El candidato republicano Donald Trump tiene entre sus filas a una legión de racistas.
Según una encuesta realizada en enero de este año por The Economist/YouGov, uno de cada cinco simpatizantes del magnate no aprueba que el presidente Abraham Lincoln firmara el acta de emancipación de 1863.
Con esa medida, que fue una orden ejecutiva proclamada en plena Guerra Civil, Lincoln abolió oficialmente la esclavitud en los Estados Unidos.
Pero casi el 20 por ciento de los que siguen a Trump no está de acuerdo con la decisión de Lincoln de liberar a los afroamericanos, y el 17 por ciento dice que no está seguro.
En un reciente sondeo de Public Policy entre partidarios de Trump en Carolina del Sur, el 38 por ciento de los encuestados dijo que habría deseado que el Sur hubiera ganado la Guerra Civil.
En el país que le da lecciones de democracia y libertad al resto del mundo, perdura el racismo contra las personas de raza negra. Y también contra los hispanos y otras minorías. La mayoría de los norteamericanos ha dejado atrás los prejuicios vergonzosos del pasado –o nunca los ha tenido–, pero algunos muestran una mentalidad no muy distinta a la de los esclavistas del siglo XIX que Lincoln combatió.
Y un ejemplo de esa mentalidad racista lo ofreció hace poco un ranchero llamado Clive Bundy.
En 2014, cuando el gobierno federal prohibió el uso de unos terrenos en el estado de Nevada para evitar la extinción de una especie de tortuga, Bundy hizo caso omiso y siguió llevando su ganado a pastar a las tierras prohibidas. Cuando las autoridades federales se cansaron de que Bundy siguiera usando terrenos vedados para alimentar a sus reses y le confiscaron parte del ganado, una milicia armada –es decir, los compinches del ranchero– acudió a darle apoyo. Temiendo que se produjera una confrontación sangrienta, la Oficina de Administración de Tierras le devolvió el ganado. ¿Habrían mostrado las autoridades la misma tolerancia si Bundy fuera negro?
En una entrevista, Bundy hizo un comentario sobre los afroamericanos. Aunque parezca increíble, esto fue lo que dijo: “Muchas veces me he preguntado si [los afroamericanos] no estarían mejor como esclavos, recogiendo algodón, teniendo una vida de familia y haciendo cosas, o si están mejor recibiendo un subsidio del gobierno. No recibieron más libertad. Recibieron menos libertad”.
Así piensa este individuo que es un cristiano, un mormón.
El 2 de enero de este año, el hijo de Clive, Ammon, tomó a la cabeza de un grupo armado un refugio federal de protección de la fauna en Oregón. De tal palo, tal astilla. Su objetivo: que el gobierno federal entregara el control de terrenos públicos para que él y otros rancheros pudieran usarlos para su beneficio particular. El enfrentamiento duró varias semanas, hasta que a fines de enero las autoridades arrestaron a los líderes de la milicia.
Casi un mes tuvieron ocupado un refugio del gobierno federal en Oregón. ¿Se imaginan cuánto habría durado la ocupación si en vez de estos milicianos blancos, los invasores hubieran sido afroamericanos? ¿Se imaginan qué habría dicho el 20 por ciento de los seguidores de Donald Trump?