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Una colección con los más negros

La Orilla Negra reunirá a los mejores autores que escriben en castellano a uno y otro lado del Atlántico, y desembarcará con todos los honores en la Semana Negra de Gijón.


Estoy a un paso de emprender una aventura, para mí extraordinaria y apasionante: dirigir una colección de novela negra de la editorial barcelonesa Ediciones del Serbal que se llamará La Orilla Negra. Una colección que pretende reunir a los mejores autores que escriben en castellano a uno y otro lado del Atlántico, de ahí el nombre, y desembarcará con todos los honores en la Semana Negra de Gijón, la madre de todos los eventos de este tipo que se celebran en España.

Mi idea, que he ido madurando a lo largo de muchos años, es la de reunir a tantos escritores amigos, a los que he conocido escribiendo, y reivindicar la literatura negra que se hace, aquí y allá, en esta orilla, en la que me encuentro, y en esa otra orilla de enfrente, tan lejana y tan cercana, en el idioma cervantino.

No voy a hablar de lo que considero que es literatura negra. No llegaríamos a ninguna conclusión. Los géneros los han inventado los que quieren clasificar a los que escriben, para estudiarlos, para encerrarlos en una cajita y ponerles una etiqueta, pero lo negro es mucho más amplio que lo policial, que lo criminal, incluso que lo negrocriminal. El género empezó en La Biblia, el primer libro, y con el asesinato de Abel por Caín, y a partir de allí el hombre, a lo largo de la historia, ha ofrecido suficientes argumentos a todos los que escribimos en clave de negro.

La literatura no escapa a las modas, porque las modas venden, y, al fin al cabo, las editoriales son empresas y lo que buscan es que a fin de año les salgan las cuentas. Se ha hablado de que la literatura negra genuina, tal como la conocemos, surgió de Estados Unidos, de la pluma de los Dashiell Hammett, Raymond Chandler, James Cain y Jim Thompson de turno y sus libros magistrales que retrataban el lado oscuro de su país; pero luego vinieron los franceses y se adueñaron del mercado inventando el polar, y lo vendieron muy bien entre los suyos y fuera de sus fronteras. Ahora, las librerías están copadas por los nórdicos, por todo lo que viene enlatado en paisajes heladores, con tipos huraños que no salen de casa y le dan al alcohol y dejan rastros de sangre en la nieve.

Mi apuesta es por la literatura que se escribe en castellano en la Península Ibérica, que es de una diversidad enorme, y la que se hace en Latinoamérica, en donde el idioma cervantino se transforma y florece con un ímpetu narrativo extraordinario y un léxico rico en matices. Esa es la senda marcada de la colección La Orilla Negra, la de recoger esa literatura extraordinaria que crece en esas dos orillas de ese enorme charco que es el Océano Atlántico para ofrecer un muestrario de cómo nos aproximamos al género en un idioma común. Lo negro, más que un género, es una mirada.

La nómina de autores es inabarcable e intergeneracional. En esta orilla tendremos a Julián Ibáñez, Fernando Martínez Laínez, Paco Gómez Escribano, José Vaccaro Ruiz, Mariano Sánchez Soler, José Carlos Somoza, Francisco Balbuena, Alejandro M. Gallo, Nacho Cabana, Francisco Bescós, Pablo de Aguilar, Elia Barceló, Juan Ramón Biedma, Angelique Pfitznez y Rosa Ribas. En la otra orilla, la de enfrente, a Lorenzo Lunar, Rebeca Murga, Guillermo Saccomanno, Raul Argemí, Rolo Diez, Guillermo Orsi, Marcelo Luján, Dauno Tótoro Taulis, Javier Valdez Cárdenas, Fritz Glockner, Augusto Cruz y Marcos Tarre Briceño. Unos y otros ofrecerán, en esta aventura que empieza, relatos y novelas negras que hablen de las realidades sociales de sus países con las cadencias idiomáticas propias que enriquecen el castellano: españoles, cubanos, chilenos, argentinos, mexicanos y venezolanos.

Una celebración en clave negra del año Cervantes.

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