por Esteban Lozano
El pasado 6 de noviembre se cumplieron 105 años de la muerte de Robert LeRoy Parker, más conocido como Butch Cassidy. Pero…¿realmente murió en 1908 acribillado por el ejército boliviano, como afirma la versión oficial y muestra la película de George Roy Hill?
Esta nota no aspira a contar la verdad de un forajido que se transformó en leyenda (las leyendas se niegan irremisiblemente a ser degradadas y permanecen como tales) sino sólo a trazar una semblanza de Butch Cassidy y su compañero de correrías el Sundance Kid, y a demostrar que no es una afirmación descabellada la que sostiene que el historiador se identifica a tal punto con el objeto de su investigación que termina convirtiéndose en él, o al menos mimetizándose con él (ellos, en el presente caso). El botín resultante del robo que oblicuamente acabo de confesar es, como el avisado lector podrá imaginar, información, ni más ni menos.
El Sheriff Sam Google busca a Butch Cassidy vivo o muerto
Con sólo tipear las palabras “butch cassidy” en el buscador de Google, aparece un total de 4.470.000 entradas, número más que suficiente para hacerse de información sobre el tema sin el engorro de tener que acudir a una biblioteca tradicional en busca de libros de historia estadounidense.
El Sheriff Sam Google rastreó al dúo de forajidos hasta las remotas tierras patagónicas donde Butch y el Kid, fugados de su patria por amor a lo ajeno, continuaron haciendo lo que mejor sabían: despojar de su patrimonio al prójimo. Cuando subieron hasta Bolivia, nuevas tropelías mediante, fueron abatidos por los fusiles de las fuerzas del orden… ¿o no?
El trío dinámico
Eric Enders comenta, en su artículo Your Times Is Over: Butch Cassidy and the Passing of the Outlaw West, que en la película Butch Cassidy and the Sundance Kid (George Roy Hill, 1969), el Sheriff Bledsoe (Jeff Corey), un viejo compañero de andanzas de Butch (Paul Newman) y Sundance (Robert Redford) ahora converso y al que los amigos recurren para que los auxilie, los sermonea de este modo: “Nunca conocí a un hombre más afable que tú, Butch, o más rápido que el Kid, pero ustedes todavía siguen siendo dos forajidos baratos. ¡Se terminó! ¿No lo entienden? Sus tiempos se terminaron y van a morir de manera sangrienta, y lo único que pueden hacer es elegir dónde.” Enders le da la razón al Sheriff Bledsoe asegurando que, para 1901, Butch y Sundance, quizá el dúo de forajidos más famoso en la historia de los Estados Unidos, no eran otra cosa que los herrumbrados remanentes de un siglo extinto. La más reciente tecnología dificultaba las probabilidades de éxito en los robos de bancos y trenes; por dar sólo un ejemplo: el telégrafo determinaba que las señas de los bandidos los precedieran en su huída. La ley estaba cada vez más cerca de atraparlos.
Al fin, el 3 de julio de 1901, la Pandilla Salvaje de Butch y Sundance llevó a cabo un último gran robo, asaltando al tren Great Northern Coast Flyer, cerca de Wagner, Montana. Tras dividirse un botín estimado en 65.mil dólares, la pandilla se separó para siempre. Butch y Sundance comprendieron que su vida como forajidos se estaba muriendo y ambos, acompañados por Etta Place, la concubina de Sundance (en el cuento El hijo de Butch Cassidy, Osvaldo Soriano comenta que Edna –sic– era la amante de ambos), se encaminaron hacia las prometedoras pasturas de la Argentina. Los dos forajidos más osados de los Estados Unidos habían decidido comenzar una nueva vida como criadores de ovejas y, cuando se embarcaron hacia América del Sur, el espíritu decimonónico del salvaje Oeste partió con ellos.
Los paisajes del lejano Oeste antes de John Ford
Enders cita a otro autor, Larry Pointer (In Search of Butch Cassidy. Norman, OK: University of Oklahoma Press, 1977): Butch y Sundance eran producto de las comunidades religiosas conservadoras del siglo XIX. Robert LeRoy Parker —Butch— nació el viernes 13 de abril de 1866 en Beaver, Utah. Su abuelo había sido uno de los primeros mormones que se establecieron allí, pero el joven Cassidy veía en la iglesia opresión e hipocresía. En su adolescencia se hizo cuatrero y cuando los ancianos del pueblo —todos ellos devotos mormones— objetaron su conducta, el joven cambió Utah por las planicies de Wyoming. Allí se involucró en la disputa de los aspirantes a colonos contra los terratenientes que se ausentaban durante largos períodos.
