El vampiro de la colonia Roma entra a la literatura del último cuarto del siglo veinte como una novela que plantea varios aspectos en su contenido, involucrando una forma narrativa innovadora en ese tiempo que es la literatura testimonial, siendo el tratamiento del lenguaje el referente que logra trascender desde el principio. Sin embargo, no por este motivo descuidaré los otros aspectos que en la novela se presentan. Por lo tanto, he dicho que la novela de Luis Zapata plantea una innovación dentro de la narrativa: a través de la grabación de la voz de una persona en cintas magnetofónicas la persona entrevistada, en el momento de ser transcrito su registro sonoro y puesto en letra impresa, es trascendida a la literatura como ficción; es decir, Adonis como personaje es punto y aparte puesto que se aleja de la realidad en el momento de convertirse en un personaje literario. No obstante, el registro de su voz cuando cuenta sus historias es un testimonio explícito de la veracidad de su presencia, lo cual no significa que Luis Zapata haya inventado un personaje en base a la realidad. Por lo tanto, hay dos vertientes posibles que permean en esta obra narrativa: una, que Luis Zapata inventó los referentes de grabación, registro y personaje dentro de la historia, así como a la persona real que cuenta; otra hipótesis consta en que partiendo del hecho contado por la persona, trascendida a la literatura, se crea el testimonio como verosímil. Me inclino a que esta novela es producto de una grabación en cinta magnetofónica, pues presenta todos los rasgos del habla particular de una persona común: las pausas naturales, las expresiones sin ilación lógica pero con la ilación pertinente de las ideas a partir de la memoria que sin dejar cabos sueltos en la historia, presenta la verosimilitud del que cuenta. Me parece que Luis Zapata conoce a “El Vampiro” y éste le reproduce su mundo en palabras coloquiales, contando con ellas los submundos existentes de la Ciudad de México a finales de la década de los sesenta y principios del setenta.
Por otra parte, el discurso de Adonis García mantiene una constante a lo largo de su narración, que es su identidad y su modo de pensar, lo cual en otras palabras es su ideología. ¿Qué se entiende por ella? Concordando con Beristáin[1], es el sistema de ideas y representaciones, que constan de mitos e imágenes, determinados socialmente y en cuyo discurso los hablantes producen y reproducen los códigos ideológicos, todo ello en relación con el contexto y desde la cosmovisión del individuo. Por tal motivo, Adonis García es un individuo con una marcada ideología de masas que se explica si entendemos el campo cultural del enunciante. Por ejemplo, cuando habla de sus inicios en la sexualidad lo hace desde la experiencia, es decir, no tiene antecedentes de conocimiento cultural acerca de la sexualidad. A mi juicio, esto se explica por la ausencia de una educación sexual en la década de los sesenta en la Ciudad de México y por las carencias y falta de educación ética que recibió Adonis. Sin embargo, esto es tema aparte al que tratamos. Siguiendo. Luis Zapata, he dicho más arriba, funge como un editor en su novela. Ya no es aquél clásico narrador omnisciente que hasta sabe qué comida le gusta a Hans Castorp o cómo es la levita de su abuelo o dónde tiene las cartas Emma Bovary; aquí es distinto porque la narración es enfocada al que enuncia al personaje. Al desnudar el lenguaje en palabras de Adonis García, Zapata no reprime sino da salida al lenguaje de la calle, crudo, con el cual se narran situaciones sin ningún tipo de pudor. Por eso mismo, el personaje de El vampiro de la colonia Roma, según pienso, conserva una ideología de masas en donde no hay límites para creer o no creer, sino simplemente adoptar formas ideológicas conforme el momento que se esté sucediendo, la época, etc. Un ejemplo lo observo claramente en el siguiente pasaje, el cual trascribo textualmente respetando la edición del mismo:
imagínate yo ahí en el cine de las américas como la tigresa ¿tú has visto la estatua de la tigresa que está en su teatro encuerada? ¿una madre dorada así de tamaño natural pero con los ojos verdes verdes y la boca bien roja? Pues así iba a estar yo en el cine de las américas pero con la verga bien parada y con la mano haciendo una seña así mira je y abajo mi nombre con una plaquita adonis garcía vampiro de la colonia roma cobra tanto y en tal teléfono[2]
El campo de cultura se reduce a dos conceptos predominantes en las sociedades y que en la cultura tienen una representación muy extensa. En su discurso, Adonis García habla de una estatua y una verga, lo cual es una comparación metafórica de lo que es el falo como concepto cultural. Entonces, el sexo se ancla en este personaje como algo fundamental que sustancia la vida del vampiro e induce a buscar sexo, lo cual señala en los siguientes enunciados cuando dice que él estaría en el lugar de la estatua de la Tigresa con la ‘verga bien parada’ y señalando con su mano hacia abajo (en la zona genital) que lean la placa en donde hay información acerca de quién es el de la estatua.
