Entrevistamos a Patricio Se, editor de La Conjura, a raíz de la publicación de 266, un libro que compila microrrelatos de autores sobre uno de los escritores más influyentes de latinoamérica.
¿Por qué Bolaño?
Más diría 266. Primero fue el juego de palabras y después la forma de justificarlo. Supongo que es la historia de la onomastía, que primero es lúdica. Bolaño sin ir más lejos era terrible pero terriblemente cabulero onomásticamente hablando: hay que ver que él, que era poeta, le pone Belano a su alter. Esto es una síntesis. Le habrá pasado estimo más o menos algo así con el desmesurado 2666. Esto es más una miniatura, o una miniaturización.
¿Por qué microrrelatos cuando RB es conocido sobre todo por sus larguísimas novelas?
Fue una decisión lógica: si eran 266 autores había que limitarlos muchísimo. Vino todo junto: se supo que era una página por firma desde el principio, que iban a estar en orden alfabético en la contratapa solo los apellidos. La idea en sí fue una microdosis: en el subte B de Buenos Aires. Que por cierto casi nunca tomo, salvo cuando voy a comprar libros. Pero ese día no iba a comprar libros.
¿Que significa para vos Bolaño? ¿Cuál es tu historia personal con el autor?
Cuando yo no leía sabía que alguna vez iba a leerlo porque gente que tenía bibliotecas alrededor mío lo exhibía en secreto. Vino una semana santa. Parece que exagero pero fue así: me lo presentaron un jueves, los detectives salvajes, y para el domingo lo había releído. Con 2666 me decepcioné, todo hay que decirlo. Volví a leerlo para este proyecto, pero a través de los autores.
Ante tantos textos, ¿cómo fue el armado del libro? ¿Editaste algunos textos? ¿Rechazaste material?
Traté de intervenir a través de mis mails. Casi nada toqué en el texto. Y casi todo fue por mail. Alguna vez habría que sacar la cuenta de la cantidad de mails que se enviaron y se recibieron. Yo no lo hago porque me da escalofríos, y empiezo a temerle a la cábala.
¿Crees que ahora, ya con el paso del tiempo, las nuevas generaciones tienen otro acercamiento a la hora de leer a Bolaño?
Creo que estas son las nuevas generaciones, o mejor dicho la primera generación que tiene que acercarse a Bolaño. Da la sensación que en un momento todos quisieron ser detectives. Es el fenómeno de la cultura pop, ¿no?, cómo pudimos vivir sin esto tanto tiempo. En el libro tenemos autores de más de ochenta años y de menos de dieciocho. Pero las lecturas son transversales, y casi siempre riman -es lo que hizo el dispositivo.
¿Cómo dialoga este título con el resto de las publicaciones del sello?
Lo que se forma es un canon. Pareciera que siempre se forma un canon, aunque no necesariamente es así: la línea que veo es de lecturas personales -evocaciones a Piglia, Fogwill, Aira, Bolaño-. Escritores. Pero también evocaciones a Telémaco, en «Troya, aparta de mi este cáliz». De ahí, el único vivo es Aira. Sino, estaría tentado a decir que conjuramos fantasmas.
¿Qué proyectos tiene La conjura en vista?
Estamos preparando una novela de un autor joven para octubre de este año. Va a venir acompañada de diarios de época, de la época que el libro inventa, y de ilustraciones muy a tono con una estética un poco dark, un poco terrorífica. Y luego preparando proyectos para el año que viene, que sin dudas estará también muy centrados en 266: un sueño que tengo es poder organizar presentaciones en los 26 países que aportaron materiales para la antología. Ya veremos.
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