En 1894, Cassidy fue sentenciado a dos años de cárcel en la Prisión Territorial por robar ganado, una sentencia, según él, injusta y políticamente motivada. Tras su liberación, parece haber decidido que si lo iban a tratar como a un forajido, mejor actuaba como tal.
Cassidy pronto se mudó a Hole in the Wall en el área nor-central de Wyoming, un refugio para fugitivos en la montaña. Aunque los registros históricos son poco fiables, fue probablemente allí donde conoció a la mayoría de los futuros miembros de la Pandilla Salvaje, incluyendo al Sundance Kid.
En un lugar de Pennsylvania de cuyo nombre no quiero acordarme…
Harry Longabaugh, el Sundance Kid, había nacido en 1867. Aunque sus padres eran baptistas, fue criado en Lancaster County, Pennsylvania, en el corazón de la comunidad Amish. Cuando niño, Harry leía novelas de 10 centavos sobre las hazañas de Jesse James y otros héroes del oeste y languidecía por escapar de los confines de la Pennsylvania rural para emular aquellas aventuras, como casi tres siglos antes lo hiciera el ingenioso hidalgo don Alfonso Quijano, también influenciado por sus lecturas.
La oportunidad perfecta se presentó cuando, en 1882, algunos primos decidieron marcharse al oeste en un vagón de tren y Harry, de 15 años, se fue con ellos.
La importancia de ser Sundance
Enders cita a otros dos autores, Ann Meadows (Digging Up Butch and Sundance. New York: St. Martin’s Press, 1994) y Eamonn O’Neill (Outlaws: A Quest for Butch and Sundance. Edinburgh: Mainstream Publishing, 1997) para dar cuenta de que Harry llegó a Colorado Springs quizá a tiempo para asistir a una conferencia dada por otra figura rebelde que contribuiría a simbolizar el fin del siglo XIX: Oscar Wilde. El joven escritor irlandés estaba por finalizar su famosa gira americana de conferencias de 1882 y, llegado al oeste estadounidense, gustaba salir a escena vestido con ropa de vaquero. En Leadville, Colorado, Wilde encontró lo que más tarde llamaría “la única pieza racional de crítica de arte con la que me he topado en mi vida”, un letrero en un saloon que suplicaba: “No le dispare al pianista, hace lo mejor que puede” (“Don’t shoot the pianist, he’s doing his damnedest”). Ni Wilde ni Harry Longabaugh estuvieron mucho tiempo en Colorado Springs. Para 1884, Harry se había encaminado al norte y trabajaba como mano de obra itinerante en los ranchos de Montana y Wyoming. En 1887, a sus 19 años, robó un caballo y fue sentenciado a dos años de prisión en Sundance, Wyoming. Después de eso, se lo conoció para siempre como el Sundance Kid.
¡El Bolsón o la vida!
El sitio www.bolsonweb.com/historia/historia_cassidy.htm de El Bolsón, provincia de Río Negro (Argentina), incluye un extenso informe sobre Butch y el Kid haciendo hincapié en su etapa patagónica. Entre otras cosas, allí se sostiene que Robert LeRoy Parker era el mayor de once hermanos nacidos en Utah, y que a los 18 años partió hacia el salvaje oeste a trabajar con ganaderos, haciéndose experto en el manejo de los caballos y en faenas campestres. Decidió que la gente pobre debía buscar sus derechos en la ilegalidad y se inició en ella como ladero del joven bandido Mike Cassidy, de quien tomó el apellido; el Butch proviene de la marca de la pistola que Mike le prestó para llevar a cabo su primer robo de ganado. Así comenzó a forjarse la carrera de asaltante profesional que puso a Butch a la cabeza en la lista de forajidos cuya pista seguían los miembros de la agencia de detectives Pinkerton, a la sazón la más importante del rubro.
¡Digan cheeeeeeese!
La fuente consultada sostiene que fue por esta época cuando Butch conoció a la pareja de bandidos formada por el Sundance Kid y Etta. El asedio de la ley los llevó hasta el sur del continente, previo paso por México, donde hicieron sus primeras armas en el idioma castellano.
Una vez en Cholila, en la austral provincia argentina del Chubut, con hermosos lagos y la imponente cordillera de los Andes como telón de fondo, el trío levantó su hogar al estilo del far west. Butch y el Kid, que se hacían llamar Santiago Ryan y Harry Place, respectivamente, compraron animales con el dinero que habían robado y construyeron una gran caballeriza y cuatro establos bordeando el arroyo que atravesaba sus tierras. Hacia 1905 llegaron a tener 900 cabezas de ganado y 40 caballos recorriendo sus 6 mil hectáreas. Aunque cada miembro de “la familia de tres”, como los llamaban los pueblerinos, aportaba al trabajo, Cassidy era el verdadero experto. Los incipientes ganaderos de Cholila aprendieron de él la relación entre patrón y peón: los gringos pagaban bien y a tiempo, cumplían lo pactado y enseñaban a sus trabajadores.
