Seguramente nunca antes de este siglo XXI se habían publicado tantos libros de poesías en español y en portugués, y seguramente nunca antes se había distinguido a tantos escritores como poetas. Si bien hoy los autores se siguen enfrentando a las negativas en las editoriales cuando entregan alguna obra, también es cierto que las posibilidades de publicación son hoy mayores a cualquier otro momento histórico. Pequeños sellos editoriales dedicados exclusivamente a publicar poesía y la autopublicación son los principales caminos para que esto sea posible. Y habría que sumar el e-book, las páginas web y los blogs como ventanas alternas de publicación, aunque el debate entre progresistas y conservadores siga en pie sobre si una publicación digital tiene el mismo valor que una impresa.
Pues bien, independiente al formato, la proliferación de publicación de poesías y libros enmarcados en el género sigue en aumento. En España, el país con mayor número de publicaciones literarias por año en castellano, existen concursos a su largo y ancho que estimulan desde lo económico (y también desde la posibilidad de ver publicada la obra) la creación poética. Diferentes ferias y congresos (La semana de la poesía de Barcelona, la FIP de Granada y otros…) permiten que los españoles sigan encontrando en la poesía un camino literario donde además de un estímulo económico hay consolidados espacios de reconocimiento y reflexión.
En cuanto a Portugal también existen espacios y estímulos similares que bien darían para otro artículo. Pero si en la península Ibérica existen incentivos para la creación poética puede decirse que en América Latina los libros de poesía son producto en gran medida de la autopublicación y/ o de colectivos, escuelas y talleres que publican a sus propios pupilos. Los eventos en los que confluyen estos son en muchos casos organizados por los mismos colectivos. No es un misterio que los eventos de poesía no tienen el despliegue mediático ni económico de eventos literarios con enfoque en otros géneros y hasta con el periodismo, como la FLIP, en Brasil, o el Hay Festival (que tiene versiones en Colombia, México y Perú). Sin embargo, los poemarios se siguen publicando. En este sentido parece incongruente que en un género que poco o nada es publicado en las grandes casas editoriales (excepto que sea de un autor consagrado en el mercado) sea el camino que muchos autores tienen para expresarse para el mundo. Hecho que si por un lado es estimable, dado que el género está más vigente que nunca, y hasta en algunos casos ha mostrado un auge de ventas y en diferentes redes sociales donde los versos son principalmente leídos y comentados por lectores jóvenes, de entre 15 y 30 años (una comunidad raquítica y apática en los habituales índices de lectura) como se evidenció con el boom de autores como Defreds (alias de José A. Gómez Iglesias, autor de varios libros de reflexiones y uno de los máximos líderes de arrastre en Facebook y Twitter para los jóvenes), Marwan, Diego Ojeda, entre otros, por su otro lado puede verse a la luz de la banalización y la mediocridad. Y es que un libro de poesías, más allá de su calidad literaria, por su extensión menor a un libro de cuentos o a una novela puede ser editado de manera más rápida. La falta de edición y correcciones que hoy se evidencian en muchos libros publicados por medianas y pequeñas editoriales es latente también en los textos poéticos. Será que ha quedado atrás ese cierto respeto que se tenía antes por la poesía, aquel que se le atribuye a William Faulkner cuando le confesaba a Jean Steen: “Soy un poeta malogrado. Quizás todo novelista quiere escribir primero poesía y descubre que no puede, y entonces intenta escribir cuentos, que es la forma más exigente después de la poesía, y, al fracasar, sólo entonces se dedica a escribir novelas”.
Tal vez la inversión de esta ruta literaria sea una de las razones para que hoy la experimentación sea ofrecida como poesía y que a muchos se les llama de poetas, pero que paradójicamente hace difícil que existan referencias claras de ellos (poetas) y de sus obras para el lector común. Pareciera en muchos casos que la identificación de poetas solo es reconocible entre ellos mismos y su círculo de producción. Es cierto que en esto ha ayudado que la poesía no es rentable, “no vende”, diría más de un editor. A esto se le debe sumar que los poetas, más allá de las consideraciones del valor de sus creaciones en su campo, no hacen parte, salvo contadas excepciones, de agendas noticiosas, ni son invitados comunes a los eventos consolidados de la agenda literaria en general. No suele ser habitual, excepto que sea un Adonis, u otra gran voz de la actualidad de cada país, que un autor, que haya dedicado gran parte de su producción literaria a la poesía, comparta una mesa de un festival o una feria hablando sobre su proceso creativo y sobre sus poemarios.
En el caso de Brasil, donde se respira literatura y donde existen innumerables talleres literarios y saraos, según Vanderley Mendonça, editor del sello Demonio Negro, y amante de la poesía, hay una sobreabundancia de libros de poesías en el mercado, lo que hace complejo estimar el valor de muchas obras que pasan desapercibidas. “Hoy en día un escritor se consolida con la publicación de una novela, siempre y cuando esta tenga un buen contenido. Ya los libros de cuentos son menos publicados por las editoriales, y en el caso de libros de poemas hay muchos y en el mercado editorial no son atrayentes”.
De ahí la siguiente pregunta: ¿A cuántos poetas contemporáneos puede hoy nombrar un ciudadano cualquiera? ¿Y a cuántos puede nombrar un ciudadano que suele tener el hábito de la lectura? ¿Y a cuántos puede nombrar un escritor? Es un ejercicio que vale la pena hacerse en tiempos donde se publican muchos libros de poesía pero donde poco se identifica a los poetas, en tiempos donde el mismo Vargas Llosa reconoció desconocer la obra de Tomas Tranströmer (el poeta sueco que lo sucedió en el Nobel); tiempos en los que cada vez menos se recuerdan versos que eran como lanzas afiladas dispuestas por ser lanzadas por quienes se los aprendían, como desde hace tanto se aprendieron versos de Bernal de Bonaval (en galaico portugués) o de Gonzalo de Berceo ( uno de los primeros escritores en lengua española) pasando por quienes recitaron y recitan los de los autores del Siglo de Oro, los de Gerardo Diego, los de García Loca, los de Gelman, o más recientes los de Zurita, los de Luis García Montero, los de… ¿qué poeta o poesía contemporáneo recuerda usted?