Entiendo de esta manera que la ideología del personaje se centra en el hedonismo como principal fuente de satisfacción. Creo que Luis Zapata pensó bien en el título de la novela, porque sintetiza con precisión la fábula de la obra. ¿Qué otro ser puede vivir de las sustancias de los otros sino el vampiro? No obstante, aquí hay un cambio drástico en el significado de lo que es un vampiro y es, concisamente, por la época y el contexto porque cambia: se trata, pues, de un vampiro moderno. Este no succiona sangre ni únicamente sale de noche; sale de día en búsqueda de sus víctimas potenciales con la característica especial de cobranza por el servicio sexual. Ahí está una de las diferencias sustanciales. El pago por un servicio sexual en la modernidad implica, además de riesgo, aceptar un deseo oculto y satisfacer aspectos de la vida que están ausentes, suplantándolos con otros. El caso es que Adonis García es quien se prostituye volutivamente y como vampiro moderno satisface sus deseos, aunque en doble medida: con el deseo carnal y el ingreso de capital monetario. Vemos, entonces, a un personaje cuyo desenvolvimiento en la historia es a causa de sí mismo. Todo gira en torno a él y a sus historias con clientes-amantes y sus continuas aventuras en los submundos de la Ciudad de México.
Ahora bien, para entrar más a fondo en la estructura de la novela hay que desmenuzarla y ponerla en partes. Primero, la novela está dividida en siete cintas magnetofónicas en las cuales se registró la voz de Adonis García. Entonces tenemos el equivalente a siete capítulos ‘normales’. Además, antes de los ‘capítulos’ hay epígrafes o especies de viñetas que enuncian un breve pasaje de una obra antigua, en los cuales la referencia es puesta debajo, junto con el nombre del autor y de la obra. Dichas referencias funcionan como intertextos en la obra total. Es aquí en donde entra la intertextualidad en El vampiro de la colonia Roma. Todas ellas tienen la característica en común de ser novelas picarescas, o bien con personajes relativos a la picaresca, humorísticos, como en los casos de Pedro Sarmiento en El Periquillo Sarniento, y el Lazarillo de Tormes, en donde Lazarillo es un buscón, un pícaro en busca de aventuras, algunas veces por necesidad, otras por travesura. Por lo tanto, encuentro semejanzas entre el personaje de Adonis García y los pícaros. Pienso en la díada de vampiro-pícaro. La conjunción de estos dos conceptos socioculturales en la modernidad anclan perfectamente en Adonis García: no es un vampiro perverso ni es un buscón en sí; sumándolos son el deseo sexual -cultura del falo- y la necesidad económica -prostitución homosexual.
Hemos hablado de siete cintas -capítulos- y sus referencias literarias anteriores a la narración. Sin embargo, hay un aspecto fundamental que capta mi atención: son los sueños de Adonis García, puestos a propósito, por Luis Zapata. Estos sueños tienen la función de intertexto para hacer referencias oníricas hacia aspectos que no se observan en la lectura de la obra, pero que se advierten en los intertextos. Junto a estos intertextos oníricos tenemos a los literarios. Qué entendemos por intertexto. Bueno, pues, según Beristáin, intertexto es el:
Conjunto de las unidades en que se manifiesta el fenómeno de transtextualidad, dado que en la relación entre el texto analizado y otros leídos o escuchados, que se evocan consciente o inconscientemente o que se citan, ya sea parcial o totalmente, ya sea literalmente, ya sea renovados y metamorfoseados creativamente por el autor, pues los elementos extratextuales promueven la innovación.[3]
Dice, además, que un texto puede ser un collage en donde se insertan otros que tienen funciones distintas, que puede compararse a su modo de ver con una caja de resonancias de ecos culturales. Sus características consisten en la posibilidad de infinitas combinaciones con que el texto puede mezclarse con otros, debido a que puede ser la combinación intertextual entre diversas lenguas, épocas, recuerdos, los cuales pueden estar copiados directamente de la fuente mediante comillas, o bien, parafraseados mediante recuerdos o referencias directas e indirectas. En la novela de Luis Zapata funciona con citas textuales de los pasajes a los que se alude al principio de cada capítulo, y mediante parafraseo cuando se enuncia un sueño, esto por el vehículo onírico.