Se cuenta que Etta había sido maestra en los Estados Unidos, pero no está claro si, además de pistolera, también fue prostituta. En todo caso, era muy respetada en Cholila, y no sólo por las dos pistolas que usaba al cinto.
Mientras los tres construían sus nuevas vidas, los sabuesos de Pinkerton les pisaban los talones. Una famosa fotografía de la Pandilla Salvaje en pleno había llegado hasta el puerto de Buenos Aires, lo que facilitaría la búsqueda de los fugitivos, aunque las enormes distancias, los intensos fríos y lo incierto de los caminos patagónicos desanimaron a los detectives. En este punto comienzan a sumarse las imprecisiones, las confusiones, las distintas versiones y a consolidarse (si es que aún hacía falta) la leyenda.
Cuestiones limítrofes
En febrero de 1905 fue asaltado el Banco de Londres y Tarapacá, en Río Gallegos. Se vinculó entonces a los tres gringos de Cholila con el robo, al menos como cómplices. Cierto o no, en los días subsiguientes Santiago Ryan y los Place desaparecieron del pueblo, se dice que con rumbo a Punta Arenas, Chile.
La casa y los corrales que habían erigido fueron comprados por la compañía chilena Cochamó. Una versión sostiene que la fuerte presión ejercida por esta ganadera decidió la partida de los tres bandidos. Cochamó había sido dueña de las tierras adquiridas por los gringos: un plebiscito, en 1892, la había obligado a dejar sus terrenos. En ese año la Provincia del Chubut, de la que forma parte Cholila, eligió ser argentina y no chilena. Siguió a este pronunciamiento una ley que prohibía a los extranjeros poseer tierras dentro de los 150 kilómetros inmediatos a la frontera, por lo que la empresa tuvo que abandonar las suyas. Cuando en 1905 Cassidy y sus compañeros vendieron a Cochamó, que pretendía recuperar sus antiguas tierras, el gobierno se enteró de la venta y la anuló. Mientras las autoridades argentinas y la empresa chilena se peleaban por las tierras, los tres forajidos se alejaban en busca de su sino.
Desmembramientos y otras versiones
Etta se separó del Kid y de Butch en algún punto del recorrido. Probablemente volvió a San Francisco y ya no pudo regresar porque enfermó. Una versión sostiene que el Kid la acompañó a Estados Unidos, para luego volver solo a América del Sur, y otra que en México Etta vendió armas a los revolucionarios de Pancho Villa.
Del Kid se dice que podría estar enterrado en el Lago Puelo, a metros de la frontera chilena, mientras que otras especulaciones lo dan por muerto en 1908, acribillado junto a Butch en San Vicente, Bolivia, tras lo cual las cabezas de ambos fueron separadas de sus respectivos cuerpos.
Una versión, quizá más fiable, es la brindada por la hermana de Butch, Lula Parker. Según ella, Butch estuvo en Utah, en la casa familiar, en 1925, y murió de pulmonía una década más tarde, en Washington.
En la Patagonia, el hogar de los bandidos estuvo habitado hasta 1998. Después de que Cochamó perdió nuevamente el terreno, el chileno Rómulo Sepúlveda compró la casa, aunque no la tierra, que hasta hoy pertenece a una familia argentina.
Sentando cabezas
El historiador Marcelo Gavirati, autor del libro Buscados en la Patagonia y de varios artículos acerca de bandoleros publicados en la revista Todo es historia, reconstruye las correrías del trío a través del sur mediante la recopilación de documentos hallados en nuestro país, así como en Chile, Bolivia y los Estados Unidos. Su mayor descubrimiento ha sido un expediente labrado en 1911, cuyas 500 fojas resumen las actuaciones policiales e incluyen cartas y notas firmadas por Santiago Ryan y Harry Place. Dicho legajo se inició debido al secuestro, en Chubut, del estanciero Lucio Ramos Otero, hecho que derivó en la persecución y muerte de otros dos bandoleros estadounidenses: Willie Wilson y Robert Evans, hallados por la policía fronteriza en las inmediaciones de Río Pico. Sus restos dieron lugar a la leyenda de que pertenecen a Butch y al Kid.
