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Al otro lado

 

La pared se levanta en medio de la habitación, no sé de dónde salió, solo sé que está allí, cruzando justo sobre la catorceava loza, bloqueando la foto de Lacán que cuelga en la pared desde que yo tenía 12, que colgó mi madre después de ir por primera vez a un psiquiatra peludo que se sentaba a contemplarla sin decir media palabra, al menos eso me cuenta, ni tomar notas en una libreta que siempre permanecía en blanco como diciéndole que lo que le pasaba no tenía la más puta importancia o quizás invitándola a decir la verdad, cosa que para ella debía haber sido doloroso o ignoto en aquellas circunstancias de su vida, pues mi padre la había dejado por un espía sueco un poco más joven y menos bonito desde todo punto de vista, del estético y del mental, cosa que me asombra de mi padre, tipo tan quisquilloso en esa parte tan oscuramente luminosa que es saber el leit motive de las cosas que pasan en la vida, casi siempre buscando la palabra o la explicación exacta de lo que le acontece a él y a los seres que ama, tan escasos y tan necesarios (aquí respiro hondo para seguir, se me hace difícil imaginarme por qué las cosas pasan en la vida, incluso las de la mía, imagínense las de los demás, que son tan sencillamente complicadas que siempre me han parecido atemporales, porque las vuelvo a recordar a cada rato) porque me imagino que en aquella época sus energías eran más enérgicas y sus deseos más intensos, como me pasa a mi ahora, siempre retardado en cuestión de madureces, imagínense que la primera novia la tuve en la Universidad y fue compartida con un estudiante de ingeniería tartamudo que no sabía complacer los deseos sexuales de su prometida, que terminó enamorándose de mí y casándose, finalmente, con un conocido mío de la escuela primaria que actualmente es dueño de una compañía de programación que se especializa en prótesis cerebrales, cosa que no me asombra, pues es un tipo inteligentísimo y hasta donde yo sé, buena persona, aunque una inquietud en medio de mi pecho cuando pienso en él me die que hay un punto oscuro que no logro vislumbrar a pesar de haberme pasado muchos años entrenándome para leer a las personas, cosa que como podrán comprender me ha ayudado a crear los personajes de mis historia, personajes justo como esta pared, que también es un personaje, el principal, de esta historia que comencé sin ningún objetivo pero que me ha revelado pensamientos que nunca había hilvanado en una sola idea continua, y es que la obsesión de continuidad es uno de mis puntos flacos, como el no conocerme después de tantos años, algo así como el no saber cómo voy a reaccionar si de pronto la pared se derrumba y en el otro lado me encuentro a mí mismo, parado, mirando a cualquier parte que no sea hacia mí, o bailando lento con pasillos desconocidos una melodía inaudible que se antojaría sublime por el simple hecho de no poder escucharla.

 

 

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