Alineaciones
Sucedió durante el mundial de Catar. Todo era fútbol, y como argentino la manija crecía y crecía. No podía pensar en otra cosa. Me costaba leer. Pero llegó ese momento en el que el ritmo vertiginoso de partidos se redujo y generó una especie de síndrome de abstinencia. En ese momento, se alinearon los planetas. Planeta Diego y Planeta Tri. Fui convocado por Xalbador García y Pablo Brescia para salir a la cancha de la presentación de sus libros. Ambos dedicados al fútbol (aka futbol, en México).
Últimas noticias de Futbotitlán. La historia verdadera de la selección mexicana de futbol (un libro de autoayuda) (Katakana, 2022), nos lleva a través de breves capítulos por la terapia personal de su autor pero que se intuye como un mal de su época. Un padecimiento que gran parte de la afición mexicana repite en su terapia grupal.
Planeta Diego, 16 miradas a un ícono (Planeta, 2022), —concebido antes de su muerte— nos revela la imposibilidad de contener el objeto Maradona. Dice Brescia que «desde muy temprano, la mitificación y la catarsis individual y colectiva alrededor de su figura provocaron una andanada verbal inmensurable que se multiplicó luego de su desaparición física». Por eso convocó múltiples puntos de vista, dieciseis ensayos de autores de distintas disciplinas que nos acercan a un personaje inabarcable. Una entidad al que todo intento por contenerlo no hace más que iluminar los quiebres de cintura que lo hacen incontrolable.
La defensa.
La familia mexicana de mi cuñado me pregunta: ¿Qué opinas de Maradona? Es una pregunta muy jodida para hacer en Thanksgiving. A Diego lo siento como a un amigo que está en la cárcel (arriesgo, porque no tengo ningún conocido tras las rejas). No justifico su accionar, pero no puedo evitar el aprecio que mantengo por su persona. El escritor Edgardo Scott cita al crack Pablo Aimar (ídolo de Messi y del autor de este artículo): «entre Batman, Superman o Spiderman, nosotros queríamos ser Maradona». Porque como héroe (¿antihéroe?), me resulta un personaje fascinante. Sé de un colega que sostiene que el Diego debe haber contado con guionistas para su vida porque nadie puede plantear tantos turning points con esa maestría, ni crear las frases que pasan a formar parte del habla popular con tanta frecuencia.
Por supuesto que me hubiera sumado a cualquier charla sobre fútbol y más con Diego como uno de sus pilares. Pero también sobre futbol mexicano. Porque desde que me mudé a los Estados Unidos, empecé a seguirlo, a mirar sus programas y panelistas (¿tiene obligación X equipo de ganar el trofeo?) con lo cual conocía a la mayoría de los personajes que aparecen en el libro.
Recuerdo también un momento epifánico que me acercó al futbol mexicano (sin tilde): cuando El Chavo pateaba la pelota (justo antes de darle al señor Barriga) su relato mencionaba a «Enrique Borja». Yo era chico y no se veía el futbol azteca (sigue sin transmitirse en Argentina, creo), siempre supuse que se trataba de un personaje tan ficticio como la Bruja del 71. Ya en Miami, un día apareció en carne y hueso como comentarista de Univisión. Uno de los buenos.
A la cabeza.
Tenemos dos libros de dos académicos. Uno escrito por una voz en primera persona (Xalba García) y el otro escrito por numerosas voces pero también con la sensación de que se habla desde esa primera persona, desde el yo de los ensayistas atravesado por la desmesura. Dieciseis puntos de vista que conforman una mirada global (hay argentinos, irlandeses, iraníes, italianos, mexicanos). «En Irán, Maradona era mucho más que un futbolista —dice D. Rahimighazikalayeh—, era una figura pública que respaldaba al pueblo y defendía su dignidad». Y agrega Brescia que «un mito es, ante todo, un relato. Un relato coral».
Recordemos que el Diego solía hablar de sí mismo en tercera persona («como si quisiera ser otro, salirse de él mismo»). El de Xalba es un libro de autoayuda. Pero los dos libros tienen algo de lo terapéutico. Porque Futbotitlán y la selección mexicana («Un guajalote intentando ser águila»), intenta un tibio manejo de la frustración: «jugamos como nunca, perdimos como siempre». Pero pensar en el Diego también implica recostarse en el diván. Significa hablar de uno a través de lo que nos sucede con un personaje tan complejo. «El circo Maradona» nos pone a hacer jueguitos con nuestras inseguridades. Tirar una pared entre dudas y certezas. Y según Juan Villoro, tiene algo de educación sentimental. «Maradona fue campeón del llanto público, […] un personaje de emociones desaforadas, propias de los géneros menores, la opereta o la telenovela». Y continúa: «El dios zurdo era un hombre frágil. Incomparable en la cancha, fue precursor de una conducta que no se atreve a decir su nombre, la de los hombres unidos por el llanto». En palabras de otra colaboradora, Marion Reimers, «generó una empatía por el hombre roto».
