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Quiero mis Tributos

Primero son «Los Juegos del Hambre». Algo habrá en la cara de Jennifer Lawrence que me recuerda a una pollita sexy de Merry Melodies, pero esa es otra historia.

La realidad es que llego doblemente tarde al fenómeno: en términos de estreno veo la primera cuando ya van por número tres y en términos de target tengo 42 años en vez de 16.

De todas formas caigo.

Visiono las tres pelis en una semana[1]. Me chupo entero la seudo crítica de los massmedia, el culto a la celebridad y las desigualdades de una sociedad plutocrática cruzadas con la visual Play Station, la ropa como de imitación de Prada y los temitas a lo Lorde.

El cliffhanfger de la tercera parte me deja en un “mono” como de heroína. Sufro el castigo de cómo conseguir la próxima dosis porque me separan varios meses hasta diciembre de 2015, cuando se estrene la última entrega[2].

Más de un año y pico de espera. Empiezo a sentir los calambres.

Los adictos solo piensan en el vicio, la calidad de la droga es secundaria. Por eso los borrachos beben botellones de cerveza de 70 centavos y tetrapaks de moscatel que podrían dejarlos ciegos. Los crakheads fuman piedras rendidas con yeso y sonríen cuando tosen sangre.

La enfermedad me pide un sucedáneo de material basado en novela YA slash éxito de ventas que jamás leeré[3].

Mi esposa me descubre descargando Divergente y “Maze Runner”.

Te perdimos, papá, es lo único que dice.

No siento ni un poquitito de pena. Necesito algo mientras se decide el destino de PANEM, guey.

Pero al final la traba no es lo m ismo. Ni de cerca.

Shailene Woodley no es Jenifer Lawrence. No quiero denostar de sus habilidades actorales, pero su rostro tiene un hastío de clase media venida a menos que amplifica mi añoranza por el pathos de Lawrence. La rubia es Juana de Arco post punk, la morena es una bachiller suburbial haciendo la mili. Ni hablar del galán. No es mal actor pero perece un Ken insuflado del soplo vital y (suponemos) genitalia[4].

Siento ese amargo en la bóveda del paladar de aquellos tiempos de antes de los 12 Steps, cuando el “material” me llegaba cortado.

Con el “Maze Runner” es peor.

Sólo hay una chica y no aparece hasta el tercer acto. La trama avanza a trompicones y a partir de la mitad tiene la coherencia de la cuarta parte de Transformers IV[5].

Mi esposa la ve conmigo fulminando las flaquezas del film como las dianas del barracón de tiro al blanco en una feria de cuarta.

“Esto es una versión sonsa de El señor de las moscas”/ “Van a matar a ese niño al final y me voy a cabrear” [6]/ “Esto una versión sonsa de Morfeo en The Matrix” / “Deberían poner al final “se jodieron, necesitamos un secuela”, en vez de inventarse ese sinsentido de explicación” / “Lo del laberinto no pinta nada”.

Intento obviar, me sumerjo en una dura de negación. Alabo los valores de producción, tonterías como el diseño de decorados, pero al final no hay caso.

¿Dónde estás, Peeta? Quiero mis Tributos.

[1] Torrent. Me paso por el forro la advertencia del FBI. Dudo que Elliot Ness venga a tumbarme la puerta a Vigo, Pontevedra, por unas copias piratas.

[2] Y ni siquiera: la logística del Torrent producirá copias decentes mucho después del estreno en cines, cuando anónimos seres sin vida sexual cuelguen los Bluray en Piratebay.

[3] Protagonista adolescente interpretada por veinteañeros / ucronía futurista / malévola figura adulta de autoridad / serie de pruebas / sub-trama amorosa sin sexo explícito / final abierto.

[4] Además Ashley Judd, a quien yo congelé en mi recuerdo masturbatorio como la chica de Val Kilmer en “Heat”, es reciclada por la procesadora de Hollywood en el papel de la sufrida madre. ¡La sufrida madre!

[5] El guión de Transformers cuatro IVse redactó mediante el procedimiento de entregar escenas sueltas a un grupo de babuinos adictos al cristal meth.

[6] Y en efecto lo matan. Y en efecto se cabrea.

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