Cabe destacar que el contexto resulta fundamental al hablar de Adonis García. Qué referentes tenemos en la década de los sesenta y principios de los setenta que puedan afectar directamente a la cultura mexicana. Por un lado, el movimiento liberal de los jóvenes en la cultura, con la liberación sexual y el consumo de drogas tóxicas naturales y artificiales; por otro, el estallido de la Matanza de Tlatelolco y los movimientos sociales consiguientes.
Adonis García no habla de ese contexto, pero a través de sus palabras entiendo que la revolución sexual a finales de los sesenta afectó directamente en su conformación cultural, ojo, que no de identidad sexual. Es muy claro que desde el inicio de la narración Adonis García menciona su inclinación sexual cuando dice: “pus no te puedo decir cómo son las caras de los heterosexuales pero uno como homosexual ha aprendido a ver en la cara de la gente su este su onda sexual”[4].
La innovación intertextual en El vampiro de la colonia Roma
Decíamos arriba que la función intertextual en la novela desempeña un rol que se presenta a lo largo de ella mediante inserciones de textos, los cuales son puestos al principio de cada capítulo -las grabaciones magnetofónicas-. Así, pues, los elementos constituyentes de esta novela, a mi juicio, son los dichos intertextos que funcionan como preámbulos a lo que se tratará en cada capítulo; es decir, no son puestos aleatoriamente, sino a propósito. Por ejemplo, al principio de la novela se inserta un breve pasaje del Lazarillo de Tormes, el cual es el único de los siete siguientes que no tiene una cita de las respectivas siete cintas magnetofónicas que acompañan a los intertextos.
Ahora bien, después del primer pasaje insertado se presenta la cita de la primera cinta, la cual se lee así: “y tú ¿qué vas a hacer cuando dios se muera?”[5]; abajo se inserta el intertexto o viñeta que dice así “Dios no se muere; parientes tiene (Perico) y padrinos que lo socorran; ricos hay en México harto piadosos que lo protejan…”.[6]
En la cinta segunda -después del término del primer capítulo- se cita “y de repente que en lugar de mortaja matrimonio te baja”; y abajo se pone la siguiente cita “Verdad dice este, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo sepa valer”[7]. Vale destacar que estas funciones intertextuales construyen la novela dándole un giro innovador. ¿El motivo? Supongamos que si El vampiro de la colonia Roma no tuviera ni los intertextos de pasajes de novelas picarescas, así como las citas puestas antes de cada capítulo en grabación magnetofónica -y luego trascrito fielmente-, fuera una novela plana, sin estructuras narrativas profundas ni la posibilidad de ejercer otro tipo de lectura, por ejemplo, como hacer una lectura de atrás hacia delante o en capítulos salteados. Este es un motivo real para hacer énfasis en la valoración de la novela de Zapata.
Un hecho considerable consta en reafirmar que la novela no tiene un fin de historia ni un principio -como formato de inicio de un libro cualquiera sí lo tiene, puesto que la forma tradicional del libro lo predispone-, porque las narraciones de Adonis García son construidas sobre el pensamiento ilógico de la memoria; en otros términos, hay historias dentro de historias que son contadas en un ir y venir del tiempo instantáneo conforme el discurso irracional lo permite. Así como pensamos se ‘transcribe a texto’ la grabación magnetofónica. Por este motivo, la innovación en El vampiro de la colonia Roma está en su ‘simple complejidad’ estructural narrativa y de discurso.