Xalbador escribe desde la pasión por el Tri pero alimentada por la rabia. Lo empezó a trabajar después de una humillante derrota 7-0 con Chile. Dice el profe García: «En el héroe mexicano, la hybris (la desmesura) no se alimenta de soberbia sino de alcohol». Maradona, en cambio, es pura hybris, lleva al héroe trágico a las peores tiñieblas. «La desmesura hizo germinar el adjetivo maradoniano». Parece tener claro que el camino del héroe se vuelve más interesante cuanto más intrincado su tránsito se siente. Es más desafiante salir campeón en el Nápoli que en el Barça. Cuando se buscaba enemigos, desafiaba al poder político o a la camorra napolitana en lugar de bajarle la esposa a un directivo. Como si buscara embarrarse lo más posible para empeorar el camino del héroe y dificultarse un eventual triunfo. «Todo tenía una especie de eterno retorno». DAM, El rey (o el crack) de los cliffhangers.
Partidos
Ambos tienen en común el uso del humor aunque provengan desde lugares distintos. El relato de Martinolli es una muestra pero más el estilo de todo el libro de Xalbador García que elige ese tono para destilar su frustración y por momentos partirnos a pura carcajada. «Tenemos una liga y una selección tan extraordinariamente ridícula que da risa y la risa ha desacralizado durante siglos cualquier manifestación cultural por más seria que ésta pretenda ser». Algo que lo emparenta con la dimensión discursiva de Planeta Diego (deportiva y mítica nos dice Pablo), aunque aquí, si bien los estilos tienen la disparidad de sus múltiples autores, cuentan con la gracia que aporta la lengua filosa del diez y las decisiones desaforadas de los guionistas de su vida.
El Héroe mexicano cae una y otra vez. En cada justa mundialista (a veces antes, en las eliminatorias y con equipos de menor calibre). A veces la caída es más indigna . El Héroe se queda afuera como le sucedió a Chicharito y al Cuau. «En México así se le rinde homenaje a sus héroes: condenándolos al fracaso».
El diez argentino, mi único héroe en este lío, cae y se levanta. Y cuanto más bajo cae, más sorprendente se percibe el rebote. Nunca se le escapa del todo la tortuga.
Un baile
En Futbotitlán, hay un episodio dedicado a los Villanos históricos: la Argentina. «El tango albiceleste siempre tiene una trampa o una genialidad en el instante más álgido del encuentro». Cómo no ver a Diego ahí, especialmente en el partido con los ingleses en el mundial de México. Paso pa’ adelante, dos pasos para atrás. Diego representa ese tango. No hay texto de Planeta Diego que no se enfrente a su dualidad. A sus dos caras. Los textos de ese libro, «las 16 miradas al ícono» revelan cómo cada autor se enfrenta a esa dualidad.
Diego es todo: héroe, antihéroe y villano. Pero lo que más me llamó la atención del libro de Pablo Brescia es algo que ya sabía porque así lo entendía Roberto Fontanarrosa (dibujante, escritor, humorista de Rosario): «No importa lo que Diego Maradona hizo con su vida: importa lo que hizo con la de los demás». Resulta conmovedor sobre todo en los textos de un documentalista italiano y una académica iraní para entender el fenómeno del Planeta Diego. Ella explica desde Irán el fenómeno al que asistimos con sorpresa durante el mundial de Catar. La revelación de que en lugares como Bangladesh se emocionaban con el avance del equipo argentino como una provincia más. La más improbable. Y cómo en Irán, ese fervor se explica en la esperanza que les brindó en México 86 con esa revancha humilde del héroe con una pelota en los pies frente a un imperio invencible: Inglaterra.
Como dice Xalbador García, se trata de un evento social más que uno deportivo. Diría que el fútbol hoy ocupa una dimensión que es social, política y cultural a la vez. Estos dos libros, muy amenos, nos ayudan a expandir las fronteras de este circo planetario.