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Un, dos, tres…,Pirouette

Esta mañana hemos mirado al cielo y lo hemos visto cubierto de nubes. Es un día gris que parce no haber sido rozado por la primavera. ¿Qué ropa ponernos? Nos apetece tan poco salir de casa… Comienza nuestra danza diaria.

Primer movimiento: intentamos mostrar la mejor cara al espejo y nuestro cuerpo da sus primeros pasos; la pierna de apoyo está firme y la otra sube, el muslo es levantado con la rodilla doblada para que el dedo del pie puntiagudo descanse en el aire. En esta posición estamos preparados para afrontar cualquier nubarrón.

Cuando se nos abre la puerta y nos disponemos a salir a la calle, es todo un arte mantenernos de puntillas ante el ritmo desaforado del día a día, y no perder el equilibrio en el balancé de nuestros pasos.

En la expresión corporal del rostro, la posición de los brazos y los movimientos en general, se denota nuestro estado de ánimo. En el espacio que habitamos somos uno más del ballet que se representa en las ciudades y cada cual le presta al baile su propio estilo.

Si recopiláramos todos los movimientos de nuestra vida obtendríamos, dirigida por nuestras emociones, afanes, inquietudes…, una coreografía inimaginable, el álbum de nuestras huellas.

La vida es un danzar en el que interpretamos nuestra existencia.

“¡Danzad, danzad, malditos!”

Tres bailarinas parecen mover sus cuerpos al compás del aleteo de unas alegres mariposas.

El bailaor de flamenco, ciego por su danza, no advierte la iluminación de los focos que lo destacan en el escenario. Está tan concentrado en su arte, que aunque se le escaparan los lunares de la camisa, no se daría cuenta.

El público le está lanzando flores, su actuación en el escenario ha sido grandiosa como se manifiesta en el elevado espíritu de su expresión, un equilibrio con el que parece iniciar de nuevo el vuelo.

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