistencia. Antes de que existiera el término, la globalización la vivió Puerto Rico. En ese sentido la cultura puertorriqueña y esta sociedad han podido resistir a unas transformaciones económica, urbanísticas, totales.
P. Usted estudió en París, y a lo largo de la novela hay referencias a la literatura francesa y a personajes como la filósofa Simone Weil. ¿Esto parte de su amor por la cultura francesa?
R. Como también muchas otras. Esto de Simone Weil el personaje de Li Chao lo asume como una máscara, una especie de seudónimo para hacerse todavía más invisible. En sí la literatura francesa es muy importante, pero por ejemplo el libro está lleno de citas, de mensajes que no necesariamente son de libros franceses, son libros de todo tipo de procedencias. Un escritor, yo estimo, debe ser antes que todo, un gran lector, y conocer una tradición muy amplia. En ese sentido, ese libro, como todos los otros míos, están llenos de esas influencias, y de esos pequeños y secretos homenajes.