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La literatura: el giro nórdico

¿Qué concepción del arte se esconde detrás de los discursos de aceptación de los premios Nóbel de literatura? Esta es mi sexta entrega.
Entre 1916 y 1921, la academia sueca otorgó el premio a un escritor sueco (1916), dos escritores daneses (1917), un escritor suizo (1919) y un escritor noruego (1920). En 1918 no se entregó el premio. Lamentablemente, contamos sólo con un discurso. Carl Gustaf Verner Von Heidenstam comenzó como pintor, pero luego se dedicó a las letras. La temática de sus obras se apartan del realismo imperante en esos tiempos. Su colección de poemas líricos Nya Dikte (1915), le valió el reconocimiento de los críticos, que vieron en ellos el intento de elevar a la humanidad a partir de una serena sabiduría. En el poema “Inmortal y sin nombre” encontramos estos versos: “¿Crees que el artista en su momento pleno/puede ver las multitudes que gritan?/No, adentro, adentro es que mira”. Karl Adolph Gjellerup, poeta y dramaturgo danés, recibió el premio por su “poesía visionaria”. En su autobiografía destaca la influencia de Hegel, Kant y Schopenhauer. En tanto, Henrik Pontoppidan fue un escritor realista que supo capturar, según la Academia, la vida cotidiana en Dinamarca. Sus novelas La tierra prometida (1891-1895) y Pedro el afortunado (1898-1904) tienen una infinidad de temas, entre los que se destaca el conflicto religioso. En El reino de los muertos, uno de los personajes dice: “Me muero… y sin haber vivido”. Carl Friedrich Spitteler fue un poeta suizo a quien se le otorgó el Nóbel por su poema épico-alegórico Primavera olímpica (1900-1905), una mezcla de temas religiosos, fantásticos y mitológicos. En 1920, recibe el premio Nóbel de literatura el novelista noruego Knut Pedersen Hamsun, por su obra La bendición de la tierra (1917), de estructura algo imprevisible y de gran belleza verbal. Entre 1882 y 1888 vivió en los Estados Unidos, cuya vida criticó en su libro La vida espiritual de la América moderna. Allí describe a los negros como “órganos rudimentarios en el cuerpo de la sociedad blanca”. No sorprende entonces su apoyo al nazismo; en 1943 envió su medalla del Nóbel a Joseph Goebbels. Su discurso de aceptación es grandilocuente; rescatamos de allí esta frase: “Es apropiado que aquellos que han envejecido den un paso atrás y lo hagan con dignidad y gracia”. Palabras paradójicas para quien terminó en un hospital psiquiátrico, sordo y casi ciego.

 

Y el pescador dijo: “Habla y abrevia tu relato
porque de impaciente que se halla mi alma
se me está saliendo por el pie”.
Las mil y una noches, “Historia del pescador y el efrit”.

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