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El libro más personal de Ricardo Sumalavia

«Cualquier escritor que tiene un mínimo respeto hacia su obra en lo que piensa básicamente es en la necesidad de transmitir algo personal».

No somos nosotros es en cierta manera un diario de notas, ¿cómo nació la idea de convertirlo en libro?

No nació exactamente con un diario de notas, sino fue por una invitación de una página web peruana en la que me pedían que fuera relatando mis experiencias, que se iban a ir publicando cada fin de semana. Previamente yo ya llevaba un blog, entonces iba escribiendo algunas de mis impresiones, de mi experiencia en Europa, de vivir en la ciudad de Burdeos. Entonces lo que pasó es que, en determinado momento, ya cuando era colaborador de este portal llamado La Mula, empecé a tener una noción de conjunto, sentí que estaba escribiendo muchos textos que apuntaban a cierto ideal de libro. Esto al principio no fue algo consciente pero después fue tomando forma.  Entonces, me dije “no, acá yo tengo un libro” y empecé a hacer una selección de textos y escribir otras cosas. Y ya el resto, lo que viene a ser la última etapa, se escribió concebido de esta manera. Así fue como lo pude armar. Y en este formato, incluía extractos de un diario, micro ensayo, micro crónicas. Destaco la palara “Micro” porque fue la prioridad de lo que fue dictando su ritmo interno. 

Inicias preguntándote si sabes volver, pero en cierta forma también era una partida, ¿no? un comienzo de viaje. Una salida de hogar, hacia ese otro hogar.
Efectivamente, en este proceso de escritura también se fue sumando que no solamente empecé a contar mis experiencias en Burdeos, sino por otro lado era mi recuerdo de Lima, lo que suponía  volver, lo que supuso partir de Lima y lo que hubiera supuesto volver.

Por otro lado había empezado realizar una serie viajes a otros países, a otras ciudades importantes en sí mismas y también por la historia literaria que había detrás de cada una, como Praga, como el hecho de estar en París, en Madrid, en Barcelona, etcétera, o en Sofía, en Bulgaria; esas pequeñas partidas y retornos empezaron también a plantearme cuestionamientos de esa imagen mayor que es el partir y volver que ya había hablado antes. Partir supone ya volver. Ahora a esto también se suma, por supuesto, cuestiones personales: el hecho de haber estado en Francia diez añosver un poco mo me proyectaba como un espacio de reflexión de escritura, de creación. Me preocupaba mucho el lenguaje que estaba desarrollando en mi español. No es lo mismo estar en una cultura en la que te desenvuelves en otra lengua. Yo soy un escritor que escribe en español, siempre voy a ser así. Tenía esa necesidad de recuperar un anclaje con mi propia lengua. Entre tantas otras motivaciones. Y todo esto creo que se logra, espero, transmitir en el libro. Digamos que no solamente habla del viaje, la partida y el retorno, sino que también es un motivo literario para múltiples reflexiones, como la reflexión sobre el lenguaje y el acto creativo mismo. Por eso también es que en varios de esos textos hablo de experiencias de viajes de otros escritores: lo que supuso cambiar de espacios, lo que supuso construirse en esos otros espacios y construir su imaginario literario y desarrollar un lenguaje para ese nuevo espacio, entonces traté de establecer correspondencias entre mi vida personal, mi vida cotidiana de aquél entonces y la vida de esos escritores. 

Pensar en las múltiples referencias culturales y literarias que tiene tu libro podría influir en el lector a tomarlo como un libro de ficción, donde el narrador es el personaje, ¿has considerado esta lectura? ¿te parece válida para ti como autor y personaje?

