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Javier Morales Ortiz: un extremeño que mira hacia Latinoamérica en sus «Ocho cuentos y medio»

Javier 08-2La vida discurre sin pausas, atropella con su paso incontenible. Cada instante abre la puerta a mil opciones, cada acto trae consigo la posibilidad de escoger muchos caminos. Nadie nos toma de la mano y lleva sin tropiezos hacia un final conocido de antemano. Gracias a que Javier Morales Ortiz, escritor español que recién ha publicado su tercer libro de relatos, reconoce con claridad este complejo tejido de acontecimientos que forman el cotidiano y gracias también a su sensibilidad ante los sutiles, pero poderosos momentos de quiebre que transforman la vida de cualquier ser humano, sus historias son el espejo de las incertidumbres de la vida y sus giros inesperados.

Ocho cuentos y medio (Baile del sol) es una propuesta que Javier hace a sus lectores (así lo deja claro en su nota previa), una invitación a que se conviertan en co-creadores, en autores del medio cuento que falta. Al seguir claramente el camino abierto por Chejov, este libro es una apuesta personal que deja a los lectores suspendidos del fino hilo de una imagen o una palabra que lo refleja todo sin resolver nada.

Así, por los finales, comienza nuestra conversación: “Hay un ensayo de Richard Ford en el que dice que el relato no se juega al principio ni al final sino en el centro. En mi caso, creo que se juega bastante al final, no es porque lo que le precede no sea importante, ni mucho menos, pero de alguna manera, vas creando el espacio y el ambiente para que el final sea así, y no hablo de un final sorprendente sino todo lo contrario, un final abierto donde de alguna manera también conecta con la idea de lo que es la propia vida, que al final todo está abierto y existen posibilidades”.

Un sentimiento de melancolía atraviesa estos los relatos que hablan de las relaciones personales y las plagas que las exterminan, de las vidas que se apagan y las que no llegan a ser, de la soledad y el fracaso, la insatisfacción persistente, la inmigración y la vida laboral. Todos temas cotidianos pero alejados de discursos moralistas o panfletarios.

“No me interesa lanzar mensajes cuando cuento una historia, simplemente me interesa contarla, si contiene mensajes pues tendrá que descubrirlos alguien, pero no será nunca mi propósito. Lo que sí sucede es que vivo en un entorno y en una realidad y como mis historias suelen surgir de la realidad pues también tienen temas sociales y económicos, pero nunca desde el punto de vista del adoctrinamiento, sino simplemente de lo que me interesa: del individuo y cómo ese individuo se mueve en el entorno en el que le ha tocado vivir. Aunque no tengo nada en contra de la llamada ‘literatura comprometida’ mi compromiso en realidad es conmigo mismo, desde el momento en que quiero contar la historia que me surge en la cabeza y hacerlo de la mejor manera posible, siempre aspirando a lo más grande”.

UN NARRADOR QUE CAMINA DE LA MANO DE SUS MAESTROS Y AMIGOS

En 2008 y 2011 salieron a librerías La despedida y Lisboa, dos recopilaciones de sus cuentos, ambas publicadas por la Editora Regional de Extremadura. En 2013 aparece su única novela: Pequeñas biografías por encargo. Ahora Javier retorna al relato breve, en el que se siente más cómodo. Ocho cuentos y medio, según cuenta, es un homenaje a Federico Fellini y su película 8 y ½, homenaje que (agrego yo) va más allá del nombre y se filtra en cada una de las vidas de sus personajes pues todos ellos atraviesan momentos de crisis amorosas, laborales o existenciales, al igual que Guido Anselmi en la cinta de Fellini. “Al mismo tiempo, el libro es un pequeño guiño a los Nueve cuentos de Salinger, un juego literario porque este medio cuento que falta sumaría los nueve de Salinger”, agrega Morales.

El ya mencionado Chejov, Alice Munro y Jorge Luis Borges también hacen parte de su identidad literaria realista, cotidiana, breve, precisa y contundente. “Uno de los escritores que me influyó mucho en su día fue Borges y sin embargo mis temas no son borgianos para nada. De él tomé esa capacidad para precisar, para buscar la palabra exacta, ese elogio que hace permanente a la brevedad, y a captar la esencia. En general, todos los escritores que he leído a lo largo de mi vida me han influido, yo diría que hasta los malos autores. Luego uno tiene sus pequeños dioses por decirlo de alguna manera, uno de ellos es Chejov sin duda. Más recientemente, hace diez años, Alice Munro que fue un descubrimiento y sigue siéndolo; John Cheever, que es para mí uno de los grandes cuentistas del siglo XX, y hay otros muchos por supuesto”.

Dentro de los ocho cuentos que forman el libro hay uno en especial que rinde abiertamente un tributo al gran maestro ruso del relato, se trata de Regreso a Sajalín. Las razones las explica Moreno: “Buscaba hacer un poco lo que hizo Carver con Tres rosas amarillas, este cuento que narra los últimos días de Chejov en el balneario. Se me ocurrió que así como Chejov hizo un viaje a Sajalín, una isla del pacífico donde estaban confinados en su época los presos rusos, uno de mis personajes, una aprendiz de escritora canadiense viajara a Guantánamo como trabajo de investigación para su relato de fin de curso. Allí, de alguna manera, descubre que Cuba es un tipo de cárcel… Eso ya se lo dejo a cada lector que pueda interpretarlo como quiera”.

