Search
Close this search box.

El alma por el pie – Paz y Cortázar: notas de una amistad epistolar

Julio Cortázar estableció un vínculo personal, afectivo y recíproco profundo con Octavio Paz. Una de las primeras referencias a el poeta mexicano viene en una carta de 1954 donde comenta: “es un muchacho simplemente extraordinario, y todo un poeta” (Cartas 1: 526). Es difícil fechar cuándo exactamente Cortázar empieza a leerlo (seguramente en los años cuarenta), pero sí podemos decir cuando escribe por primera vez su lectura; en 1949 reseña para la revista argentina Sur el libro de poemas de Paz Libertad bajo palabra y establece un diálogo con sus propias ideas literarias, expresadas por esos años en textos como Teoría del túnel y “Para una poética”, luego recobrados como parte de la obra crítica cortazariana. Para Cortázar, como dice en esa reseña, “esa tensión entre el balbuceo original y la voluntad de trascendencia … hace de Paz un alto poeta” (Obra crítica 2: 207). Para cuando aparece la primera carta a Paz fechada el 31 de julio de 1956 el argentino declara haber releído y archileído El arco y la lira. Paz tiene cuarenta y dos años y Cortázar está por cumplirlos. De entre los muchos aspectos jugosos de este documento hay curiosidades como el hecho de que una parte del libro de Paz se llame igual que el primer libro de cuentos de Cortázar, publicado póstumamente: La otra orilla. Resalta que el escritor argentino elogie el pensamiento universal de Paz, lo que lo emparenta con los conceptos de “El escritor argentino y la tradición”, de Jorge Luis Borges, y con las propias ideas de Cortázar sobre la libertad que debe tener el ensayista latinoamericano, “de conocer y explorar un tema desde todos sus ángulos, sin la reducción inevitable a un modo de pensar”. Para Cortázar los dos primeros capítulos de El arco y la lira bastan para hacerlo “el mejor ensayo (y la palabra es chica) sobre poética que se haya escrito en América” (Cartas 2: 98-101). El vínculo con Paz no es solamente de lectura; por cartas de enero y febrero de 1968, nos enteramos de que Cortázar y Bernárdez vivieron en la casa de los Paz en Nueva Delhi, cuando el mexicano era embajador de su país en la India. El intercambio es intenso; Cortázar comenta lo mucho que aprende de su amigo poeta “en materia de política india, marxismo crítico …” (Cartas 3: 551) y luego, a propósito de sus viajes juntos por la India, le confiesa nada menos que a José Lezama Lima: “Y Octavio, que todo lo sabe y lo siente, era mi Hermes Psicopompo, el guía sutil que conoce cada curva simbólica de las piedras, cada intención de los textos” (Cartas 3: 590).

Termino esta breve nota con una anécdota. En diciembre del 2011 tuve la suerte de visitar la Fundación Juan March en Madrid. Donada por la primera esposa de Cortázar, Aurora Bernárdez, en abril de 1993 llegó a esa ciudad y a esa Fundación la biblioteca que Cortázar había dejado en su casa de la rue Martel. Eran los libros acumulados a lo largo de su vida en Buenos Aires y París. Allí, entre los tesoros de Julio, pude comprobar el ahínco con el que leía a Paz, debatiendo con él en sus marginalia, escribiendo: “¡Ah!”, ¡No!” y el más cáusticamente argentino “¡Pero che!”. La relación fue recíproca en afectos y lecturas; así le dedica Paz La palabra edificante: “A Julio Cortázar, con la esperanza de verlo pronto, con la seguridad de leerlo siempre”.

Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato

porque de impaciente que se halla mi alma

se me está saliendo por el pie”.

Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

Relacionadas

Suburbano Ediciones Contacto

Facebook
Twitter
LinkedIn
Pinterest
WhatsApp
Reddit