Mira, algo que está de mi primer libro, o sea desde que empecé a publicar a los veintitantos años y ha aparecido como constante en los demás, es algo que me interesa mucho, cómo se construye una persona a través del lenguaje, a través de las palabras. Es que para mí siempre ha estado claro que nuestra identidad se construye, entre tantas posibilidades, a través de las palabras, del lenguaje; hay muchos ejemplos literarios, uno que se me viene a la mente siempre es la Epístola de Amarilis a Belardo, que no se sabe si en verdad existió Amarilis o no, que le escribió a Belardoque era Lope de Vega, pero me gustaba que existía en el texto, que se construía en el texto. Igual, de alguna manera, yo, ese Ricardo que aparece en el libro No somos nosotros, también es un Ricardo que se construye en el texto, se construye en las palabras, eso también me interesa, ya está en las otras novelas. Por ejemplo, en la novela Que la tierra te sea leve, hay un personaje que es un enano llamado Féferque va cambiando de nombres, le van cambiando de nombres y, con nombres distintos, le cambian la identidad también, se va construyendo nuevas identidades; eso siempre me ha atraído, el hecho de tener una nueva identidad. Y aquí quería jugar con la idea de autoficción también, darle vuelta al pastel, es decir, hablo de mí (y esto no es una idea nueva, otros autores también lo hacen) con esa posibilidad, esa licencia de ficcionalizarme. Y yo creo que lo importante no es tanto intelectualizar esta propuesta, sino más bien cómo esto fluye en la lectura, o sea, cómo un lector que no necesariamente maneje estas referencias culturales y literarias, pueda leer y pueda ver, primero, a un personaje y luego a un autor dentro, con una visión estética específica. Son diferentes alternativas que presenta este libro. Otro libro de referencia, quizás, entre muchos que ayudan a la construcción y que pueden ampliar la lectura de No somos nosotros, es el libro del peruano Julio Ramón Ribeyro, sus Prosas apátridas, como también sus diarios, de hecho es personal, es confesional lo que él ha escrito, pero de alguna manera también hay una recreación y una construcción de Ribeyro, eso es inevitable, vemos allí una construcción que él hace de él mismo. Algo así también yo pretendía. En ese sentido, cuando uno se construye, de alguna manera eres y no eres ese que está ahí escribiéndose. Y ese es un poco, creo yo, el juego literario, el placer que uno siente de poder ser otro y poder negarse, poder decir “ese no soy yo”, “esos no somos nosotros”. Pero también dejas una puerta abierta para que los lectores con determinadas necesidades lo puedan ver como algo más testimonial. 

Y en cierta forma el lector se convierte en ese Ricardo del libro, se mimetiza dentro de las hojas o tú te mimetizas en él. Me llama la atención una frase del inicio del libro: «mimetizarnos con ese otro con el que no creíamos tener similitudes. Parece que, con tener una sola: el lenguaje (esto hasta que tu libro sea traducido), es suficiente para poder vernos en el otro.

Bueno, esto sí va por una preocupación que he tenido, creo que hasta desde niño, tuve una fascinación por tratar de imaginarme en el pellejo del otro, pero creo que es algo que todos hemos vivido en determinado momento desde niños, es decir, cuando tienes esas fascinaciones por tu héroe, pero no solo por el héroe sino también por la víctima, por todos los personajes de una historia, tú quieres ser un momento ellos para saber cómo se puede experimentar aquello. Y en ese sentido es sorprendente cómo podemos, a veces con mucha facilidad, asumir unas identidades, incluso aparentemente radicalmente opuestas a nosotros: ser un (bueno, esto es en un extremo) asesino, ser alguien que va en contra de tus propios principios y cómo eres capaz de, con tanta facilidad, asumir esa identidad. Es algo que me gustaba como idea para problematizar, en este libro como en otros;como en la novela Mientras huya el cuerpo también aparece esa idea, que se da al final de la novela, esa voz que va asumiendo todas las identidades. Ahora, como te habrás dado cuenta, te he mencionado la relación de este libro con Mientras huya el cuerpo y con la novela anterior Que la tierra te sea leve, esto no es gratuito, lo que pasa es que este libro cierra un tríptico que lo conforman esas tres novelas y que yo he llamado Trilogía de la levedad, el tema de la levedad en cuanto a la creación, la levedad del cuerpo, la levedad del ser, es algo que me ha interesado y que creo que está clorada en estas tres novelas. 

