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Shakespeare in love

Al realizar un recuento de los principales autores del occidente que han marcado un hito en la literatura universal, Harold Bloom, en, El canon occidental (1994), afirma que la elección que ha realizado no es tan arbitraria como pueda parecer. Los autores que Bloom escoge, según lo describe, han sido elegidos “tanto por su sublimidad como por su naturaleza representativa” (Bloom, 1994: 12). Y entre los seleccionados, precisamente, William Shakespeare es mencionado como el centro del canon:

Shakespeare sobrepasa a todos los demás al evidenciar una psicología de la mutabilidad. Eso es solo parte del esplendor de Shakespeare; no solo supera a todos sus rivales, si no que inventa la descripción del cambio interior basándose en la facultad de los personajes de oírse casualmente a sí mismos […] Shakespeare es el centro del canon. Él impone el modelo y los límites de la literatura.  (Bloom, 1994: 58-59)

A partir de ello, y refiriéndonos en términos más generales, lo que convierte a un escritor en canónico, según Bloom, es “la extrañeza, una forma de originalidad que o bien no puede ser asimilada de tal modo que dejamos de verla como extraña” (Bloom, 1994: 13). De esta manera, cuando se lee una obra que es considerada canónica por primera vez, se experimenta algo diferente. Se experimenta un extraño y misterioso asombro ante la obra, esa sensación que nos hace sentir como si nos enfrentáramos a algo nuevo y conocido cada vez, de esa manera es que el autor afirma que ya no la vemos como “extraña”.

La realidad presente permite rejuvenecer y actualizar a un Shakespeare que resulta nuevo siempre. Todo eso refuerza su potencialidad dramática al proyectar a los personajes en acontecimientos y presentar, a través de enfoques diferentes, situaciones que resultan novedosas también. Ahí radica su vigencia. Los personajes son originariamente los de siempre, pero su concreción particular en un tiempo y en un espacio determinados les hace adquirir matices diferentes. Ese resultado es su arte dramático en la actualidad.

Otra característica importante que radica en la obra de Shakespeare es la independencia del autor. Shakespeare está libre de ideologías tan igual como sus personajes mejor creados. No tiene aquellas ideas políticas que muchos críticos le atribuyen. Esa es una cualidad importante, además del dominio del lenguaje, esa construcción tan minuciosa que permite un discurso vivo. El significado de una palabra siempre resulta otra palabra, pues, dentro del contexto literario, las palabras que se muestran se parecen más a otras palabras que a las mismas cosas. Sin embargo, en palabras del propio Bloom, Shakespeare insinúa a menudo que las palabras se parecen más a las personas que a las cosas.

La representación shakespereana ofrece una riqueza y una ilusión tan intensa que cada personaje habla con una voz diferente de los demás. Esa personalidad e independencia resulta vital para renovar siempre el teatro del autor. Ahí radica también la importancia de Shakespeare.

Por otro lado, es necesario recordar que Shakespeare fue autor y actor a la vez. No sería exagerado afirmar que el autor creó un nuevo arte interpretativo. Ese arte era el instrumento de su drama, de su literatura y, precisamente, parte del medio en que debía trabajar. Los métodos interpretativos han cambiado desde entonces, y en la actualidad deben ajustarse a otro tipo de teatro y de drama, pero la esencia permanece casi inquebrantable y perdura hasta nuestros días.

Para evidenciarlo a través de un ejemplo, podemos revisar el caso de Hamlet. En esta obra el secreto reside en una concepción vital del personaje que irradia a través de la materia muerta de la historia. Incluso, las piezas más simples y menos ostentosas pueden contener algo de esa virtud que resulta vital. A veces radica, sobre todo, en la idea, probablemente bastante familiar, para que seamos capaces de enriquecerla con nuestra propia imaginación. Ese es un ejercicio necesario. A su vez, los actores la enriquecen con la suya, aportándole no solo su actuación, sino toda su personalidad y particularidad.

La visión que se ha dado del universo dramático shakesperiano nos lleva a poner de manifiesto la gran variedad de aproximaciones que caben y de los que es susceptible el teatro de William Shakespeare. Esto, a su vez, provoca un creciente interés por él y por toda su obra dramática, incluso hasta nuestros días. Por esta razón, el arte dramático de Shakespeare tiene la potencialidad de adaptarse y de concretarse en todo momento histórico y de llegar a todos los tiempos y lugares. De esta manera resulta una infinita posibilidad de experiencias y vivencias de lo shakespereano, y siendo ellas las que, en definitiva, nos demuestran la permanencia y la vigencia de un teatro en plenitud que tiene la virtud de rehacerse y de regenerarse en contacto con la vida y la historia del ahora. Por todo ello, Shakespeare está vigente.

 

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