En una de las cartas escritas por Butch en agosto de 1902, éste le dice a una amiga: “Me establecí para siempre. Tengo 500 vacunos, 1.500 ovinos, 28 caballos de silla, dos peones que trabajan para mí, además de una casa de cuatro habitaciones y galpones, establo, gallinero y algunas gallinas. Los Estados Unidos me resultaron demasiado pequeños durante los últimos años.”
Dos tickets a Bolivia
El 19 de diciembre de 1905 fue asaltado el Banco Nación de Villa Mercedes, provincia de San Luis: este parece ser el único asalto protagonizado en la Argentina por Butch Cassidy y el Sundance Kid, junto con otros dos secuaces. Los diarios de Buenos Aires, La Nación y La Prensa, difundían los pedidos de captura de los estadounidenses y sus corresponsales registraban sus tropelías en el centro y el sur del país.
Se dice que, hacia 1908, tenían intenciones de instalarse como hacendados en Bolivia. Dieron su último golpe asaltando una remesa destinada a la Minera Aramayo, Francke y Cía. Escaparon de las fuerzas del orden con rumbo norte, pero el 6 de noviembre de 1908 dio con ellos el regimiento de Abaroa del ejército boliviano en una casa del pueblo de San Vicente. Al tanto de lo que ocurría, Butch y el Kid comenzaron a dispararles. El jefe de la partida ordenó rodear el edificio para evitar que los bandidos huyeran por los fondos.
Cuenta Gavirati en su libro, basándose en investigaciones de los estadounidenses Daniel Buck y Ann Meadows: “Mientras se encontraban en esa tarea, se escuchan tres gritos de desesperación dentro de la casa, luego de lo cual cesa el tiroteo, situación que se mantiene durante la tensa y fría noche. Al amanecer, la comitiva encuentra los cadáveres de los dos gringos. Uno de ellos, el que sería Butch, con un balazo en la sien y otro en el brazo, el otro Sundance, sentado detrás de la puerta, abrazado a un gran jarrón de cerámica, con varios disparos en los brazos y uno en la frente. En las alforjas de los bandoleros estaba completa la remesa robada a Aramayo.” A los cadáveres de los forajidos se les dio sepultura en el cementerio de San Vicente. En 1991, los presuntos restos de Butch y el Kid fueron exhumados, y el antropólogo forense Clyde Snow, tras los correspondientes análisis, concluyó que los huesos pertenecían a Gustav Zimmer, un minero alemán.
En el Simposio de Trevelin, colonia galesa del Chubut, tanto Gavirati como Buck y Meadows afirmaron que las evidencias históricas demuestran que Butch Cassidy y el Sundance Kid (¿habrán sido sus últimas palabras “Volveré y seré un festival de cine”?) murieron en Bolivia el 6 de noviembre de 1908.
No obstante la riqueza anecdótica de la etapa patagónica de los forajidos, la película Butch Cassidy and the Sundance Kid se la saltea completamente, mostrando, sí, el final de ambos en Bolivia.
En el sitio www.imdb.com, el más completo banco mundial de datos de la web vinculados al cine, podemos leer en un foro acerca de la película de George Roy Hill: “Ha habido muchos argumentos en la vida real acerca de la muerte de Butch Cassidy y el Sundance Kid, muchos creen que sobrevivieron al tiroteo con la policía (sic) boliviana y regresaron a los Estados Unidos, donde Butch vivió hasta 1937 y Sundance hasta 1955. ¿Ustedes qué creen?” Una de las respuestas que allí aparecen: “La gente nunca quiere reconocer que sus héroes están hechos de carne y sangre, así que a veces cree que personajes como Butch y Sundance continúan viviendo en una granja junto a la playa con Elvis, Jim Morrison y JFK.” (Una población digna del cementerio de Springfield).
Because I’m free, nothing’s worryin’ me…
Retomando la aseveración del comienzo: el historiador se mimetiza con el personaje investigado.
No soy historiador, claro, pero me he mimetizado con Butch: no robando trenes ni bancos, sino información, que es el valor más preciado del historiador, ya que cuesta mucho tiempo y esfuerzo adquirirla.
Me parece escuchar los últimos acordes de la pegadiza Raindrops keep falling on my head, de Burt Bacharach y Hal David, canción ganadora de uno de los 4 Oscars obtenidos por Butch Cassidy and the Sundance Kid (los restantes: mejor película, mejor guión original y mejor fotografía). También sobre mi cabeza caen gotas de lluvia: que yo en vez de robar a punta de pistola lo haga a punta de cursor es sólo un detalle…
Y ahora… ¡Arriba las manos!