Para ti escribir es tan importante o natural como pensarpara escribir hay que pensar, pero en tus textos ambos se supeditan a un acto de meditación, utilizas la mente y la escritura para entender o asimilar las cosas, ¿lo crees así? y si sí, ¿crees que es este el objetivo de la literatura, más allá de la publicación de novela tras novela que las mesas de novedades actualizan en las librerías?

Creo que en general, cualquier escritor que tiene un mínimo respeto hacia su obra en lo que piensa básicamente es en la necesidad de transmitir algo personal. Que si bien es cierto, hay escritores que tienen ese interés personal de poder canalizar lo que sienten y se puede complementar también con lo que pasa a su alrededor, siempre hay una fibra íntima que aparece y ¿cómo llegas a esa fibra íntima? a través de una creación más intuitiva, más subjetiva o a través de una racionalización, hay escritores bastante racionales y, bueno, la meditación también interviene, yo creo que en mi caso quizás tiene que ver un poco con mi experiencia oriental, los años que pasé en Corea del Sur como también las lecturas. La vida ha hecho pues, que me vincule con el mundo oriental por diversas razones, trabajo como director ejecutivo de un centro de estudios orientales y me he ido acercando bastante a, por ejemplo, al budismo, no soy un practicante del budismo, pero descubrí que a través de las palabras, la creación literaria, puede aproximarse mucho con los objetivos, los anhelos del budismo. Las iluminaciones, despertarse a esa literatura que te conmueve, que te ilumina, se acerca mucho a los ideales budistas. Buda significa “el despertado”, ¿no? que es un poco lo que estamos también buscando. Entonces, si vemos esto directamente en este libro No somos nosotros, sí, varias de las entradas de esa novela que se pueden ver como momentos reflexivos, se muestra un hecho cotidiano, como el camino que tomé en determinado momento de casa o del trabajo y contemplo la fachada de una casa destruida, con la vegetación que sale por sus ventanas y eso me motiva a una meditación, una reflexión que, si bien es una meditación intelectual y literaria, pues tiene una correspondencia directa con mi alma, digamos, con mi ser. Es un libro en el que, creo, los sentidos están muy presentes en la mayoría de los textos y eso me parece importante; como también los sueños, hay muchos pasajes en los cuales se habla de los sueños, que es otra manera de entrar en el personaje y de darle otra mirada: ver la historia desde el otro lado del espejo. 

¿Debe leerse como una novela? Esta pregunta podría quedar en el aire, puesto que te conozco, entiendo las referencias a tu familia, a tu vida. Pero hay lectores que no lo saben y lo verían como novela o más cercano a Dietario voluble, de Enrique Vila-Matas, u otros parecidos.

Mira, nuevamente te remito a mi primer libro, Habitaciones (bueno, retratos familiares sí es un libro de cuentos más convencional pero después todos los demás: Enciclopedia mínima, plástica, en mis otros libros Que la tierra te sea leve y Mientras huya el cuerpo, a veces ponerle un nombre una etiqueta como llamar a ciertos libros como “novela”, creo yo, que en algunos casos puede aportar y en otros no. No es algo que a mí me preocupe al momento de escribir. Yo escribo libros. Si quieres puedes tomarlo incluso como un artefacto literario. Simplemente porque no me rijo por varias de las convenciones de la novela. Ahora, en el caso de la novela es que aguanta todo, hay autores que han dicho que todo lo que está ente la portada y la contraportada puede ser una novela; en ese sentido, ¿se puede leer este libro como novela? por supuesto que sí, pero no es algo que a mí me limite. Ahora bien, es verdad que hay una enorme cantidad de elementos autobiográficos pero muchos han sido ligeramente alterados, adaptados a la circunstancia, o algo muy importante, desde mi mirada. Estoy seguro que estas mismas acciones que yo estoy contando, si fueran narradas por cualquier otro de los que intervienen, incluso los más cercanos a mí, no sé, una hija u otra hija, tendrían una visión distinta y nos preguntaríamos de qué realidad estamos hablando. Quién tiene, finalmente, la última palabra en ese dato supuestamente autobiográfico. Entonces yo me valgo de ello para hacer esa construcción mía y de los otros, en donde los afirmo y los niego. Creo que eso me parece mucho más interesante y está en mis otros libros. Eso me gusta de poder crear un universo narrativo. Y bueno, mencionas a Enrique Vila-Matas, que es un autor, creo yo, referente para la escritura de No somos nosotros, pero también, si hablamos de lengua española, pues puedo pensar en Javier Cercas, por citar solo un par que también aparecen en sus libros pero queda claro también, para el lector que quiere asumir ese pacto, que son distorsiones. Es que en el fondo, lo que nosotros mostramos, siempre son distorsiones de uno. 

