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El presidente de las redes sociales

Todos hemos caído en la trampa. En esa utópica idea que el internet es una ventana hacia la libertad, que las redes sociales impulsan las democracias. Al contrario, en las últimas fechas lo único que veo en Facebook y Twitter son insultos, burlas y comentarios ofensivos. Me pregunto si las redes sociales no son parte del problema de polarización que vivimos a nivel global.

El triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos, la victoria del NO a la Paz en Colombia o el permanente conflicto entre España y Catalunya son algunos de los hechos que he seguido con más detenimiento a través de las redes sociales. Espacios que bien podrían servir para construir un debate, pero esta situación se presenta en muy contadas ocasiones. Al contrario, se utilizan como una vía de escape, donde sacamos lo peor de nosotros, donde proyectamos nuestras inseguridades ideológicas a través de afirmaciones sin argumentos, como si creyéramos que, con decirlo, con escribirlo, nuestra idea se convertirá en Verdad.

Los resultados electorales en Estados Unidos y del plebiscito en Colombia han destapado la idea generalizada, según los usuarios de las redes, que el sistema democrático no funciona. La frase se repite escrita de una u otra manera. Seguramente si los resultados hubieran sido otros, esta idea ni se les hubiera pasado por la cabeza. Quizá lo fundamental sería utilizar las redes sociales para preguntarnos el porqué de estos resultados, qué es lo que está fallando, cuál es el contexto que genera estas consecuencias. Tal vez llegó el momento de crear la figura del ‘cuestionador’, de la persona que ponga sobre la mesa las preguntas necesarias para generar un debate.

En el caso del conflicto España-Catalunya, lo que se presenta es un insulto reiterado entre ambos bandos, donde queda de manifiesto que aquellos que consideran que debe abrirse un diálogo, son insultados tanto por unos como por otros. La idea generalizada es o estás con nosotros o estás en nuestra contra. Quien escribe este artículo ha recibido el mismo insulto “catalanista de mierda” o “españolista de mierda” (parece que nadie sabe que soy mexicano). En este conflicto han desaparecido por completo los matices. Y con el paso del tiempo, la brecha se ha vuelto cada vez mayor. Y me pregunto, otra vez, qué tanto el Facebook y el Twitter han servido para abrir más la herida.

Las redes sociales se han convertido en una vía de escape para nuestras rabias y nuestras frustraciones. Dejamos caer frases sin antes haber realizado un análisis personal, con la cabeza caliente y los ánimos caldeados. Pero lo peor es que pensamos que haciendo uso de ellas, estamos promoviendo una idea en favor de nuestros países o de la sociedad. Quizá llegó el momento de parar, de guardar un poco de silencio, de serenarnos y volver a estar en línea con la cabeza más fría y comenzar, ahora sí, a construir a través de unos medios, hasta el día de hoy, desperdiciados.

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