Además de su manifiesta intención de dejar en los lectores parte de la responsabilidad creativa, la particularidad que más ha producido sorpresa y comentarios a favor y en contra es la decisión de Javier Morales de invitar a otro escritor a formar parte de su libro a través de un último relato, a manera de epílogo. Lo que para algunos sobra o para otros no cuadra, es quizás tan sólo una muestra de su carácter sencillo y generoso.

“Quería, por un lado, rendirle homenaje a Gonzalo Calcedo, un autor de cuentos que ha sido fundamental en la historia del relato en España en los últimos 20 años y por el que yo siento una gran admiración; al mismo tiempo porque como mi propia formación tiene que ver con su forma de narrar quise establecer ese pequeño diálogo. También quería romper ese rollo de escritor aislado. Ese rollo que, sucede al menos, en España. Acá reconocer a otro, agradecer, no es muy frecuente. Me apetecía simplemente. No hay una razón literaria de peso, al margen de lo que ya te he contado, pero desde el punto de vista humano sí que me parecía importante”.

Javier Morales es extremeño (Plasencia en 1968) hijo de una tierra con poca densidad demográfica y gran riqueza natural, fue allí donde comenzó a escribir en la adolescencia y donde dos grandes escritores marcaron su carrera literaria: Gonzalo Hidalgo Bayal, quien leyó sus primeros textos y le dio importantes consejos literarios y el poeta Álvaro Valverde, quien fue el editor de su primer libro. Hoy Javier ha cambiado el valle del Jerte por la agitada vida madrileña donde apoya sus tres pilares: La educación, el periodismo cultural y la escritura.

Soy una persona muy inquieta y curiosa y siento que una cosa complementa la otra. Como profesor tienes que aportar una visión muy amplia de todo, aunque algún autor no te guste tienes que explicar por qué ha sido importante en la literatura. En el periodismo cultural no me considero un crítico porque creo que la palabra crítica se me queda grande y lo digo en serio porque se abusa mucho de ello en los suplementos literarios. Ser crítico es una profesión muy seria que, no olvidemos, también forma parte de la literatura. Para ser crítico uno debe tener unas habilidades especiales. Entonces mi trabajo consiste más en escribir de lo que me gusta y aportar argumentos que sustenten esa elección. Señalar lo que es bueno o lo que es malo, eso creo que sí es la tarea del crítico. Además el periodismo, y no sólo el periodismo literario, sino escribir un buen reportaje creo que contiene la misma actitud que escribir un cuento o una novela, se trata de contar historias, en un caso reales y en el otro inventadas”.

UNA MIRADA A LATINOAMERICA

Son varias las referencias a Latinoamérica en Ocho cuentos y medio, sobre todo a través de algunos de sus personajes, inmigrantes procedentes de Uruguay o Colombia. Al preguntarle por la relación con el continente al otro lado del Atlántico Javier Moreno admite que le interesa mucho que sus libros lleguen a los lectores latinoamericanos porque son varios los puntos de encuentro entre su labor literaria, su vida personal y América Latina: “España tiene un gran privilegio al tener lazos tan fuertes con Europa y América Latina simultáneamente. Mi interés por Latinoamérica viene por sus escritores. La gran renovación de la literatura en español se produce en América Latina no en España, no sólo por el Boom sino que posteriormente también han surgido buenos autores que creo que han marcado un poco el camino, por ejemplo Roberto Bolaño, Aira y otra gente que ha experimentado más y ha abierto otras vías de trabajo narrativo. A través de su literatura también se conoce la vida latinoamericana sin necesidad de estar allí porque la literatura no deja de ser un viaje. Por último, tengo muchos amigos latinoamericanos que viven acá en España. Con ese vínculo de alguna manera salta la chispa en las historias”.

PEQUEÑOS ACTOS DE RESISTENCIA

Entre las muchas actividades que desarrolla Javier Moreno coordina un ciclo de lectura en voz alta de relatos breves, que es a la vez un espacio de encuentro y conversación entre los lectores y sus autores. Un alto en el camino que refresca el vertiginoso ritmo madrileño y reafirma también su propia posición ante la vida.

“La literatura, no sólo escribir, sino también leer supone un acto de resistencia o simplemente de defensa frente a un mundo en el que se nos incita a consumir rápido. Yo creo que el consumo rápido, además de ser antiecológico va en contra de la literatura porque lo que merece la pena no puede apreciarse en un momento, necesita reposarse. Leer es escuchar lo que otro tiene que decir, eso es muy importante porque vivimos en una sociedad en la que no nos escuchamos. Escucharte a ti mismo, escuchar a los demás supone una defensa frente al mundo”.

Mientras sigue incansable dictando talleres de escritura, colaborando como periodista para varios medios, sirviendo de puente entre los creadores y su público, sus propias obras también avanzan. Las próximas en salir a la luz serán Viaje a la ciudad blanca y Amar y trabajar. ¿Serán novelas, cuentos, reportajes? Tendremos que esperar.

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Muela

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