Tenemos, pues, que la novela en sí es una superestructura compuesta de una macroestructura, que a su vez tiene microestructuras. Según Van Dijk, en la Pragmática del discurso, “una superestructura es un tipo de forma del texto, cuyo objeto, el tema, es decir: la macroestructura, es el contenido del texto. Se debe comunicar, pues, el mismo suceso en diferentes ‘formas textuales’ según el contexto comunicativo”[8].
Todo acto de discurso es una narración de sucesos, por el motivo de enunciar algo que está en la realidad y en el pensamiento. En la novela, los aspectos de superestructura y macroestructura son inmanentes. Un ejemplo de superestructura es una narración acompañada de un contenido (macroestructura), el cual en la novela de Zapata el suceso contado se presenta de diversas formas: unas veces él es quien enuncia los hechos, otras son los intertextos en donde se entiende lo que sucede como preámbulo a cada capítulo. Dichas formas textuales de comunicación se enfocan según el contexto de lo que se está narrando en la historia, por ejemplo, en la cinta tercera se cita como epígrafe “y que te den de repente la cogida de tu vida”; luego, en el pasaje insertado, se lee “…Sólo haré en general alarde en general de mis aventureros pretendientes, porque decir en particular de todos, fuera reducir a cuenta los átomos del sol, las estrellas del cielo, las gotas del mar y los mínimos de las cosas cuantiosas y continuas y los juramentos falsos de los mercaderes”.[9]Entonces, hemos dicho que Zapata forma estructuralmente la narración de Adonis García y no es sólo él el componente principal de la novela que cuenta la historia, sino que los intertextos sirven para enriquecer la pluralidad e intertextualidad del contenido.
Al poner el pasaje anteriormente citado, Zapata anticipa lo que se verá en el capítulo. Por tal motivo, el mismo escritor funge como editor de la obra. En función de esto se abre la posibilidad de hacer una hipótesis en el sentido de establecer una intertextualidad desconocida en aquel entonces por el mismo escritor, hecha inconscientemente pero manifestada en el relato. Cabe decir en este aspecto que la intertextualidad ha existido desde las primeras obras de las cuales se tiene un registro impreso, ya sea en pergamino o en papiro. El caso está en que, verbigracia, la nomenclatura de ‘intertextualidad’ hace énfasis en la riqueza con la que puede construirse una obra literaria, adaptando un pasaje de una obra, una cita, el recuerdo mismo que se tiene a través de la lectura de una obra y puesta en parafraseo por el escritor, o incluso mediante los sueños, interpretados de forma simbólica por la mente.
Todo lo anterior es función representativa de la cultura manifestada a través del discurso. ¿Qué es el discurso entonces? Para Noé Jitrik discurso es:
Todo aquello que ha producido un texto, lo que el texto es y lo que lo suscita, de alguna manera se articulan en objeto integrado a cuyo momento material lo denominamos “discurso”, una de sus funciones (…) consiste en sostener e incorporar la “conciencia” que un proceso ha podido generar a su respecto. A la vez, llamaremos “discursivo” a aquello de un discurso que permite tener conciencia, justamente, de que se está frente a una articulación llamada discurso o, en otras palabras, al sentido que procura la articulación de todos los momentos o instancias de construcción del discurso.[10]
En este sentido, los conceptos tratados en el presente ensayo tienen relación intrínseca: texto, intertexto, intertextualidad, ideología, discurso, etc., todos ellos a propósito mostrados para ejemplificar lo que en la novela de El vampiro de la colonia Roma es en sí: una gama de constructos narrativos estructurales superpuestos para armar la novela, al decir de Beristáin, como un collage de textos en cuyo interior se presenta la historia de un vampiro picaresco y moderno de la Ciudad de México que se gana la vida prostituyéndose y viviendo al día, formado con el concepto ideológico de masas, con la particularidad de poseer un lenguaje crudo, florido y con la mentalidad del falo como característica principal.
