No es una foto fácil de olvidar, aunque esté lejos de ser la única. Fue una de muchas que se publicaron a los pocos días de descubrirse el horror que había acabado con las vidas de más de 900 personas en una selva de Guyana el 18 de noviembre de 1978.
Pero ésa fue la foto que llegó a mi casa en Puerto Rico al ser portada de un ejemplar especial de la revista Newsweek sobre el entonces denominado mayor suicidio colectivo en la historia, el de Jonestown. Un final apocalíptico en el Caribe, no tan lejos de donde yo vivía, en una tierra insertada a manera de cuña entre Venezuela, Surinam y Brasil, y que rara vez era noticia.
Cadáveres acostados sobre la tierra, en su mayoría bocabajo, junto a unas plantas de banana. Sobreimpuesto en portada, un título: Reportaje especial – La secta de la muerte. Así concluía el experimento de una utopía socialista forjada por un antiguo activista de los derechos civiles y reverendo cristiano, Jim Jones, que en su apogeo se codeó con importantes figuras políticas y del entretenimiento en California.
Tendría yo 12 o 13 años, y recuerdo aún leer el reportaje y pensar en las personas fallecidas que figuraban en las fotos acompañantes. Militares de Estados Unidos habían tenido que ir a remover a las víctimas (pues eran ciudadanos de EE.UU.) y actuar como sepultureros. Periodistas describían el hedor de los cuerpos hinchados bajo el sol inclemente y el calor, los insectos, los animales, los ruidos de la selva. En un aeropuerto cercano, en Port Kaituma, yacían los restos de un congresista norteamericano, Leo Ryan, baleado por fanáticos de Jones. Algunos en toda esta debacle lograron escapar adentrándose en la selva, rodeados por pestilencia y muerte, y han vivido con los fantasmas de ese pasado durante 40 años ya.
El misterio que perdura
El impacto a través de los entonces tradicionales medios de comunicación fue brutal. El mundo en shock, incrédulo. Lejos estábamos de la época del internet, los drones, y las viralizaciones fotográficas, así como de la creciente desensibilización a la que hemos estado expuestos en estos últimos años.
Desde entonces, la mayor interrogante sigue siendo la misma: ¿Por qué? El misterio aún se mantiene vigente en la cultura popular estadounidense, sin que Hollywood, periodistas o investigadores hayan podido desentrañarlo.
En 1979 salía la primera película sobre la masacre: Guyana: Crime of the Century – Cult of the Damned, del director, guionista y productor mexicano René Cardona Jr., y estelarizada por viejos talentos de Hollywood como Stuart Whitman, Joseph Cotten, e Yvonne De Carlo, entre otros.
El veneno que los feligreses tomaron para acabar con sus vidas, un brebaje de cianuro con jugo, devino en una popular frase del idioma inglés que cuenta con varias versiones, como “He drank the Kool-Aid”, utilizada cuando se quiere hablar de alguien que ha perdido la razón, se ha vuelto fanático, o se ha suicidado.
Libros y documentales sobre la locura suicida de Jones y el fin de su iglesia, el Peoples Temple, continúan produciéndose. En 2008, CNN estrenó un documental como parte de su serie CNN Presents llamado Escape from Jonestown, de la periodista Soledad O’ Brien. El año pasado, salió el libro The Road to Jonestown, del autor Jeff Guinn, que figura, junto con hijos sobrevivientes de Jones, en un documental de cuatro partes lanzado este 17 de noviembre en el canal SundanceTV, Jonestown: Terror in the Jungle. También salió al aire en febrero, en el canal A&E, Jonestown: The Women Behind the Massacre.
Cómo fue posible
¿Por qué personas de distintas edades, estratos sociales, trasfondos culturales, orientaciones sexuales, pero todas compartiendo el ideal de crear un mundo mejor, sucumbieron a los delirios de un reverendo paranoico y drogadicto con ínfulas mesiánicas, para acabar con sus vidas cuándo él se sintió acorralado?
La pregunta no falta hoy cuando nos enteramos o leemos sobre algún culto, secta o grupo liderado por alguien que promete lo que no puede cumplir para entonces todo desmoronarse al final.
Este mes también salieron a la luz las revelaciones de quien fuera considerado el primer súper modelo masculino, Hoyt Richards, quien en los años 80 formó parte de una secta dirigida por un tal Frederick Von Mierers, autollamado ente extraterrestre de la estrella Arcturus que explotaba a sus seguidores de maneras económica, emocional, física y sexual. El ex modelo Richards logró escapar y vivió para contarlo en un nuevo documental, Welcome to the Beyond.
Pero tantos otros nunca corren esa suerte.
En cintas magnetofónicas que sobrevivieron a la masacre de Jonestown, se oyen los gritos y llantos de los niños y familias que clamaban por clemencia y que rehusaban tomar el veneno. Jones los instaba a no ser cobardes. Él, mientras, nunca lo tomó. Se encontró su cadáver con una bala en la cabeza. Nadie sabe si de mano propia o de alguna otra persona.
Hoy, lo que no arrasaron las autoridades para tratar de borrar del mapa a Jonestown, se lo ha tragado la naturaleza. Quedan el horror del recuerdo, los sobrevivientes y las fotos.