A muchos les parecerá una suposición sin sentido el informe elaborado por cuatro científicos de la European Physical Society (Steven Jones, Robert Korol, Anthony Szamboti y Ted Walter) según la cual el colapso de las Torres Gemelas y otro edificio del complejo World Trade Center neoyorquino se debió a una demolición controlada. No es la primera vez que se cierne la sospecha sobre el más letal acto terrorista de la moderna historia dejando aparte las bombas atómicas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki.
Leyendo un resumen del informe, lo que llama la atención es que edificios con estructuras de acero, como los derrumbados, puedan colapsar completamente ya que se necesita una temperatura constante en su estructura de 660 grados para que eso suceda. Que se produzca el colapso total de los dos edificios, y casi al mismo tiempo, cuando los dos aviones del atentado entraron a muy diferentes alturas, tampoco es lógico. Paranormal es que quedara reducido a cenizas un tercer edificio que ni tan siquiera fue alcanzado por los aviones. A este clima de dudas sobre el 11S contribuyen las afirmaciones de diversos testigos que aseguraron haber oído explosiones en los bajos de los edificios. La duda se acrecienta cuando las Torres Gemelas fueron diseñadas por sus arquitectos precisamente para aguantar el impacto de aviones contra sus estructuras.
El terreno de las especulaciones es muy movedizo, sobre todo cuando no se ha investigado a fondo y se acepta la verdad oficial, a lo que es muy dado el crédulo pueblo norteamericano que suele no cuestionar lo que dicen sus dirigentes. Así se explica que, tras la caída de las Torres Gemelas, se le hiciera tragar a la ciudadanía norteamericana dos clamorosas mentiras que fueron aceptadas prácticamente sin discusión. Una, que Irak estaba detrás de los atentados, algo rigurosamente falso que luego se ha aceptado que lo fue pero sin que se hayan dirimido las responsabilidades de los que orquestaron esa patraña infame (y ahí la congresista Hillary Clinton, posible primera presidenta de Estados Unidos, también tiene responsabilidad por no cuestionar esa mentira desde la cámara y haber votado a favor de la invasión de Irak). Dos, que Irak tenía armas de destrucción masiva, otra falsedad basada (y ahí habría que forzar una sonrisa si no fuera porque esa broma ha costado más de medio millón de muertos y una situación de inestabilidad permanente al otro lado del Mediterráneo) en una conversación que tuvo un agente de la CIA en Bagdad con un taxista. No me creo esas tesis, la del taxista como informante, desde luego, a no ser que la CIA sea como la pintan los Coen en Quemar después de leer, que pudiera ser. Estados Unidos y las potencias occidentales sabían de la existencia de arsenales de armas de destrucción masiva por parte de Sadam Hussein sencillamente porque se las habían vendido; lo que ignoraban es que ya las había gastado. La invasión y destrucción de Irak se produjo momentos antes de que el sátrapa iraquí llevara a cabo la sustitución del dólar por el euro para todas sus transacciones petrolíferas e instara a los países de la zona a hacer lo mismo. ¡Es la economía, estúpido!
Las grandes potencias tienen actuaciones desalmadas y delictivas en defensa de los intereses de sus élites. Asesinamos por tu seguridad, vienen a decir a sus ingenuos ciudadanos, pero asesinamos a los malos, haciendo servir un maniqueísmo simplista. Desde el estado y sus cloacas se roba, tortura y asesina sin piedad. Estados Unidos es especialista en crear monstruos (Osama Bin Laden, uno de ellos) que luego escapan a su control, que es para lo que fueron diseñados precisamente en esa lógica diabólica de crear inseguridad en el mundo cuando desapareció el fantasma de la Unión Soviética. El miedo es el negocio más rentable, y el miedo justifica toda clase de ilegalidades (el espionaje masivo de nuestras comunicaciones, que ya aceptamos como algo normal) y barbaridades (el ahogamiento simulado no era tortura, según Dick Cheney, por la misma razón que una felación no es sexo, según Bill Clinton).
Si en el 11S hubo o no algún tipo de autoatentado, o se produjo una serie de explosiones en los cimientos de los edificios en paralelo con la entrada de los aviones, no lo sabremos ahora ni quizá nunca. Para estar más cerca de la verdad recomiendo que se vea otra vez el excelente y mordaz documental Fahrenheit 9/11 de Michel Moore que apunta en dirección al informe de esos cuatro científicos, porque el beligerante cineasta también tiene muchas dudas sobre ese suceso. Son especulaciones, cierto, sobre un hecho que suscita dudas razonables a un montón de gente.
La tesis oficial del asesinato de John Fitzgerald Kennedy de la Comisión Warren no se la traga ya nadie con dos dedos de frente; la tesis oficiosa, con el informe del fiscal Jim Garrison, reflejado en esa espléndida película denuncia de Oliver Stone JFK, es lo que ha prevalecido, aunque no tuviera consecuencias de ningún tipo, y consecuencias son el castigo y repudio de los culpables. A Marilyn Monroe seguramente la suicidaron, según las últimas investigaciones, el clan Kennedy para el que se había convertido en un engorro peligroso que ya no les divertía.
La historia oficial está llena de mentiras, mierda y sangre. La historia oficiosa y la ficción llegan muchas veces adónde la oficial no llega porque no quiere.
Ulises navega de nuevo en un modesto barco que le aproxima más a Turquía si eso es posible. El mar espejea porque Helios se mira en él. Ese mismo Helios que le va quemando la piel en la cubierta de ese barco que prácticamente no se mueve en ese mar llano sin más ondulación