El discurso de Adonis García se plantea como la representación del lenguaje y la ideología de un tiempo determinado. Quiero decir con esto que la oralidad presente en la narración, así como sus características de habla, ya no es la misma. Quizá en las variantes del lenguaje, es decir, el registro y repertorio lingüístico del personaje coincide con algunos rasgos de habla e ideología actuales, pero no precisamente los mismos. Por lo tanto, el valor de la novela consiste también en registrar todo un registro de habla, un acervo que constituye la riqueza de habla de un individuo en la marginación. Y, además, como complemento está el recurso intertexual. El enfoque en este sentido es el que cambia la mirada del que lee. Un ejemplo: dentro de la novela, sin contar los pasajes insertados antes de los capítulos (grabaciones) no existe alguna referencia intertextual del personaje por el motivo de la verosimilitud en el texto. En otras palabras, si Adonis García refiriera alguna obra literaria el contexto cambiaría por el nivel cultural. Sin embargo, sí existen referencias a la cultura popular mexicana, por ejemplo, la concepción de la muerte mencionada en la cinta sexta -sobre todo referencia como eco cultural- o el estereotipo del hombre motociclista, el cual tiene una carga semántica sexual dentro de la sociedad -influenciada directamente por la cultura estadounidense-, o también, las concepciones de lo que se conoce como gay, buga, homosexual y travesti. Si observamos bien, todo ello se toma de la realidad y se adopta como inamovible dentro de la cultura. A mi juicio, la intertextualidad retoma estas bases socioculturales, coincidiendo con Beristáin, en referencia con los ecos culturales derivados del pensamiento colectivo. Las expresiones de época, rasgos lingüísticos, ideología y semántica textual son producto del elemento discursivo, según el tipo de discurso y según el enfoque desde quien enuncia y quien lee.
Comentario a propósito como defensa de la novela
El vampiro de la colonia Roma es una novela cuyo mayor referente es la oralidad en el lenguaje. El habla se convierte así en expresión desnuda, liberada de signos de puntuación, los cuales se entienden con las pausas naturales del enunciador. Así, Luis Zapata se convierte en un autor que innova dentro de la narrativa mexicana, y a su vez es el ‘editor’ que acomoda la historia de Adonis García. Como escritor muestra su miscelánea narrativa, en la cual intervienen varios aspectos: uno, la fascinación de Zapata por el cine mexicano, el cual influyó en gran medida en su escritura; otro, mostrar la realidad -como producto de una sociedad en ebullición y en constante movimiento de género- como es, desnuda, lacerante. He leído comentarios acerca del lenguaje utilizado en la novela, de los cuales sólo diré que en la literatura las aparentes ‘malas palabras’ no deben omitirse debido a la verosimilitud del texto, lo que produce la verdadera presencia de un escritor y su obra. La moral debe estar estrictamente prohibida en las obras; por el contrario, trascienden cuando hay una postura amoral, y sin la requerida terquedad de algunos escritores por ‘educar’ al lector. Cabe decir que cuando en la literatura la moral se presenta, tanto por el escritor como por el lector, el valor de la obra se pierde, porque al leer predeterminadamente con moralidad la interpretación se remite al expresionismo vulgar, como lo ha anunciado Reyes.
El vampiro de la colonia Roma, además de estandarte de la cultura gay de México, representa la vida de un ser como cualquiera de nosotros, un auténtico humano.
Bibliografía
Eco, Humberto. Tratado de semiótica general. Ed. Nueva Imagen, México, 1978, 512 pp.
Dubais, Jean y otros. Diccionario de lingüística, Ed. Alianza, Madrid, 1979, 636 pp.
Beristáin, Helena. Diccionario de retórica y poética, Ed. Porrúa, México, 2001, 520 pp.
Análisis del discurso, Antología de lecturas. Selección de textos: María Eugenia Flores, Ed, UANL, FFyL, 2004.
Zapata, Luis. El vampiro de la colonia Roma, Ed. Debolsillo, México, 2006, 177 pp.
[1]Diccionario de retórica y poética, 261.
[2]Zapata, Luis. El vampiro de la colonia Roma, Ed. Debolsillo, México, 2006, segunda reimpresión, 177 pp.
[3]Diccionario de retórica y poética, 269 pp.
[4]El vampiro de la colonia Roma, 13 pp.
[6]Cita extraída de El Periquillo Sarniento.
[7]Cita extraída del Lazarillo de Tormes.
[8]Análisis del discurso, Antología de lecturas: La pragmática del discurso, cap. “Superestructuras”, 77 pp.
[10]Análisis del discurso, Antología de lecturas: Discursividad, discurso, análisis, Jitrik, Noé, pp. 51.