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Cristina Cerrada: “cuando los demonios afloran, ya nada o casi nada puede pararlos”

 

Cristina Cerrada-2La escritora Cristina Cerrada (Madrid, 1970) participa con su relato Soldaditos de plomo en la antología 666, en la que seis escritoras españolas ofrecen su particular visión sobre lo maligno y el demonio. Doctora en Estudios Literarios, Cerrada es autora de los libros Noctámbulo, IV Premio Casa de América; Compañía, II Premio Caja Madrid; Calor de Hogar, S.A., X Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla; Alianzas duraderas; La mujer calva, XIV Premio Lengua de Trapo; Anatomía de Caín y Cenicienta en Pensilvania, XLI Premio Ciudad de Barbastro.

Sin destripar su relato, ¿de qué demonios nos hablan sus Soldaditos de plomo?
«Todas las familias felices se parecen. Las desgraciadas lo son cada una a su manera». Así comienza F. Dostoievski Ana Karenina. Porque, en efecto, la infelicidad cotidiana es algo apenas perceptible. Se cuela, en forma de fantasma, o alien, o demonio, se infiltra y va tomando posiciones, imperceptiblemente, hasta que tal vez ya no hay nada que se pueda hacer.

Reconozco que me da más miedo el matrimonio que retrata su cuento que el contenido de la caja que su protagonista devuelve y la raya de luz amarilla en el suelo…
Lo que no se ve es lo que más miedo da. Lo que no se sabe. Lo que no se nombra. Esa caja contiene soldados, guerreros, podría ser la caja de Pandora. Hay que devolverla, por si acaso con ella se va lo que simboliza.

Su protagonista está siempre atento a lo que su mujer, Miriam, opina o quiere, aparentemente pusilánime o resignado, hasta que hacia el final del relato muestra una resolución no exenta de violencia y, de nuevo, de duda. ¿«Miriam tiene razón»?
Esa duda es lo que realmente se vuelve contra los dos. Él exige a Miriam que le guíe, que decida ella, al precio de ser su esclavo, un fantasma sin voluntad. Ella le exige a él que mantenga la paz, que no muestre desacuerdo o conflicto. Por eso, cuando ella no tiene la iniciativa de acabar con el problema que, según ella, él ha traído a casa, toda la agresividad de ambos se vuelve hacia el niño, lo «que han hecho» entre los dos.

Soldaditos de plomo rezuma violencia…
A menudo llamamos demonios a aquellos aspectos de nuestro carácter de los que nos avergonzamos, los que ocultamos a todos y que afloran solo en circunstancias especiales. Los demonios, así llamados, de nuestro carácter, son a menudo una forma de proyectar fuera nuestra propia ira, agresividad e intolerancia. Y es ese idílico terreno de la cotidianidad, frecuentemente, el hogar, su escenario más sagrado. Cuando los demonios afloran, ya nada (o casi nada) puede pararlos…

¿Mejor dejamos la puerta cerrada?
La puerta siempre está, de alguna manera, cerrada. Ese ocultamiento está en el origen de lo tanático. Pero también de lo erótico. La puerta no es únicamente lo que nos mantiene alejados del horror. También es el velo, el zapato de cristal, lo que nos incita a pensar en el otro lado. En «lo otro». En el otro. Y a desearlo.

Utiliza frases de aliento extremadamente corto, fracturadas. Como dijo Henry James, ¿la idea y la forma son la aguja y el hilo?
Íntima e inexcusablemente. Hay textos cuyo significado es su forma. Como en la poesía. Todo texto literario, en mi opinión, es poesía, en el más amplio significado del término. Lo es etimológicamente, y lo es por tradición. Poesía era para los griegos lo que para nosotros es hoy lo literario. Más que la aguja y el hilo, verba y res, como creía Octavio Paz, son la misma cosa. Ritmo. Pulso. Respiración. Como lo es una melodía. No se puede decir que el comienzo de la quinta sinfonía de Beethoven podría «decirse» de otra manera. «Es» esa manera. «Es» lo significa. O significa lo que «es». Jajaja, un galimatías, lo sé. Como diría Mago, el personaje de Martin Scorsese, a Travis, en Taxidriver, «¿Qué quieres? No soy Bertrand Russell».

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