En una parte del libro dice alguien: «los búlgaros hemos ganado las batallas más importantes, pero ni una sola guerra», ¿podría transcribirse eso a la literatura donde los búlgaros serían los escritores?

Totalmente.

¿Qué importancia tiene la poesía dentro de tus lecturas, de tu biblioteca interior?

La poesía es una lectura permanente en mí. Es más, a veces, creo que leo más poesía que narrativa. Siempre ha sido así. Creo yo que en mi narrativa se puede ver cierto influjo no sé si por el lenguaje o las reflexiones de poetas de muchas culturas, muchas lenguas. La poesía japonesa me interesa mucho, la poesía china. En la poesía peruana, poetas como Jorge Eduardo Eielson, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen; hasta algunos de la década de los sesenta como Antonio Cisneros, José Watanabe. Son lecturas frecuentes que visito constantemente. Creo que de alguna manera estos lenguajes sí se han filtrado en mi escritura. Siempre he sabido que hay un aliento lírico en lo que escribo. 

¿Qué libros estás leyendo ahora?

Leo Falsificaciones, de Marco DeneviMariana Enríquezcon Las cosas que perdimos en el fuegoPoesía de José Emilio Pacheco.

En una parte del libro dices «Felisberto Hernández no trata de menospreciar la capacidad de imaginación del lector. Es como si nos dijera, más bien, que la literatura y el placer pueden contenerse justamente es ese espacio que no podemos imaginar». Dicho esto, creo que lo buscas tú también con No somos nosotros, una novela donde lo más importante no es la trama ni los personajes, sino las meditaciones, conexiones, los resultados de la literatura que ahora recaen sobre quien te lea.

Tal como veo el arte últimamente, no solo la literatura sino el arte en general, paradójicamente, muchos de los mecanismos para acceder a ciertos mensajes, son a través de vías contrarias. Por ejemplo, he afirmado en algunas situaciones que el objetivo de mi literatura es llegar al silencio y que justamente, para llegar a ese silencio, necesito de las palabras. Esta idea paradójica para mí es fundamental para a estética que pretendo desarrollar. En ese sentido, para llegar al “nosotros” necesito también negarlo. Para llegar a una novela que cuenta historias, también necesito negar la historia. En ese juego de afirmaciones y negaciones es en el que me muevo y en el que me siento bastante cómodo. 

Iré diciendo palabras, Ricardo, y tú me vas diciendo lo primero que se te venga a la cabeza, ¿va? Puede ser una frase, un título de libro, una palabra, una anécdota, lo que sea.

Ok.

• Tiempo.

Fluir.

• Vuelo.

Retorno.

• Historia.

Imaginación.

• Realidad.

NadaNothing is realLetra de John Lennon.

• Pintura

Luces y sombras.

• Vino.

Placer infinito.

• Tirano.

BanderasEs broma.

• Paseo.

Contemplación.

• Arte.

Vida.

• Muerte.

Viaje.

• Maestro.

Existen gracias a los discípulos.

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