Bibi Albert nació en 1944 en Buenos Aires, donde reside, capital de la República Argentina. Es Licenciada en Publicidad (Facultad de Ciencias de la Educación y de la Comunicación Social, USAL Universidad del Salvador). Obtuvo premios y menciones en los géneros poesía, cuento, microcuento, así como por letras de canciones. Produjo de modo independiente dos CDs con sus letras: “14 Nuevas Canciones de Raíz Folclórica” (con música de Héctor Dengis) y “Aire de Familia” (con música de Pepo Lapouble). Fue jefa de redacción del periódico “ProTango”. Es co-fundadora (2003) del grupo de poesía y café literario actualmente denominado “Las Pretextas” y co-organizadora de encuentros de poesía. Integró los volúmenes colectivos “Ronda de pretextos” (Ediciones El Mono Armado, 2007) y “Abrazo de voces” (edición digital, 2015). Fue incluída en las antologías “Más de 100 tangos nuevos” (2005), “Identidad” (2007) y “El verso toma la palabra” (Monterrey, México, 2010). Publicó el poemario “Música y letra” (Ediciones Filofalsía, 1990) y el libro “Sélika y otros cuentos” (edición digital, 2013).
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
Fue una carta literaria, que enmarqué, a la hija que llevaba en la panza, cuando todavía no había ecografías y por lo tanto no se sabían los sexos de los bebés. Tenía veintiocho años, había jugueteado con la poesía siendo adolescente, pero recién la retomé a eso de los treinta. Durante ese largo período del mientras tanto, la leía con respeto y con distancia. Me gustaba más jugar con la creatividad publicitaria. Sentía que ése era mi mejor medio de expresión. Fui, soy, publicitaria de raza.
¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?
Siempre amé la lluvia y odié los paraguas. Las circunstancias me cambiaron la sensibilidad al respecto: viví en sucesivas casas, todas con graves problemas de goteras y techos anegados que se nos cayeron encima. Ahora todo me da temor, la lluvia, las tormentas, el aura de la luna. Todo eso sigue formando parte de mi poesía, pero ya no como alabanza: ahora es con espanto.
La sangre… La sangre es mi tinta. Con ella escribo. Si no, no sirve.
La velocidad nunca fue un tema para mí, no tengo relación con ella. No me importan los autos, por ejemplo, ni las motos. En cuanto a los tiempos, como ya conté, soy publicitaria, en un rato nomás despacho lo que sea. Ahora estoy escribiendo una novela, y ella no me permite que la apure. Buena sensación que estoy estrenando.
Las contrariedades me obligan a hacer cada noche mi balance, y siempre gana el Haber. Sería muy sosa la vida si todo fluyera siempre.
“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?…
Empate. Me dejo llevar por la inspiración, que siempre me aterriza en buen puerto, o eso creo. Pero también me siento y escribo, practico mucho la escritura automática, y después tomo el bisturí y amputo, hasta que el poema parece hijo de la inspiración. O será que la inspiración coquetea y quiere que la busquemos donde sea que se esconde. Lo cierto es que, en un colectivo, por ejemplo, nunca me aburro, abro mi anotadorcito y escribo. Mejor, peor, más o menos, pero escribo. Creo que nunca una porquería, eso no. Y a veces hasta me siento genial.
¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
De Wolfgang Amadeus Mozart, de Barbra Streisand, de Freddy Mercury, de Idea Vilariño, de Leonardo da Vinci.
¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
“Y esto… también pasará.” “Que nada nunca te desvíe de tu objetivo.” “Let it be.” “Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir.” (Winston Churchill)
¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
“Amor sin barreras”, el largometraje de Robert Wise y Jerome Robbins. “Laberinto”, la película de Jim Henson. “Qué verde era mi valle”, la novela de Richard Llewellyn. El monumento a Gulliver (atado por los liliputienses), en Valencia, España. El Museo Rodin, de París, todo entero. Los impresionistas, en el viejo museo Jeu de Paume, y los vitrales de la Sainte-Chapelle, detrás de la Notre Dame, también en París.
¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?
Mi vida entera es una situación irrisoria, soy tremendamente torpe. Pero creo que mi récord fue el siguiente. La medibacha se me había estado bajando todo el día. Subí a un colectivo, cuando todavía se sacaba boleto en la maquinita; todos los pasajeros sentados, nadie de pie, es decir: todos los ojos en mí. Sentí que otra vez se me deslizaban las medias. No les di pelota. Total, la entrepierna del pantalón las retendría. No. Se me había abierto el cierre del pantalón, que me llegó a los tobillos, y había quedado en cola, ante todo ese anfiteatro. Me levanté el pantalón y me senté sin mirar a nadie, en el primer asiento. Fin de la anécdota.
¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
Soñando, soñando, me habría gustado ser una dama de sombrilla en Giverny y que Claude Monet me pintara, o la que inspirara la frase: “Luisa Fernanda, cariño mío, con qué indulgencia me juzgas tú”, de la famosa zarzuela. Pero me quedo con la maravillosa realidad de haber sido una mención en un poema de Héctor Viel Temperley y con las canciones que escribí junto con Pocho Lapouble [1942-2009], mi marido y mi músico más admirado.
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
George Bernard Shaw, Pocho Lapouble, Groucho Marx, Frank Sinatra.
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
Quiero a la gente de buena leche, no importa qué valores intelectuales tenga. A las personas que no quiero, pero sí valoro, las admiro, y eso está bueno, me hace sentir bien. Porque si no las quiero no puedo valorar en ellas más que lo indiscutible y consagrado, no otra clase de gestos, porque por algo no las quiero.
Nada que resolver, no implica un conflicto para mí.
¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
Para nada. Me quedo con “La vita è bella”, el largometraje de Roberto Benigni. A pesar de todo, el mundo es fascinante.
Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
Sobre todo, Jesús. Audrey Hepburn. Federico García Lorca. Teresa de Calcuta. Steven Spielberg. Mahatma Gandhi. Walt Disney. Sor Juana Inés de la Cruz.
¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
Me río del humor inteligente, pero no a mandíbula batiente. Eso sólo me lo producen las idioteces con que nos damos manija con mis hijos, con mis socias Pretextas, con algunos amigos como Raimundo Rosales. Seguir y seguir con un mismo tema hasta no tener más remedio que irme a dormir. Sólo las pavadas totales me hacen tentar de verdad. Y no puedo parar con determinadas películas, por ejemplo: “Los productores”, de Mel Brooks, el largometraje que en la Argentina conocimos con el título de “Por un fracaso, millonarios”.
¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
Mmmmm, no sé si entiendo la pregunta. Si se refiere a si desisto cuando las cosas no se dan como yo quiero, no, no desisto. Encuentro la manera. Me meto por otro lado. Si estoy convencida de lo que quiero lograr, lo lograré. Más tarde, un poco cambiado, pero sí.
El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?
Con el dinero y la política muy mal. Gané muchísimo dinero, lo disfruté, no lo invertí en ningún futuro. Siempre la plata se me va como me vino. No lo considero sucio, de ninguna manera, pero no sé conservarlo. La política, hummmm, siempre estoy del lado que sabe mantener el tono y los valores, no discuto, no me peleo, me ligo todos los desprecios. El amor es el tema de mi vida. La contemplación es algo que me permito, un goce, una serenidad. La religión la manejo, hablo con el Flaco de igual a igual. Nos entendemos.
¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.
La ciudad, el pensamiento, el desajuste, el sufrimiento, el sacrificio, el azar, el bosque, la visión, la ceremonia, la danza, la lengua, la autenticidad, la muerte, las miniaturas.
“La ciudad me impedía pensar, me desajustaba, me hacía sufrir todo ese sacrificio de recorrerla sin verla, de fatigarla sin vivirla. El azar me llevó lejos. Y el bosque fue una visión, una revelación. Allí la ceremonia, la danza, una nueva lengua, tanto más auténtica, más verdad. La muerte quedó atrás, gimiendo por sus pobres miniaturas, sus pedacitos de nada.”
“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?…
En la cursilería. Se ahogan sin remedio.
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
Pude, puedo, podré. No necesito que un artista piense como yo para que su arte me conmueva. Eso es algo con lo que, desde mi lugar de gestora cultural, convivo, diariamente.
No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
Te referís a lo consabidamente artístico. Porque arte encuentro en todos los oficios, todas las actividades. Pero te respondo: a un amigo, marido de una amiga, que sabe acariciar la madera y hacer con ella cosas útiles, mientras habla poco y lo ve todo. A un médico, pediatra de tres generaciones de mi familia, que minimiza, tranquiliza, sabe más allá y tiene el registro de que somos un todo y no un conjunto de órganos.
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
Soy mis pasiones. Mejor dicho: soy mi pasión. La misma.
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
Alejandra Pizarnik, Ricardo Darín, Julia Zenko, Gabriel García Márquez, Marta Minujín, Héctor Alterio, Gabriela Mistral.
¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?
Felizmente asimétrico. De otro modo sería un acomodarse al otro, es decir, ceder para agradar. Eso no es amor.
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
- Leonardo da Vinci, Miles Davis, Erica Jong, Atahualpa Yupanqui, Ernest Hemingway, Simone de Beauvoir.
- Ludwig van Beethoven, Emily Dickinson, Paul Gauguin, Lola Flores, César Vallejo, María Callas.
- William Shakespeare, Edith Piaf, Mijaíl Barýshnikov, Rosa Montero, Pablo Picasso, Coco Chanel.
- Almudena Grandes, Elvis Presley, Sean Connery, Mercedes Sosa, Charles Chaplin.
Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?
Caballo al galope, alfil con el camino despejado, torre casi Eiffel, Jaque Salve a mí, la reina. Vida nada te debo / vida estamos en paz.