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Se acaba el mundo… ¡y Luis Benítez afeitándose!

     El poeta, narrador y ensayista argentino Luis Benítez incursiona en el relato humorístico con una colección de historias en las que campean el desenfado, un negrísimo humor y una ubicua incorrección política.

 

     En estos tiempos aciagos de corrección política a ultranza, de autocensura “para no ofender a nadie”, de encorsetamiento de ideas y de modos de expresión, una de las mayores virtudes del ser humano —cuya lista de principales atributos no está encabezada precisamente por la virtud— se halla en peligro de extinción: el sentido del humor. No todo el humor, claro está, sino el que molesta a la “buena gente”: el humor negro, el desenfadado, el irreverente, el que nos abofetea cuando, por ejemplo, nos sentimos identificados con el objeto de la pulla; ese humor que hoy siguen cultivando, contra viento y marea, algunos artistas temerarios e inmunes a las más feroces críticas como —por citar un ejemplo del ámbito televisivo/cinematográfico— el británico Ricky Gervais.

     Por los motivos expuestos, debemos celebrar la aparición de la antología de cuentos “Se acaba el mundo y nosotros afeitándonos”, del autor argentino Luis Benítez (Buenos Aires, 1956), parte de cuya vasta obra, poética y narrativa, hemos reseñado en Suburbano.

     El autor ha comentado que el disparador de este libro fue una definición de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi en su discurso de aceptación del Premio Cervantes, en abril de 2022. Y encabeza sus textos citándola: “El sentido del humor es el sexto sentido de la literatura”.

     Ocho cuentas componen este imprevisible “rosario non sancto”, cada una de ellas una plegaria que celebra el delirio y el absurdo, parodiando géneros o revelando los entresijos de lo que, generalmente, se disfraza de políticamente correcto pero que dista mucho de serlo:

     La trama de “Para vivir a pleno los últimos minutos de la Tierra” (de uno de cuyos pasajes Luis Benítez extrae el título que engloba esta colección de relatos) nos remite a las tantas películas de cine catástrofe, subgénero “meteoro/cometa/asteroide en ruta directa hacia la Tierra”, que el Hollywood de los efectos especiales nos ha propinado a lo largo de décadas y nos sigue propinando, desde “Meteoro” (por no retroceder más allá de la década de 1970), pasando por “Armageddon” e “Impacto profundo”, hasta “No mires arriba”, último opus de este subgénero al cual —como el relato de Benítez— parodia (en literatura, Anthony Burgess había sentado un atendible precedente en su novela “Fin de las noticias del mundo”). El resultado es un frenético e hilarante desfile de situaciones variopintas que exponen, a corazón abierto, las miserias humanas, sin distinción de raza, credo ni ideología.

     “Chicago, 1938” podría considerarse la versión corregida y aumentada de aquella humorada que pergeñaran Les Luthiers como parte introductoria de su canción Lazy Daisy: “(…) Harold Mastropiero explotaba un sórdido local en el que funcionaban un cabaret clandestino, un salón de juegos prohibidos y un centro de apuestas ilegales. Pero en realidad, su local era sólo una pantalla para ocultar la verdadera fuente de sus fabulosos ingresos: en los fondos funcionaba un almacén.” Benítez redobla la apuesta y lleva la parodia gangsteril más allá de cualquier situación o desenlace que el lector pueda prever.

      “Para aplastar al feminismo” presenta a tres personajes femeninos que propugnan la desigualdad entre el hombre y la mujer en detrimento de esta última: un antifeminismo que revisa, para aplastarlos con la vehemencia de una Valerie Solanas del Reino del Revés, cada uno de los clichés frecuentados por los movimientos pro liberación de la mujer.

     En “Mi primer y último discurso al ingresar a la Academia”, la redacción del discurso de aceptación de un ansiado grado académico por parte de un escritor y corrector literario le sirve a Benítez de excusa para exponer las debilidades humanas que encierra el mundillo literario, ese microcosmo en el que el personaje central se debate.

     “Cómo casi, casi, escribí las memorias del Magnífico Regente, Señor del Reino” se hace eco de la amarga queja de un comando mercenario por la imposibilidad de sindicalizarse para desembocar inesperadamente —diálogo filosófico y desastre aéreo mediante— en una situación emparentada con el síndrome de Estocolmo. Nuevamente Benítez zarandea la percepción de sus, a estas alturas, gratamente maltrechos lectores paseándolos por insospechados escenarios.

     “Lo último de lo último en artes plásticas” estructura su comicidad en un equívoco que se prolonga más allá de lo imaginable entre las partes intervinientes. ¿Descubrirá el marchand criminal que el hipotético traficante de arte con el que dialoga no es sino un simple hijo de vecino interesado exclusivamente en adquirir embutidos a precio de liquidación?

     “Cómo triunfar en el mundo de las letras” retoma lo que podríamos denominar “la periferia de la literatura” abordada en “Mi primer y último discurso al ingresar a la Academia”, esta vez burlándose del mundo de los certámenes literarios.

     El género de terror u horror cinematográfico, subgénero “zombis” (al que también Roberto Bolaño se sintió tentado de parodiar, como lo hizo en su relato “El hijo del coronel”, incluido en la antología “El secreto del mal”), hace eclosión en “Zombis, corridas y sonrisas a granel”, relato cuyos malhadados personajes padecen sucesivas pandemias hasta que, finalmente, son azotados por la peor de todas ellas: la de los seres humanos convirtiéndose en zombis y buscando, con apremio, nutrientes al grito —o al murmullo— de “¡cerebro… cerebro!”.

     Resumiendo: Luis Benítez, en “modo humorista” (como dirían los jóvenes de hoy), es tan efectivo como el Luis Benítez cuentista de “Las ciudades de la furia” (recordemos los relatos de suspenso y terror que componen dicho volumen, publicado en 2016, algunos de ellos salpimentados con un humor negro que ya entonces afloraba preanunciando la obra que nos ocupa) o el Luis Benítez que nos ha regalado exquisitas novelas históricas como “Madagascar”, “Los amantes de Asunción” y “El deseo y la furia”.

     Es un acierto que Editorial Palabrava haya apostado a la publicación de este volumen, puesto que oficia como bienvenido antídoto de los momentos tan aciagos que actualmente nos toca padecer. El lector encontrará en los cuentos de Luis Benítez un más que necesario alivio al abandonar su pasividad e involucrarse gozosamente en cada historia mediante su propia risa, esa interjección onomatopéyica que tanto nos ayuda a vivir y que algún travieso, parafraseando a Pablo Neruda, definió como “el estornudo del alma”.

     “El mundo se acaba y nosotros afeitándonos”, de Luis Benítez.

 

Editorial Palabrava (Santa Fe), 2023. 106 páginas.

www.editorialpalabrava.com.ar

 

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